domingo, 15 de noviembre de 2015

La redención del incubo o la culpa la tiene la súcubo


De verdugo de mujeres inocentes, el incubo literario  pasó a ser una víctima que necesitaba ser rescatada precisamente por una mujer de la que se enamoraba. El amor pasó a  ser la falla trágica del  héroe satánico y lo vemos en innumerables ejemplos. El ultimo ha sido “Crimson Peak”, donde el amor que Edith inspira en el caza fortunas con el que se ha casado trasciende incluso la muerte.

Esta es obviamente una fantasía femenina. Si el amante demoniaco responde a un miedo atávico a una pesadilla digna del cuadro de Fuseli, la idea de ser redentora/salvadora de tan poderoso monstruo es una forma de defenderse del magnetismos satánicos y emerger del cuento como heroína badass. Sobre todo cuando el incubo está emparejado con una súcubo que en la mayoría de los casos lo domina.

El término “amante demoniaco” (Demon Lover) se fabrica en días de la primera literatura gótica, pero ya antes circulaba la idea de seductores impíos: desde el Don Juan de Tirso  de Molina a Lovelace, desde Fausto al Valmont de Choderlos de Laclos. La diferencia con este último es que ya vemos en el Vizconde tres puntos que  lo acercan a héroes como Sir Thomas: su amor sincero por La Presidenta de Tourvel, la inferencia de que ha obrado mal por influencia de la Marquesa  de Merteuil, y su redención final.

Si anteriormente el incubo era el azote de toda mujer virtuosa, ahora pasaba a ser un individuo un poco perdido cuya maldad nacía de su asociación con otra habitante del mundo gótico: la femme fatale. Tal como el incubo esta vampiresa desciende de un precedente religioso-folclórico, de las terribles súcubos que asaltan en todas las culturas a humanos dormilones y desprevenidos.

Confieso que me irrita un poco este triangulo porque por un lado disminuye al héroe, por otro sitúa la culpa en una mujer que, en un mundo de hombres, intenta ejercer su derecho la libertad sexual. Mas también es cierto que gente como la Marquesa de Merteuil, la gran villana de Las Relaciones Peligrosas ,es irredimible hasta el punto de ser repelente. Aun así, ella confiesa que su libertinaje nace de una necesidad de vengarse de los hombres y se queja de que  Valmont puede abiertamente ser un canalla en cambio ella debe fingir virtud. O como lo expresa Sarah-Michelle Geller  en “Juegos Sexuales” (para mí la mejor adaptación de la novela de Choderlos de Laclos)  “I’m the Marcia Fucking Brady of the Upper East Side and sometimes I want to kill myself”.




A diferencia de otras versiones que fieles al original hacen que Tourvel, el gran amor de Valmont muera al saberlo difunto, “Juegos Sexuales” deja que sea Anette (Reese Witherspoon) quien vengue al difunto satánico. Tras seducirla ,Sebastian Valmont (Ryan Philippe) descubre que ama  a Anette. Repudia la apuesta, repudia a Katherine Merteuil (Geller) e intenta cambiar su estilo de vida, pero la venganza de la súcubo despechada lleva a Sebastián a la muerte, precisamente intentando evitar que Anette sea atropellada. Antes de morir, Valmont le ha enviado a su redentora las pruebas de su libertinaje y de la hipocresía de su hermanastra. Anette las usa para desenmascararla. Es un caso donde la redentora continúa su trabajo yendo más allá de salvar al héroe satánico de sí mismo,  al destruir a quien lo destruyó.

Vemos eso mismo en “Crimson Peak “(Spoilers para quien no la haya visto) . Thomas (Tom Hiddleston) ha sido parte de un macabro complot que involucra seducir y casarse con millonarias a las que luego asesina. Lo hace incitado por Lucille (Jessica Chastain), su hermana-amante. El problema es que se enamora de su última víctima  (Mia Wasikowska) y se rehúsa a escabecharla. La exasperada Lucille  lo mata. Convertido en fantasma, Sir Thomas es más útil que vivo. Y será él quien ayude a su viuda a vencer el mal que infecta a Crimson Peak. Antes de huir, Edith acaba con su carrera de redención ultimando a Lucille.


Recuerdo la primera película “adulta (con sexo grafico, pero no necesariamente pornográfico )que vi en mi vida. Tenía yo entonces doce años.  Era una de esas películas de suspenso/terror de la Hammer, y se titulaba “La Condesa Drácula”. A pesar del título, no había vampiros ya que la condesa era la infame Elizabeth Bathory. La anciana (Ingrid Pitt) aristócrata húngara, tras golpear a una criada, descubre los poderes rejuvenecedores de la sangre de virgen. 


