En esta primavera del Hemisferio Sur, el cable-canal Cinemax
está presentando la Primera Temporada de “Juego de Tronos”. Verla ha sido una experiencia agridulce. Una
afirmación de las raíces de mi identidad tronera, pero también una confirmación
de que lo bueno quedó atrás y una desagradable
convicción de que nada de la Sexta podrá igualar la majestuosidad, pulcritud y elegancia de esa primera adaptación.
Aunque nos apene confesarlo, “Juego Tronos “ha dejado de ser
la pasión que reinaba en nuestras vidas. El fervor de los primeros años ha
quedado enterrado por tanto desprecio
por el original, por tanto troleo de parte de la producción, por tanto homenaje
al Dios de las Tetas y el Gore. La
seguimos mientras esperamos que George R.R. Martin nos compense con un Winds of Winter fenomenal, pero nos duele recordar lo que una vez nos cautivó
con su magia y excelencia.
Resulta paradójico que en el 2015, después de la temporada
más floja que se recuerde de la producción de HBO, los Emmys hayan decidido
premiar a “Game of Thrones como la mejor serie dramática del año. ¿Por qué
ahora? También es paradoja que en este año la televisión del cable haya decidido
“sindicalizar” la adaptación de Una canción
de hielo y fuego. Aunque estoy apenas en el quinto episodio ya me basta
para enamorarme de nuevo, pero también para comparar desfavorablemente lo que
David Benioff y Daniel Weiss están
haciendo ahora con la obra de Martin y con lo que hicieron hace seis años.
Mis quejas no van dirigidas ni al elenco, siempre impecable,
ni a la escenografía ni a los efectos
especiales. Hoy como ayer, GOT descuella,
en esos aspectos. La mediocridad presente tiene que ver con algo de lo que la Primera
Temporada rezumaba: coherencia, intensidad argumental, respeto por y cercanía al material original.
Cinemax está presentado la serie en dos versiones. En español
latino y para los que tienen SAP, la pasan en ingles, sin subtítulos. La ausencia
de los letreritos blancos que siempre me distraen, me obliga a concentrarme en
los diálogos, muy superiores a los que se han escrito en los últimos años,
y en la forma en que se desenreda una trama que ha
sido cuidadosamente ovillada.
Muchas de estas escenas están disponibles en YouTube, pero verlas
en orden permite notar como Martin, y Los Ds construyeron un delicado hilo
argumental que muchas veces nos sorprende, pero no nos confunde como ha
ocurrido con esas variaciones arcangélicas que tanta controversia e ira han
causado recientemente.
Por ejemplo, Martin inicia su saga como si fuera un cuento
de terror. Así lo sentimos con ese primer encuentro espeluznante con Los
Caminantes Blancos. De ahí caemos en un océano de intrigas palaciegas y dramas familiares
que aceptamos porque son tan fascinantes. Voy para el quinto episodio y no me
importa para nada que no se mencionen a Los Otros. Más me preocupan los chismes
de Desembarco del Rey, la adaptación de Jon Snow a la Guardia Oscura y por
supuesto Daenerys en esa penosa luna de miel.
Intento ver la serie con ojos de Niña de Verano, pero no puedo
evitar quela tronada curada de espantos que habita dentro de mi salga a flote.
Es un placer orgásmico ver a Nik tan bien peinadito, tan guapérrimo y con dos
manos. Como también es un placer ver ciertas escenas que adoro: el
descubrimiento de los bebés huargos; Verano salvando a Cat y a Bran; la llegada de Sam a Castillo Negro; o ese coro
tan bobito, pero delicioso, de las esclavas de la Khaleesi (“It is known!”)
También hay escenas que me resultan insoportables como las que llevan a la muerte
de la lobita Lady. De hecho, el momento en que Joffrey y Sansa se encuentran
con Arya y el hijo del carnicero que yo apago el televisor. No soporto esas escenas tan
angustiantes.
Me ha ocurrido algo curioso en esta revisión de la serie.
Siento una lástima infinita por mí pelirroja. Todos, en su momento, detestamos
al personaje de Sophie Turner. La acusamos de provocar la mitad de los males de
su familia Razón no nos faltaba, pero el
saber todas las desdichas que le esperan en los próximos dos años ya nos obliga a mirar a Sansa de otra manera.
