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miércoles, 22 de febrero de 2017

Cuando las reinas eran brujas: la magia de La Reina Blanca


Mi primera ventisca en New York. Encerrada en casa descubro una maravilla en mi televisor de mil canales. Un servicio que se llama “On Demand” y que te ofrece todos los capítulos de determinadas series. Es como streaming, pero la mayor parte del material es totalmente gratis. Comienzo con la serie “The White Queen” y descubro en ella la presencia de lo que he hablado en el blog anterior:  elementos sobrenaturales en un escenario totalmente histórico.

Mucho había oído hablar de la miniserie “The White Queen”, pero cuando la pasaron en Chile, yo ya era pobre, y no tenía acceso a los canales de Starz. Sabía que estaba basada en una trilogía de novelas históricas de Philippa Gregory, la misma que escribió La Otra Bolena. Esos libros son La Reina Blanca, La Reina Roja y La hija del Hacedor de Reyes.  Las tres tienen lugar sobre el trasfondo de La Guerra de las Dos Rosas y todos sus personajes son históricos.


De esa guerra tenía yo pocas noticias. Únicamente lo que me contó Shakespeare, el famoso relato de Los Hijos de Eduardo y su tío el malvado y contrahecho Ricardo III, y que Los Lancaster son Los Lannister y Los Starz representan a York en nuestra saga favorita Una canción de hielo y de fuego.

La Reina Blanca es el apelativo que la autora le da a Elizabeth Woodville (Rebecca Ferguson), la mamá de los Hijos de Eduardo.  Confieso, ignorante de mí, que no sabía que se trataba de la primera plebeya en casarse con un rey inglés ni que todo un reino se fue de espaldas al ver que el joven rey Eduardo VI (Max Irons, hijo de Jeremy) perdía la cabeza por una mujer que no era de sangre real, pero si mayor que él,  viuda y con dos hijos. Tuvo motivos la opinión popular al hablar de hechizos y Gregory se convierte en un eco de esos chismes, he ahí lo mágico de la historia.


Cuando Eduardo descubre a Lady Elizabeth Grey a la vera del camino, se entiende que se encapriche con la que era considerada la mujer más bella del reino. Incluso se entiende que el rey preste oído a la petición de la viuda de que le devuelvan la herencia de sus hijos, pero cuando Elizabeth se niega a ser su amante y hasta lo amenaza con la propia daga real, nadie espera la reacción de Edward. El rey convence a Elizabeth que se case con él. La unión suscita la sospecha entre el circulo real de que ahí existe algún filtro de amor. El más desconfiado es el primo y mentor del rey, el famoso Lord Warwick (James Frain, que no se pierde una buena serie histórica) apodado The Kingmaker o “Hacedor de Reyes”.

En la serie si hay un poco de sortilegio, al menos por parte de Lady Jaquetta Rivers (Janet McTeer), el personaje femenino más interesante de una historia repleta de mujeres fascinantes Jaquetta de Luxemburgo es una dama de sangre real, descendiente de Carlomagno, hija del conde de Luxemburgo, y más importante descendiente en línea directa del hada Melusina de la que ya les hablé anteriormente.
La veedadera Jacquetta of Luxenbourg


 La Reina Blanca también fue producto de una messalliance. Antes de nacer ya su madre había protagonizado un escandaloso romance. Philippa Gregory cuenta la historia de Jaquetta en La Señora de los Ríos. Una pena que ese libro no haya sido incluida en esta serie. Ahí se describe la juventud de Jaquetta, su vida en Borgoña y su amistad con Juana de Arco, cuando la santa era prisionera de los borgoñones. Como Juana, Jaquetta posee dones mágicos (premonición y poder sobre el agua) que adjudica a su antepasada Melusina. Cuando Juana es entregada a los ingleses y ejecutada, Jaquetta se da cuenta que es peligroso tener poderes.


A los quince años, Jaquetta es enviada a Inglaterra a casarse con el Duque de Bedford, hermano del Rey Enrique VI. Ya en tierras inglesas. Jaquetta descubre que a su marido no le interesa la consumación del matrimonio. El Duque es alquimista y quiere utilizar los dones de su esposa para sus fines. El cree que la virginidad aumenta el poder de esos dones. A Jaquetta no le importa ya que pronto se enamora de Richard Woodville, el escudero del marido y se hacen amantes. El Duque muere y su viuda rápidamente se casa con el escudero provocando un gran escándalo en la corte.

