(Foto de alt1040.com) |
Desde su aparición que Canción
de Hielo y Fuego ha provocado un debate entre críticos y amigos del género fantástico.
¿Puede catalogársela como obra fantástica cuando sus aspectos paranormales
están casi siempre en segundo plano? Y si no es fantasía ¿cómo se califica a
una saga que tiene lugar en un universo geográfico imaginario donde conviven
dragones, razas de zombis y otros elementos alejados de la realidad? Como el
debate ha cobrado fuerzas gracias a la serie de televisión, habría que
preguntarse qué realmente define el género fantástico y sus muchos subgéneros.
Aunque George R.R. Martin anunció al publicar Juego de Tronos que su mayor influencia
era la obra de Tolkien y su libro venía endorsado por Robert Jordan, los
seguidores de ambos autores se llevaron una sorpresa. Tras un capitulo del más puro
terror “lovecraftiano” en que aparecen por primera vez los Caminantes Blancos,
la historia se interna en intrigas palaciegas y guerras dinásticas no muy
alejadas de las ocurridas en nuestra Tierra en siglos pasados.
(Foto de network54.com) |
Si bien es cierto que para muchos resultaba chocante que
Cersei se revolcase en casa ajena con su propio hermano, que los Targaryen efectuasen matrimonios endógamos y que a sus
13 años, Daenerys fuese entregada como esposa a Khal Drogo, cualquier erudito recordará
que tales aberraciones también son parte de nuestra historia.
(Foto de network54.com) |
Egipcios, Incas y la Casa Real de Hawái practicaba el matrimonio
entre hermanos. Isabel de Valois tenia
13 años cuando la casaron con Felipe II España, y Blanca de Castilla era aun más
joven cuando la desposó el Rey de Francia. Aparte que los chismógrafos medievales
crearon toda una leyenda urbana contando
que Don Alfonso VI de Castilla y Leon tenía amores con su hermana Urraca.
Confieso que nunca me atrajo la fantasía épica, pero que Canción de Hielo y Fuego me atrapó precisamente porque su universo era tan
parecido a nuestra Edad Media. Martin también
declaró que su intención original era escribir una novela histórica sobre La
Guerra de las Rosas, pero que encontró menos limitaciones en la creación de un
mundo ficticio. Además que salpicándola aquí y aculla de detalles sobrenaturales,
su obra sería considerada como High
Fantasy.
Sin embargo, hay puristas que se quejan de que al no ser lo
fantástico lo primordial en la saga, que el trastocar la emblemática lucha
entre El Bien y El Mal por interacciones entre seres moralmente ambiguos y dar prioridad
a apetitos humanos antes que a fuerzas oscuras vs fuerzas sublimes, la aleja
del género. ¿Sera eso cierto? ¿Qué opinan?
( Foto de superbwallpapers.com) |
Desde la publicación de Harry
Potter que la fantasía ha gozado de
una popularidad imperecedera lo que obliga a la industria editorial anglosajona
a crear nuevos rubros o subgéneros (en el mundo hispanoparlante todavía se
cataloga a la literatura fantástica como “ciencia ficción” aunque sus tramas no
abarquen nada científico ni futurista). Pero antes de encasillar el material en
su estante correspondiente, había que
encontrar un eslabón en común. ¿Despues de todo, en qué se parecen El Hobbit, Outlander y Crepúsculo? Nada más que en todas ellas ocurren cosas
descabelladas, cosas inexplicables, cosas “mágicas”.
Martin nunca ha considerado que la magia deba ser lo más
importante en una fantasía épica. Cuando sus caballeros luchan siguen las
reglas de un torneo medieval, no utilizan hechizos ni armas prodigiosas. Aquí no
entra ni el yelmo de Mambrino ni el bálsamo
de Fierabrás que cura toda herida. No tengo problema con eso, siempre y cuando cada cien paginas saque la
cabeza un dragón, un “Otro”, o aparezcan brujas duchas en malas artes como
Mirri o Melisandre.
(Foto de gameofthroneswikia.com) |
Curiosamente, no todos los lectores de Martin piensan así.
Hay quien dice que crear un mundo ficticio no te convierte en novelista de
fantasía. Por otro lado, muchos que han llegado a al mundo “Martiniano” vía
HBO, se escandalizan cuando de pronto
aparece lo “bizarro”, lo encuentran fuera de lugar. ¿Tienen razón? ¿Preferiríamos
una serie que no nos impusiera lo “irracional” que así se define a lo
sobrenatural en nuestro escéptico Occidente del Tercer Milenio?
Pues para eso están sagas como la de Diana Gabaldon, en donde
lo único paranormal es que la heroína se la pasa saltando del presente al Siglo
XVIII, con amantes, esposos e hijos en ambos espacios. O la saga de Kushiel que
tiene lugar en un mundo tan inventado como
Westeros, una sociedad medieval que vive dedicada al sexo y a intrigas políticas, y donde el valor de su heroína reside en su poder de combinar dolor con
placer lo que la hace excelente cortesana-espía. No, sinceramente yo me quedo con
la Canción de Martin. Por algo, Amazon
apiña Kushiel y Outlander bajo el
vaguísimo titulo de “Fantasía histórica”. En cambio lo de Martin va bajo “Fantasía
épica”.
(Foto de doublereviews.com) |
Es cierto que la
adaptación televisiva le ha bajado el tono a lo sobrenatural, ha
empujado a los Reid para la próxima temporada y se ha saltado las conexiones paranormales
de Arya y Bran con sus lobos. Aun así
hay gente que se va al baño a la mera mención de los Caminantes Blancos o se irrita cuando
aparecen los dragoncitos. Me resulta difícil entenderlos, pero los productores
si parecen temerle a una baja de rating cuando surjan más elementos fantásticos
en temporadas futuras.
David Benioff had dicho en entrevistas que los
personajes de “Juego de Tronos” son tan
escépticos y apegados a lo material que mayor es el shock cuando se encuentran
con algo que desafía su fe en la razón. Por eso, Ser Davos casi se cae de
espaldas al presenciar el parto de la Mujer de Fuego, y Jon Snow casi entra en pánico
al enfrentarse a su primer zombi. Yo creo que es parte del hechizo de la obra y
en pantalla se experimenta mejor la sorpresa de salirse de lo normal para
internarse en lo fabuloso.
(foto de rexwallpapers.com) |
Un mundo sin magia no tiene sentido ni sabor. Despojar a la fantasía
de sus elementos milagrosos la vuelve aburrida. Para ejemplo está el “Rey
Arturo” de Antoine Fuqua protagonizada por Clive Owen y Kiera Knightley. Esta
película ofrecerá una visión más realista e históricamente fidedigna de la
leyenda artúrica, pero yo extraño a las hadas y a los castillos encantados.
Anoche veía “Troya” (que por algo fue adaptada por David Benioff)
por enésima vez y por enésima vez extrañaba las intervenciones de los dioses y
sus poderes cósmicos, tal como aparecen en la épica homérica. No es que la
encuentre mala (ver a Eric Bana y Brad Pitt descamisados en el mismo film ya me
pone a babear como el Perro de Pavlov), pero le falta “eso” que hace a La Ilíada una obra maestra, ese toque de
fatalismo mágico.
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