Un par de chicas asesinadas y desangradas, y Elizabeth se quita medio siglo de arrugas. ¿Cómo explicar su súbito rejuvenecimiento? Fácil. La Condesa tiene una hija, Ilona, encerrada un convento. Elizabeth se hace pasar por Ilona y nadie sospecha nada. Llega Imre (Sandor Eles), el prometido de Ilona (a la que de acuerdo a los cánones de la poca, no ha visto en su perra vida). Queda encantado con la vivaracha usurpadora y se plantan unos buenos revolcones en el establo.
Imre y Elizabeth

Con el tiempo, y con la desaparición paulatina de vírgenes en la aldea, Imre descubre quien es realmente su prometida, pero es demasiado tarde, se ha convertido en su cómplice y está ligado a la Condesa Sangrienta. La crisis estalla cuando Ilona (Lesley-Anne Down) abandona el convento y emprende el camino de vuelta al hogar. Elizabeth manda secuestrarla ,y cuando se le acaba la sangre, decide sacrificar a su propia hija. Imre conoce a la verdadera Ilona y tiene una epifanía. Solo rescatándola podrá redimirse. Se descubren los crímenes de la Bathory, histérica esta se abalanza sobre Ilona, puñal en mano. Imre se interpone y pasa a ser otro más de esos héroes redimidos, pero muertos.

No es que  la literatura gótica prefiera a sus íncubos muertos. Así lo demuestra Charlotte Bronte que en Jane Eyre recobra al Demon Lover en todo su esplendor. Como buen héroe satánico, Edward Rochester es impío, aristocrático y soberbio. Un ángel caído que se complace en humillar y manipular a la institutriz de su hija bastarda. Su acto más deleznable es llevar a Jane al altar, olvidando un pequeño detalle, revelarle que tiene esposa viva y pataleando encerrada en la buhardilla.
 
Irónicamente, es La Loca del Desván la culpable de la maldad de su marido. Digo irónicamente, porque Bertha es una enferma mental, pero Rochester la acusa a ella y a su familia de haberle ocultado que la locura estaba en los genes familiares. Por eso lo ha condenado a vivir atado a una demente.

Para aumentar el efecto nocivo de la pobre orate, la novela lleva a Bertha a incendiar Thornfield Hall y a casi matar a su esposo cuando Rochester intenta rescatarla. Pero el héroe satánico totalmente redimido (aunque ciego y chamuscado) sobrevive y puede ser feliz junto a su ángel redentor.

Casi un siglo más tarde, otra maestra del neo-gótico, Daphne Du Maurier, retoma el tema en su oscura Rebecca. Aquí el poder del mal está encarnado en la mujer del título, que aunque muerta sigue haciendo daño. De nuevo tenemos una mansión donde pesan fantasmas y secretos. De nuevo tenemos una ingenua que llega a Manderley como esposa, pero pronto se da cuenta que es la muerte, y no el amor, lo que la espera ahí.

 ¿Lady Olenna y Tywin Lannister? No, Mrs. Danvers y Max de Winter en Rebecca (1997)

Para la narradora el ser la segunda Mrs. de Winter tiene un precio: luchar contra el fantasma de un súcubo, ser perseguida y acosada por una siniestra ama de llaves que mucho se parece a Lucille Sharpe y descubrir que se ha casado con un hombre corrompido por una mala mujer y cuya única salida fue convertirse en auto-viudo.   Como en Jane Eyre, hay un incendio, Mrs. Danvers, la siniestra ama de llaves desaparece y Max, exonerado, puede ser feliz junto a su nueva esposa. 

Sin embargo, en la fantasía gótica moderna el héroe satánico seguirá muerto... Revirtiendo a sus orígenes  los amantes demoniacos vuelven  ser vampiros. Ya he hablado en otro sitio del cambio de imagen total que el vampiro ha sufrido en el género fantástico a partir de la segunda mitad del siglo XX, pero solo recién vengo a darme cuenta que la beatificación de la etnia chupa-sangre va conectada al proceso de salvación del incubo. 

domingo, 8 de noviembre de 2015

Íncubos, vampiros y héroes satánicos: Los “Demon-Lovers” de la ficción gótica


Aun los críticos de “La Cumbre Escarlata,” la última obra de Guillermo del Toro, han tenido palabras de elogio para Tom Hiddleston quien enfrenta el desafío de interpretar a un ambiguo protagonista. Sir Thomas comienza como villano seductor para acabar como víctima heroica. Para las “jaimeras” Sir Thomas comparte ciertas características con El Matarreyes, lo que no es coincidencia. Ambos pertenecen a un arquetipo  conocido por los fans de la ficción gótica: como el amante-demonio (Demon-Lover). ¿De dónde sale este personaje y cómo pasa de villano a héroe?