Por suerte para la pareja, Jaquetta está bajo la protección de Margaret de Anjou. La reina consigue que el marido le dé al escudero el título de “Conde Rivers” (Ríos). Así Jaquetta se convierte en Lady Rivers (la Señora de los Ríos). Los Condes tienen 14 hijos y son muy felices, aunque no comerán muchas perdices.

Jaquetta está más unida a Elizabeth que a sus otros hijos. Tienen una relación muy bonita, algo que resalta en una serie donde las madres o son obsesivas (Margaret de Beaufort, Margaret de Anjou) o crueles y descariñadas (Lay Beauchamp, Lady Warwick).

Se implica que la razón por la cual Jaquetta presta más atención a Elizabeth que al resto de su progenie es porque la ve como su heredera en la práctica de las artes mágicas. “Eres de mi linaje” le dice constantemente. Elizabeth es aquejada de sueños y visiones premonitorios. Lástima que no sepa interpretarlos sino sabría que sus hijos morirán en la Torre de Londres, que no se puede confiar mucho en Margaret de Beaufort y que Edward, además de serle infiel, se pondrá más gordo que Robert Baratheon.

Jaquetta no tiene visiones, pero si sabe consultar medios de adivinación como espejos e hilos de pescar. Su hija consulta estos últimos, cuando Edward anda amurrado por su rechazo, y encuentra engarzada en el hilo una pequeña corona que se convertirá en su anillo de bodas.


El poder sobre el agua lleva a Jaquetta a combinar sus esfuerzos con los de su hija para confeccionar un hechizo que le asegure la corona al yerno. Desde que Warwick le hizo la guerra, la posición de Edward en el trono anda tambaleando. Incluso su hermano George (David Oakes), que a través de la serie cambia de bando más veces que Meñique, lo abandona para pasarse al  enemigo. El Hacedor de Reyes ve potencial de monarca en George y lo casa con su hija mayor, Isabel (Eleanor Tomlinson).

Isabel queda embarazada. Edward y Elizabeth, tienen tres hijas, pero ningún heredero. Si Isabel pare un varón tendrá más derechos a la corona.  La mejor solución para las brujas es provocar una tormenta que impidan a Warwick y su familia llegar a Francia En la tormenta Isabel pierde al niño.



A pesar de que Elizabeth se siente contrita, las constantes perradas de Warwick la obligan a seguir tomando medidas mágicas en contra del Hacedor de Reyes. Cuando Warwick apresa y ejecuta, sin juicio alguno, al padre de Elizabeth, La Reina Blanca le pide a su madre que le enseñe a vengarse. Así Elizabeth escribe una lista de enemigos a lo Arya Stark (y al parecer con sangre) y la quema.


 Como en los próximos años, Warwick, George, y otros encuentran muertes violentas, tenemos que darle algún crédito a la brujería real. Más aun cuando la batalla en donde perece Warwick también está manipulada mágicamente por ya sabemos quiénes. La bruja madre y su hija bruja- reina elevan una espesa bruma que ayuda a camuflar al ejercito de Edward y a acabar con el enemigo.



Philippa Gregory no es la primera en abarcar estos elementos mágicos. En The King’s Grey Mare (La yegua gris del Rey) Rosemary Hwley Jarman explora esta reputación brujil de Jaquetta y su hija, pero al contrario de Philippa Gregory, las retrata de manera negativa como mujeres ambiciosas y mal intencionadas.

¿Existe alguna justificación histórica que certifique la mala fama de The White Queen y su madre? Se sabe que los Luxemburgo juraban que descendían de Melusina, algo que compartían con muchas otras familias linajudas de entonces. Eventualmente, Jaquetta fue juzgada y exonerada por hechicería. Ocurrió esto en un momento vulnerable, en que el Rey Eduardo andaba prófugo y no podía socorrer a la suegra. Pero Jaquetta, que como concuerdan novelistas e historiadores, era mujer de carácter fuerte supo defenderse lo más bien de acusaciones torpes de que andaba haciendo muñequitos vudú, un tipo de hechicería que nunca la vemos practicar en la serie.


Jacquetta camino a su juicio (Fanpop)


 Más adelante, ya muerta Jaquetta, Ricardo Tercero volvería a argumentar que el matrimonio de su hermano fue el resultado de los esfuerzos combinados de ese par de brujas, por lo tanto, era invalido. Obvio que Ricardito, jorobado maldito que era, necesitaba de algún argumento para explicar su usurpación.

