jueves, 14 de junio de 2012

Magia vs Realidad ¿Es Juego de Tronos representativa del Género Fantástico?


(Foto de alt1040.com)


Desde su aparición que Canción de Hielo y Fuego ha provocado un debate entre  críticos y amigos del género fantástico. ¿Puede catalogársela como obra fantástica cuando sus aspectos paranormales están casi siempre en segundo plano? Y si no es fantasía ¿cómo se califica a una saga que tiene lugar en un universo geográfico imaginario donde conviven dragones, razas de zombis y otros elementos alejados de la realidad? Como el debate ha cobrado fuerzas gracias a la serie de televisión, habría que preguntarse qué realmente define el género fantástico y sus muchos subgéneros.

Aunque George R.R. Martin anunció al publicar Juego de Tronos que su mayor influencia era la obra de Tolkien y su libro venía endorsado por Robert Jordan, los seguidores de ambos autores se llevaron una sorpresa. Tras un capitulo del más puro terror “lovecraftiano” en que aparecen por primera vez los Caminantes Blancos, la historia se interna en intrigas palaciegas y guerras dinásticas no muy alejadas de las ocurridas en nuestra Tierra en siglos pasados.

(Foto de network54.com)


Si bien es cierto que para muchos resultaba chocante que Cersei se revolcase en casa ajena con su propio hermano, que los Targaryen  efectuasen matrimonios endógamos y que a sus 13 años, Daenerys fuese entregada como esposa a Khal Drogo, cualquier erudito recordará que tales aberraciones también son parte de nuestra historia.
(Foto de network54.com)


Egipcios, Incas y la Casa Real de Hawái practicaba el matrimonio entre hermanos. Isabel de Valois  tenia 13 años cuando la casaron con Felipe II España, y Blanca de Castilla era aun más joven cuando la desposó el Rey de Francia. Aparte que los chismógrafos medievales  crearon toda una leyenda urbana contando que Don Alfonso VI de Castilla y Leon tenía amores con su hermana Urraca.

Confieso que nunca me atrajo la fantasía épica, pero que Canción de Hielo y Fuego me atrapó precisamente porque su universo era tan parecido a nuestra Edad Media.  Martin también declaró que su intención original era escribir una novela histórica sobre La Guerra de las Rosas, pero que encontró menos limitaciones en la creación de un mundo ficticio. Además que salpicándola aquí y aculla de detalles sobrenaturales,  su obra sería considerada  como High Fantasy.

Sin embargo, hay puristas que se quejan de que al no ser lo fantástico lo primordial en la saga, que el trastocar la emblemática lucha entre El Bien y El Mal por interacciones entre seres moralmente ambiguos y dar prioridad a apetitos humanos antes que a fuerzas oscuras vs fuerzas sublimes, la aleja del género. ¿Sera eso cierto? ¿Qué opinan?

( Foto de superbwallpapers.com)


Desde la publicación de Harry Potter que la fantasía  ha gozado de una popularidad imperecedera lo que obliga a la industria editorial anglosajona a crear nuevos rubros o subgéneros (en el mundo hispanoparlante todavía se cataloga a la literatura fantástica como “ciencia ficción” aunque sus tramas no abarquen nada científico ni futurista). Pero antes de encasillar el material en su estante correspondiente,  había que encontrar un eslabón en común. ¿Despues de todo, en qué se parecen El Hobbit, Outlander y Crepúsculo? Nada más  que en todas ellas ocurren cosas descabelladas, cosas inexplicables, cosas “mágicas”.

Martin nunca ha considerado que la magia deba ser lo más importante en una fantasía épica. Cuando sus caballeros luchan siguen las reglas de un torneo medieval, no utilizan hechizos ni armas prodigiosas. Aquí no entra ni el yelmo de Mambrino ni  el bálsamo de Fierabrás que cura toda herida. No tengo problema con eso,  siempre y cuando cada cien paginas saque la cabeza un dragón, un “Otro”, o aparezcan brujas duchas en malas artes como Mirri o Melisandre.
(Foto de gameofthroneswikia.com)


Curiosamente, no todos los lectores de Martin piensan así. Hay quien dice que crear un mundo ficticio no te convierte en novelista de fantasía. Por otro lado, muchos que han llegado a al mundo “Martiniano” vía HBO,  se escandalizan cuando de pronto aparece lo “bizarro”, lo encuentran fuera de lugar. ¿Tienen razón? ¿Preferiríamos una serie que no nos impusiera lo “irracional” que así se define a lo sobrenatural en nuestro escéptico Occidente del Tercer Milenio?

Pues para eso están sagas como la de Diana Gabaldon, en donde lo único paranormal es que la heroína se la pasa saltando del presente al Siglo XVIII, con amantes, esposos e hijos en ambos espacios. O la saga de Kushiel que tiene lugar  en un mundo tan inventado como Westeros, una sociedad medieval que vive dedicada al sexo y a intrigas políticas, y donde el valor de su heroína reside en su poder de combinar dolor con placer lo que la hace excelente cortesana-espía. No, sinceramente yo me quedo con la Canción de Martin. Por algo, Amazon apiña Kushiel y Outlander bajo el vaguísimo titulo de “Fantasía histórica”. En cambio lo de Martin va bajo “Fantasía épica”.

(Foto de doublereviews.com)


Es cierto que la  adaptación televisiva le ha bajado el tono a lo sobrenatural, ha empujado a los Reid para la próxima temporada y se ha saltado las conexiones paranormales de Arya y Bran con sus lobos. Aun así  hay gente que se va al baño a la mera mención de  los Caminantes Blancos o se irrita cuando aparecen los dragoncitos. Me resulta difícil entenderlos, pero los productores si parecen temerle a una baja de rating cuando surjan más elementos fantásticos en temporadas futuras.

David Benioff had dicho en entrevistas que los personajes  de “Juego de Tronos” son tan escépticos y apegados a lo material que mayor es el shock cuando se encuentran con algo que desafía su fe en la razón. Por eso, Ser Davos casi se cae de espaldas al presenciar el parto de la  Mujer de Fuego, y Jon Snow casi entra en pánico al enfrentarse a su primer zombi. Yo creo que es parte del hechizo de la obra y en pantalla se experimenta mejor la sorpresa de salirse de lo normal para internarse en lo fabuloso.

(foto de rexwallpapers.com)


Un mundo sin magia no tiene sentido ni sabor. Despojar a la fantasía de sus elementos milagrosos la vuelve aburrida. Para ejemplo está el “Rey Arturo” de Antoine Fuqua protagonizada por Clive Owen y Kiera Knightley. Esta película ofrecerá una visión más realista e históricamente fidedigna de la leyenda artúrica, pero yo extraño a las hadas y a los castillos encantados.

Anoche veía “Troya” (que por algo fue adaptada por David Benioff) por enésima vez y por enésima vez extrañaba las intervenciones de los dioses y sus poderes cósmicos, tal como aparecen en la épica homérica. No es que la encuentre mala (ver a Eric Bana y Brad Pitt descamisados en el mismo film ya me pone a babear como el Perro de Pavlov), pero le falta “eso” que hace a La Ilíada una obra maestra, ese toque de fatalismo mágico.

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