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martes, 6 de octubre de 2015

GOT Revisitada: La primera temporada de Juego de Tronos


En esta primavera del Hemisferio Sur, el cable-canal Cinemax está presentando la Primera Temporada de “Juego de Tronos”.  Verla ha sido una experiencia agridulce. Una afirmación de las raíces de mi identidad tronera, pero también una confirmación de que lo bueno quedó atrás  y una desagradable convicción de que nada de la Sexta podrá igualar  la majestuosidad, pulcritud y elegancia de  esa primera adaptación.

Aunque nos apene confesarlo, “Juego Tronos “ha dejado de ser la pasión que reinaba en nuestras vidas. El fervor de los primeros años ha quedado enterrado por  tanto desprecio por el original, por tanto troleo de parte de la producción, por tanto homenaje al Dios de las Tetas y el Gore.  La seguimos mientras esperamos que George R.R. Martin nos compense con un Winds of Winter fenomenal, pero  nos duele recordar lo que una vez nos cautivó con su magia y excelencia.

Resulta paradójico que en el 2015, después de la temporada más floja que se recuerde de la producción de HBO, los Emmys hayan decidido premiar a “Game of Thrones como la mejor serie dramática del año. ¿Por qué ahora? También es paradoja que en este año la televisión del cable haya decidido “sindicalizar” la adaptación de Una canción de hielo y fuego. Aunque estoy apenas en el quinto episodio ya me basta para enamorarme de nuevo, pero también para comparar desfavorablemente lo que David Benioff  y Daniel Weiss están haciendo ahora con la obra de Martin y con lo que hicieron hace seis años.

Mis quejas no van dirigidas ni al elenco, siempre impecable, ni a la escenografía  ni a los efectos especiales. Hoy como ayer,  GOT descuella, en esos aspectos. La mediocridad presente tiene que ver con algo de lo que la Primera Temporada rezumaba: coherencia, intensidad argumental,  respeto por y cercanía al material original.

Cinemax está presentado la serie en dos versiones. En español latino y para los que tienen SAP, la pasan en ingles, sin subtítulos. La ausencia de los letreritos blancos que siempre me distraen, me obliga a concentrarme en los diálogos, muy superiores a los que se han escrito en los últimos años, y  en  la forma en que se desenreda una trama que ha sido cuidadosamente ovillada.

Muchas de estas escenas están disponibles en YouTube, pero verlas en orden permite notar como Martin, y Los Ds construyeron un delicado hilo argumental que muchas veces nos sorprende, pero no nos confunde como ha ocurrido con esas variaciones arcangélicas que tanta controversia e ira han causado recientemente.

Por ejemplo, Martin inicia su saga como si fuera un cuento de terror. Así lo sentimos con ese primer encuentro espeluznante con Los Caminantes Blancos. De ahí caemos en un océano de intrigas palaciegas y dramas familiares que aceptamos porque son tan fascinantes. Voy para el quinto episodio y no me importa para nada que no se mencionen a Los Otros. Más me preocupan los chismes de Desembarco del Rey, la adaptación de Jon Snow a la Guardia Oscura y por supuesto Daenerys en esa penosa luna de miel.


Lo que Martin hace en su libro lo han conseguido capturar los Arcángeles en pantalla,  hacer que el televidente siga con la historia sin  echar de menos los espantos de la tundra. Que Tyrion se burle de Los Caminantes considerándolos mitos de viejas, o que Osha (que todavía no aparece) haya huido hacia el Sur perseguida por  el miedo a los monstruos de nieve servirá para recordarnos que hay un elemento de terror en este cuento (y así prepararnos para ese Wight que atacará a Lord Mormont). Pero el terror va tan bien combinado con el dramatismo de la vida real que no necesitamos de su presencia constante para quela serie nos subyugue.


Intento ver la serie con ojos de Niña de Verano, pero no puedo evitar quela tronada curada de espantos que habita dentro de mi salga a flote. Es un placer orgásmico ver a Nik tan bien peinadito, tan guapérrimo y con dos manos. Como también es un placer ver ciertas escenas que adoro: el descubrimiento de los bebés huargos; Verano salvando a Cat y a Bran;  la llegada de Sam a Castillo Negro; o ese coro tan bobito, pero delicioso, de las esclavas de la Khaleesi  (“It is known!”)


También hay escenas que me resultan  insoportables como las que llevan a la muerte de la lobita Lady. De hecho, el momento en que Joffrey y Sansa se encuentran con Arya y el hijo del carnicero que yo apago  el televisor. No soporto esas escenas tan angustiantes.

Me ha ocurrido algo curioso en esta revisión de la serie. Siento una lástima infinita por mí pelirroja. Todos, en su momento, detestamos al personaje de Sophie Turner. La acusamos de provocar la mitad de los males de su familia  Razón no nos faltaba, pero el saber todas las desdichas que le esperan en los próximos dos años  ya nos obliga a mirar a Sansa de otra manera.