Para encontrar el origen de este anti-héroe hay que viajar a la antigüedad más vetusta  donde lo encontramos en la primera épica literaria de la historia. Gilgamesh, el héroe sumerio, era hijo de un lilu, un demonio del folklore de Mesopotamia. Estas criaturas tenían la mala costumbre de seducir y embarazar humanas, a las que se les aparecían de noche aprovechándose de sus víctimas dormidas (el equivalente femenino eran las lilitus. De ahí viene Lilith).

Tras el cautiverio babilónico, los hebreos regresan a Tierra Santa portando todo ese bagaje mítico que integran a su folclore y así tenemos también historias de los Shedim, una raza superior a la humana,, intermedia  entre ángeles y demonios cuyos miembros son capaces de seducir, secuestrar, incluso casarse con humanas que les parezcan atractivas. Ya he comentado anteriormente (y los que han leído mi novela conocen este tema) sobre el Rey Ashmedai, monarca de los Shedim, y su apetito por las humanas bonitas, tal como lo describe El Libro de Tobías, parte de los textos bíblicos.

Aunque la iglesia medieval  crea de manera dogmática que los siervos de Don Satas  acosan a sus feligresas dormidas o despiertas, el folclore universal también adjudica estos malos hábitos a muchas criaturas míticas, duendes como el Alp alemán o el Trauco chileno,  hadas  como el Gancanach irlandés ,  incluso animales que se transforman en hombres seductores. En el Lejano Oriente son los zorros los que sufren una metamorfosis para  tener relaciones sexuales con humanos y humanas. En el Brasil se habla de los Botos, delfines que se transforman en hombres para enamorar a chicas bonitas.

El mayor peligro de estos Casanova sobrenaturales recae en los hijos que dejan en medio de la población mortal. A pesar de que algunos de estos infantes son portentosamente hábiles como es el caso del Mago Merlín de la Leyenda Artúrica, la mayoría  son criaturas contrahechas y debiluchas. De ahí viene el topo del changeling, la idea de que todo crío deforme o enfermizo sea producto de una relación con un ser de otro mundo.

Los cuentos de hadas son también una excelente fuente de información sobre estos caballeros fantásticos. Mi primer encuentro con un amante-demoniaco fue un cuento francés que encontré en una colección de leyendas universales. En la Provenza medieval, la aldeana Margarita tiene la suerte de ser la elegida por un forastero  para esposa. Todos la envidian porque el novio se nota que es un gran señor. El novio se lleva a Margarita lejos, a un castillo enlosa paramos. Para abreviar el es un vampiro que  está muy lejos de ser un Edward Cullen. La ataca y ahí acaba la luna de miel.
Cuando leí el cuento le vi tremendas similitudes con la historia de la Princesa Dalal, un cuento intercalado de los muchos de ese tipo que encontramos en ese universo literario que son Las mil y una noches.

El relato es  parte del ciclo de “Los 16 Capitanes de Policía “y lo cuenta el sexto capitán. Dalal, hija de reyes, parece no ser muy amiga de la higiene porque un día peinándose se encuentra un piojo en el cabello. En vez de matarlo, lo encierra en un ánfora de aceite. El piojo engorda y crece hasta romper la fuente, huye del palacio y se pone a comerse el ganado de la región. Lo matan, pero el rey reflexiona que tal como el piojo, su hija un día va a querer libertad y es mejor casarla. Manda despellejar al piojo y cuelga la piel en la puerta del palacio. El que adivine de qué animal se trata se llevará la princesa como  premio.Obviamente, nadie adivina hasta que un día llega un extraño que sorprende a todos al decir “se trata de un piojo engordado en aceite”. El rey despacha a Dalal con su nuevo marido. El se la lleva lejos, lejos y para abreviar, resulta ser un algol, un vampiro arábigo.