Lo curioso es ver una época en que la nobleza, la realeza, los ilustrados y hasta el poder judicial, ni hablar del eclesiástico, estaban totalmente convencidos de que las brujas podían manipular reyes y dirigir reinos con sus pociones. La serie señala como la histeria anti-bruja surge de la clase alta, de las mismas familias de Eduardo.

A Isabel, Duquesa de Clarence, se le mete en la cabeza que Elizabeth tuvo que ver con su primer malparto y que la ha maldecido impidiendo que tenga un heredero varón. Su hermana Anne Neville (Faye Marsay), a pesar de que, si tiene un hijo varón, le hace coro y ambas le llenan la cabeza de estas historias a George, el duque de Clarence.
George a punto de enviudar(BBC)

܁Cuando George queda viudo, justo cuando Isabel ha parido al deseado heredero, no se le ocurre nada mejor que acusar a Elizabeth de matar a su mujer. ¡Ah y también al perro al que le da por morirse en esos días! Como nadie le hace caso, George decide defenderse contratando un mago para que lo proteja de los hechizos de su cuñada. Al imprudente mago se le antoja augurar el fallecimiento del rey, un crimen que entonces ameritaba la muerte. 

Al mago lo ahorcan y George, que sigue metiendo las patas termina, tal como cuenta la leyenda, metiendo la cabeza en un barril de vino hasta que se ahoga. Y por supuesto los espectadores nos preguntamos si tan triste final tuvo que ver con que Elizabeth anduviera quemando listas de sus enemigos.

La serie pinta claramente a Jaquetta y a su hija como brujas. Jaquetta ejerce su poder con juicio, su hija se deja llevar por arrebatos vengativos, pero ambas son conscientes de su calidad de magas. incluso la familia las ve como tales." ¿Qué hechizo están tramando?"pregunta risueño Lord Rivers cuando ve a su mujer e hija hablando bajito. En la vida real, también fue un hecho aceptado que eran brujas, pero eso tuvo más que ver con la ignorancia de la época que con los verdaderos poderes de La Señora de los Ríos y su hija, La Reina Blanca.

martes, 7 de julio de 2015

Sin Licencia Para Amar: Vanessa Ives, Melusine, Dame Ragnell y otras mujeres monstruosas


Un detalle novedoso del ultra original compendio de virtudes que componen a Vanessa Ives, protagonista y raison d’etre de “Penny Dreadful”, es su incapacidad de disfrutar de su sexualidad. Tras años de meterse en líos cada vez que se metía en la cama de alguien, el personaje de Eva Green descubre a fines de la primera temporada que cada encuentro sexual es una invitación para que un demonio la invada. Como Vanessa, hay mujeres en el mundo del mito, leyenda y fantasía que no pueden amar, sea porque representan un peligro para la pareja, o porque su apariencia hechizada inhibe el contacto con cualquier posible amante.

Que a Vanessa la ronden los demonios y que se manifiesten como un espejo de su sensualidad no es de sorprender. Ya  Los Textos Apócrifos  nos cuentan  la historia de la pobre Sarah cuyos maridos tienen la mala costumbre de morirse en su noche de bodas, y siempre antes de consumar su unión. La eterna virginidad de Sarah se debe a que ha provocado la pasión de nuestro conocido Ashmedai, Rey de los Shedim, y que es Su Majestad quien se presenta en la cámara nupcial para acabar con sus rivales.

Sarah, a diferencia de las mujeres de mis novelas, no cede ante los caprichos del Rey y se le enfrenta aun sabiendo que lo que le espera es una soltería eterna y que jamás vivirá su “hora de felicidad”. Para suerte de ella se le aparece su primo Tobías, que viene de protagonizar su propia road movie en donde su compañero de viaje  ha sido el mismísimo Arcángel Rafael. 


Tobías se casa con Sarah, a pesar de la mala reputación de la archiviuda. El Arcángel le da al novio un emplasto hecho con tripas de pescado. Tobías, en vez de pasarse la noche de bodas en merecumbé, hace que su esposa se le una en oración. Aparece el Rey de los Shedim, los ve rezando y no fornicando, huele la peste a pescado y emprende veloz  rumbo a Egipto. Tobías y Sarah pueden vivir felices, comer perdices, y hacer el amor cuantas veces lo permita el calendario judaico.