Comentaba con la Reina Any que es doloroso observar a Los Stark, tan unidos, tan felices,  parece inconcebible que por culpa de maquinaciones y secretos ajenos salgan disparados a distintos puntos de Poniente donde muchos perderán la vida. Me corren los lagrimones cuando diviso a Ned tan justo, tan noble, a su  hijo (me estoy aguantando las ganas de verlo en  la nueva versión de El Amante de Lady Chatterley), el futuro Rey del Norte, y hasta me conmueve contemplar a Catelyn. Ver a los señores de Invernalia, y sus hijos, es como ver esas familias armónicas en películas del Holocausto. Uno se pregunta ¿quién será tan malo de interrumpir esa felicidad? ¿Quién será tan malo de hacerles daño a niños inocentes?

La otra gran interrogante que se eleva de esta revisión está en el arco Khaleesi. ¿En qué momento deje de querer a Daenerys? ¿En qué momento Emilia pasó a ser una mala actriz de mechas tañidas y muchas curvas? Confieso que aun sabiendo el deterioro que le sobrevendrá  al personaje, caigo redonda en la trampa arcangélica. Porque Weiss&Benioff nos han puesto delante a una Dany más patética que la del libro y vivo sintiendo compasión por ella y admirando su crecimiento, su maduración y su independencia reflejada en escenas como esta:


Otra sorpresa ¡Siento lastima de Cersei! Me parece increíble escribir esto y aun sabiendo lo mala leche que llega a ser más adelante, puedo comprenderla ahora. Ósea has estado viajado en condiciones infrahumanas por dos meses y apenas llegas a un lugar semi civilizado y quieres un baño o un té, ¿a tu marido solo se le ocurre ir a visitar la tumba de tu rival? Es para andar con mala cara todo el día. Y en la noche en la cena, cuando Robert se pone a manosear a todas las lavanderas gordas de Invernalia. ¡Noo, si merece que lo envenenen  y contraten jabalíes para que lo destripen! Y luego en Desembarco del Rey, la pobre Leona la se ha pasado toda la mañana con la peluquera y todo para que iniciado el torneo, el marido grite que se apuren los caballeros porque él quiere ir a mear.  Con razón La Reina se marchó a su casa. En serio, comprendo que fuera muy infeliz, y si la culpo de mucho, pero la exonero de matar a un rey tan zafio e insoportable.


Hablando de muertos, el conteo de cadáveres de “Juego de Tronos ·”se hace más estremecedor con esta revisión. A cada rato aparece un personaje, al que ya hemos enterrado en temporadas posteriores. Ahí te das cuenta del chiste-cliché que no te puedes encariñar con un personaje porque  Martin te lo mata. ¿A ver quién sobrevivió a esa visita de Invernalia? Muertos están Robert, Ned, Joffrey, El Perro, Benjen Stark  y Lady Cat. Muertos Los Cassell, padre e hijo, la Septa Mordane, El Maestre Lwin, hasta a Ros la “flecharon” a muerte. Ni hablar de la comitiva de Daenerys. Todos los criados muertos, los khales muertos, Viserys muerto, hasta Ilirio Mopatis anda perdido en acción.


Revisitar “Juego de Tronos” ofrece satisfacciones y revelaciones. Entre estas últimas está el momento de la verdad, lo infinitamente superior que fue ese primer encuentro (aun para Los Lectores Puristas) a esta última temporada. Las razones son obvias: la aproximación a la saga por parte de Los Arcángeles fue una de total humildad y certeza de que aceptaban una tremenda responsabilidad al poner en pantalla obra tan compleja y tan amada por sus seguidores. Tanto así fue que Weiss&Benioff se negaron, aun teniendo la serie acabada, a sacarla al aire el 2010, prefiriendo trabajar más ciertos aspectos aun sin refinar aunque eso implicase postergar el debut  por un año.

Llego a la conclusión de que la mitad de las chambonadas arcangélicas nacen de falta de tiempo, de prisas y de presiones para sacar al aire algo que requiere pulimiento constante. Pero también hay ahí soberbia, el creer que puede mejorar la obra Martiniana (los cambios en los diálogos no obedecen a falta de tiempo) o reemplazarla por tramas insignificantes e insubstanciales (como el cuento del Dorne) o por factores que serán muy controversiales pero solo deslucen la serie y ofenden a un público exigente. Y nos volvimos exigentes (les recuerdo que hasta la Tercera Temporada yo era Inmaculada) precisamente porque Weiss&Benioff nos hicieron creer y esperar que todo lo que llevaba su firma era de calidad superior.

¿Alguien ha hecho la prueba de ver las primeras temporadas a estas alturas?  ¿Qué es lo que más les llama la atención? ¿Qué personajes les gustan más ahora que hace cinco años?