Comentaba con la Reina Any que es doloroso observar a Los
Stark, tan unidos, tan felices, parece inconcebible
que por culpa de maquinaciones y secretos ajenos salgan disparados a distintos
puntos de Poniente donde muchos perderán la vida. Me corren los lagrimones
cuando diviso a Ned tan justo, tan noble, a su hijo (me estoy aguantando las ganas de verlo
en la nueva versión de El Amante de Lady Chatterley), el futuro
Rey del Norte, y hasta me conmueve contemplar a Catelyn. Ver a los señores de
Invernalia, y sus hijos, es como ver esas familias armónicas en películas del
Holocausto. Uno se pregunta ¿quién será tan malo de interrumpir esa felicidad? ¿Quién
será tan malo de hacerles daño a niños inocentes?
La otra gran interrogante que se eleva de esta revisión está
en el arco Khaleesi. ¿En qué momento deje de querer a Daenerys? ¿En qué momento
Emilia pasó a ser una mala actriz de mechas tañidas y muchas curvas? Confieso
que aun sabiendo el deterioro que le sobrevendrá al personaje, caigo redonda en la trampa
arcangélica. Porque Weiss&Benioff nos han puesto delante a una Dany más
patética que la del libro y vivo sintiendo compasión por ella y admirando su
crecimiento, su maduración y su independencia reflejada en escenas como esta:
Otra sorpresa ¡Siento lastima de Cersei! Me parece increíble
escribir esto y aun sabiendo lo mala leche que llega a ser más adelante, puedo
comprenderla ahora. Ósea has estado viajado en condiciones infrahumanas por dos
meses y apenas llegas a un lugar semi civilizado y quieres un baño o un té, ¿a
tu marido solo se le ocurre ir a visitar la tumba de tu rival? Es para andar
con mala cara todo el día. Y en la noche en la cena, cuando Robert se pone a
manosear a todas las lavanderas gordas de Invernalia. ¡Noo, si merece que lo
envenenen y contraten jabalíes para que
lo destripen! Y luego en Desembarco del Rey, la pobre Leona la se ha pasado
toda la mañana con la peluquera y todo para que iniciado el torneo, el marido
grite que se apuren los caballeros porque él quiere ir a mear. Con razón La Reina se marchó a su casa. En
serio, comprendo que fuera muy infeliz, y si la culpo de mucho, pero la exonero
de matar a un rey tan zafio e insoportable.
Hablando de muertos, el conteo de cadáveres de “Juego de
Tronos ·”se hace más estremecedor con esta revisión. A cada rato aparece un
personaje, al que ya hemos enterrado en temporadas posteriores. Ahí te das
cuenta del chiste-cliché que no te puedes encariñar con un personaje
porque Martin te lo mata. ¿A ver quién
sobrevivió a esa visita de Invernalia? Muertos están Robert, Ned, Joffrey, El
Perro, Benjen Stark y Lady Cat. Muertos
Los Cassell, padre e hijo, la Septa Mordane, El Maestre Lwin, hasta a Ros la
“flecharon” a muerte. Ni hablar de la comitiva de Daenerys. Todos los criados
muertos, los khales muertos, Viserys muerto, hasta Ilirio Mopatis anda perdido
en acción.
Revisitar “Juego de Tronos” ofrece satisfacciones y revelaciones.
Entre estas últimas está el momento de la verdad, lo infinitamente superior que
fue ese primer encuentro (aun para Los Lectores Puristas) a esta última
temporada. Las razones son obvias: la aproximación a la saga por parte de Los Arcángeles
fue una de total humildad y certeza de que aceptaban una tremenda
responsabilidad al poner en pantalla obra tan compleja y tan amada por sus seguidores.
Tanto así fue que Weiss&Benioff se negaron, aun teniendo la serie acabada,
a sacarla al aire el 2010, prefiriendo trabajar más ciertos aspectos aun sin
refinar aunque eso implicase postergar el debut por un año.
Llego a la conclusión de que la mitad de las chambonadas
arcangélicas nacen de falta de tiempo, de prisas y de presiones para sacar al
aire algo que requiere pulimiento constante. Pero también hay ahí soberbia, el
creer que puede mejorar la obra Martiniana (los cambios en los diálogos no
obedecen a falta de tiempo) o reemplazarla por tramas insignificantes e insubstanciales
(como el cuento del Dorne) o por factores que serán muy controversiales pero
solo deslucen la serie y ofenden a un público exigente. Y nos volvimos
exigentes (les recuerdo que hasta la Tercera Temporada yo era Inmaculada)
precisamente porque Weiss&Benioff nos hicieron creer y esperar que todo lo
que llevaba su firma era de calidad superior.