A lo mejor eso es lo que tendrán que hacer en Penny Dreadful para desencantar al “Pequeño Escorpión”. “Desencantar” es un término de cuento de hadas, una forma de literatura donde proliferan  mujeres hechizadas que solo pueden volver al mundo real gracias a la intervención  de un valeroso príncipe o héroe. En la Saga de los Nibelungos, tenemos a Brunilda en su lecho flamígero, ahí está La Bella Durmiente del Bosque sumida en profundo sueño,  y  Rapuncel encerrada en su torre. Todas  son ejemplos de mujeres que no pueden vivir y menos amar hasta que llegue el hombre de su vida a desencantarlas.


Un caso diferente tiene lugar en el cuento de Hans Christian Andersen, “La Sirenita”. La heroína del cuento es una princesa marina, mimada por su familia, que ve alterada su existencia al enamorarse de un humano. A la que Disney llamaría Ariel solo le queda un camino. Cambiar su destino y apariencia vendiéndole su voz a una bruja. Es una metáfora de los peligros del amor que obligan a las mujeres a dejar de ser ellas y a perder su derecho a expresarse, a cambio de ser felices junto a un hombre.


A pesar de que Disney y “Once Upona Time” (y Ron Howard en su comedia romántica “Splash”) insisten en darle un final feliz a este cuento, la verdadera Sirenita pierde todo derecho a amar e incluso a volver a ser quien fue. La moraleja es cada oveja con su pareja, pero también que hay mujeres que no pueden obtener el amor que desean porque no son de este mundo. ¿Será el caso de Vanessa?

Hay  casos de mujeres de otro mundo que pueden ser felices en el mundo humano. Es lo que ocurre con Kim Basinger en la comedia de ciencia ficción “My Stepmother is an Alien” (completa y en español). Celeste  es una marciana que viene a la tierra investigar y detener un experimento que puede afectar a su planeta. Tras descubrir las maravillas terráqueas, como el whisky, los sándwiches, Jimmy Durante, y sexo y romance, Celeste dice que prefiere vivir con los terrícolas,  amar a Dan Ackroyd y formar con él una familia.

Curiosamente, este es un motivo que aparece en cuentos del folklore universal, sin ese final feliz. La esposa sobrenatural nunca se adapta a la vida normal ni puede resistirse a los prejuicios humanos que terminan por quitarle la licencia para amar. La leyenda de Melusine es el ejemplo más conocido.



Debido a una maldición, el hada Melusine se convierte dragón un día de la semana. Raymond de Lusignan, Conde de Poitou se enamora de ella. Se casan, tras él prometerle que la dejará en paz un día a la semana. Son muy felices y tiene como cien hijos (de los cuales muchas familias reales europeas dicen descender). Pero, pero, la curiosidad  gana al Señor Conde, la espía y al romper el tabú también deshace los lazos matrimoniales. Melusine no puede ser feliz con un hombre que no cumple sus promesas y que es incapaz de  confiar ciegamente en ella. Se marcha llevándose a sus hijas y dejando los hijos varones con el padre.


Aunque este cuento, que con variaciones existe a lo largo del globo terráqueo, y puede interpretarse desde el punto de vista femenino/feminista de una mujer que insiste en mantener su privacidad e independencia, cambia si se le ve desde la óptica masculina. ¿Qué tal si a Raymond no le gustó una mujer con escama y se buscó una con piel más tersa? Por algo, Melusine ocultaba su transformación. Y después de todo las razones para ser amada en nuestro Siglo XXI van asociadas a rasgos físicos supuestamente perfectos.

No se necesitan ver las mil y un versiones del cuento de Betty La Fa para reconocer que las arrugas, el sobrepeso, y la falta de atributos corporales y faciales, afectan las posibilidades de una mujer de conseguir la pareja deseada. La fantasía también hace eco de esa realidad y muchas veces la doncella hechizada presenta apariencia monstruosa que la hace repelente a la vista.

De ese motivo folclórico, mi favoritas son las leyendas asociadas con las loathly hags (viejas repugnantes) que encontramos en los cuentos celtas. El primero  es el de Niall de Los Nueve Rehenes. En uno de esos concursos para ver quién tiene más méritos para ser rey de Irlanda, Niall y sus hermanos llegan a una fuente mágica custodiada por una vieja fea. La vieja exige un beso como pago por un trago  de agua. Solo Niall se anima y... ¡oh, maravilla! La vieja se vuelve guapa y joven y lo corona rey.

Más triste es la historia de Diarmuid  y el Hada que pertenece al Ciclo Feniano. Diarmuid es el más joven de la Banda de los Fianna, los legendarios guerreros de la antigua Irlanda. Una noche, llega una  anciana y andrajosa mendiga a suplicar techo y comida al hall donde duermen los guerreros. Todos  la rechazan con asco. Solo el joven Diarmuid le hace un espacio cerca del fuego. Pasan la noche juntos y a la mañana siguiente ocurre la conocida metamorfosis. La Loathly Hag es una poderosa y hermosa fae. Se casa con Diarmuid y hasta le pone una mansión cerca del mar. Solo le impone una condición. Nunca recordarle que fue fea, vieja mendiga. Como el Señor de Lusignan, Diarmuid rompe la promesa y como Melusine, el hada se marcha.
·De The Enchanted World: Spells and Bindings de Time-Life Books


Diarmuid, muy arrepentido, parte en una de esas búsquedas heroicas hacia el Otro Mundo, ahí encuentra  que su mujer, que es hija del Rey de Las Hadas,  yace  moribunda. El dolor de la separación la está matando. A continuación hay otra búsqueda por la cura que es suministrada por un druida. Diarmuid recibe una copa cuyo contenido debe beber su mujer, pero el druida le advierte: apenas la beba el hada sobrevivirá, pero el amor que el guerrero siente por ella desaparecerá. Efectivamente, la pócima salva la vida del hada, pero Diarmuid deja de amarla en ese instante demostrando otra vez que hay criaturas fantásticas sin licencia para  el amor.

·De The Enchanted World: Spells and Bindings de Time-Life Books


Aunque hay muchas leyendas similares  no se puede hablar de hags sin mencionar a la Dame Ragnell del Ciclo Artúrico cuya existencia fue cantada en varios poemas medievales e incluso es incluida en uno de los más famosos trabajos literarios del Renacimiento, Los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer.

Estos son los puntos básicos del relato. El Rey Arturo se mete en problemas con un caballero que lo emplaza. En un año el monarca deberá responder una pregunta que siglos más tarde todavía no tiene respuesta: ¿Qué es lo que desean las mujeres? Si la respuesta no es la adecuada el caballero decapitará a Arturo.


Como sabemos es una pregunta difícil de responder hasta para Mel Gibson, pero al auxilio del rey llega Dame Ragnell, la hermana del caballero. Está dispuesta a darle la respuesta (que solo revelará Arturo al hermano de la dama) que salvará la vida del rey, pero a cambio, exige la mano del soltero más cotizado de Camelot, Ser Galván, el sobrino de Arturo.
(Goodreads.Com)

Como buen caballero, Galván se dispone a sacrificarse a favor de su tío.  Y sacrificio es en verdad porque Ragnell es vieja, fea, contrahecha y muy grosera. Se celebran los esponsales. Todos murmuran a espaldas de los novios. Las burlas ya tienen chato a Galván. Más encima, la novia durante su banquete de bodas, se porta más ordinaria que Tyrion Lannister en el suyo.
·De The Enchanted World: Spells and Bindings de Time-Life Books
Finalmente los novios se encuentran solos en la alcoba nupcial. Fiel a su palabra, Galván se dispone a consumar su matrimonio. Es ahí cuando ocurre el milagro y Ragnell pasa a ser despampanante. Me imagino que luego de la consumación será cuando Ragnell le explique a su marido que está hechizada, y que su licencia para amar trae límites. Puede ser atractiva para él solo en sus noches de amor. O en cambio, puede acallar todas las burlas, deslumbrando a la corte con su belleza para volver a ser vieja ramplona a la hora del sexo.

“Vos elegís” le dice la dama.
Galván lo piensa mucho, pero se encuentra en un dilema y finalmente dice
“Os dejo a vos la elección, Mi Señora.”

Y esa es la punchline, porque al decir esas palabras, al ceder su derecho de amo y señor, Galván está expresando la respuesta secreta que salvó la vida de su tío, pero también está desencantando totalmente a su esposa. Lo que las mujeres quieren es tener la última palabra, el derecho a escoger y solo así pueden romper cualquier hechizo que las domine y les impida amar.

Nuestra óptica moderna encontrará muchas explicaciones sicológicas a estos ejemplos que he descrito. A mí lo que más me impresiona  es la conciencia de los narradores antiguos de lo difícil que siempre ha sido para una mujer “especial” poder encontrar el amor y vivirlo a su manera.