Lo que estos cuentos hacen, amén de presentarnos al “amante demoníaco” siglos antes que la ficción gótica y romántica crearan el término, es ofrecernos una fábula con moraleja sicológica. El amante demoníaco representa la sexualidad contenida de sus víctimas. Es una alegoría de lo que puede ocurrir si las mujeres se dejan llevar por sus pasiones. El rey teme a la sexualidad pubescente de Dalal, pero su solución es desterrarla entregándola a un desconocido que puede hacerle daño. Margarita deslumbrada por el forastero cae en la guarida de un vampiro.

La lección  es clara. Hay que tener cuidado con estos hombres y con las pasiones que nos llevan a ellos. Sobre todo hay que temer e al amor que nos saca de nuestra confort zone y nos aleja de lo familiar para internarnos en lo desconocido y lo peligroso. Margarita bien podría ser Bella  de Crepúsculo y querer convertirse en vampiro. Dalal es Edith Cushing que abandona su tranquilo y puritano mundo de la Nueva Inglaterra para irse a vivir en una mansión peligrosa en todos los sentidos (si hasta el piso está podrido) al lado de gente muy bonita pero corrupta y letal como lo son su marido, y su  cuñada Lucille que le anda sirviendo tés envenenados.

Mucho se discute de si “La Cumbre Escarlata” es un filme de terror o suspenso. Desde el momento en que  hay fantasmas y casas que supuran sangre ya nos adentramos  en los dominios de lo paranormal. Y aunque Sir Thomas puede ser un vulgar caza fortunas como los que aparecen en las novelas de Henry James o incluso un psicópata ambicioso del film noir, es el poder sobrenatural que tiene sobre Edith lo que lo   distingue de la fauna ya mencionada.

En su reseña de “Crimson Peak”, la Reina Estelwen comenta la incoherencia del personaje de  Edith que de feminista independiente pasa a ser la niña dócil deslumbrada por  Thomas. Eso solo tiene lógica si se le asocia al mito del incubo, si se le adscribe a Thomas el poder hipnótico  que un demonio o vampiro ejerce sobre su presa. Ee magnetismo  va asociado a una dependencia sexual por parte de la víctima y es la característica más siniestra de la tipología del “amante demoniaco”.

Cuando Lady Caroline Lamb crea a Lord Ruthven el protagonista de su novela Glenarvon está  desahogando su despecho al intercalar en su roman a clef las características  mas siniestras de  su ex amante, Lord Byron. La sociedad de entonces, escandalizada por ese exabrupto, repudia a Lady Caroline y el mundo olvida rápidamente la novela. Hasta que un par de años después Polidori, médico de Byron, rescata a Ruthven, lo convierte en el protagonista de su novela debut y crea un inmortal género del horror: la crónica vampírica.

 El Vampiro,  como Frankenstein, fue escrita en ese año sin verano en que Byron, Los Shelley y Polidori se refugiaron en una villa suiza. Aburridos de tanta lluvia, en una noche de tormenta, deciden   competir en su propia versión de Nanowrimo.  Es ahí que el médico escribe El vampiro, la historia de Lord Ruthven, un típico héroe byroniano aristócrata, seductor e inescrupuloso.  Seduce y mata a Ianthe ,la joven griega amada por Aubrey, el narrador y compañero de viaje de Ruthven. Antes Ianthe le cuenta a Aubrey sobre el mito del vampiro. Ruthven y Aubrey continúan su viaje y son atacados por bandidos. El agónico Ruthven hace jurar al narrador que nunca le contará nadie que ha muerto. Aubrey regresa a Londres y poco después aparece Ruthven. Inmovilizado por su promesa, Aubrey no puede evitar que Ruthven seduzca a su hermana y la mate en su noche de bodas.


Con este cuento Polidori incorpora a la literatura inglesa el mito del no-muerto que ahora será combinado con  el héroe-satánico. La diferencia está en que en el folclore balcánico un vampiro es un monstruo repugnante, pero en la literatura gótica será un ser atractivo al menos poseedor de un poder mágico para dominar sexualmente a sus víctimas. Ese dominio, es lo que obliga a criaturas sensibles y sensatas a olvidar sus valores e ideales y servir a un individuo perverso. En el Drácula original se menciona constantemente, sobre todo por Mina, este hechizo que las víctimas del vampiro son incapaces de repeler.

En la versión de Drácula de 1976, tenemos este caso.  Lucy, la protagonista es como Edith independiente, liberal, instruida, mas encima es sexualmente activa, pero eso no la salva de caer sumisa en la cama de un seductor Drácula que vive en una casa tan dilapidada y surrealista como Crimson Peak.

El héroe satánico no necesita tener colmillos para dominar sexualmente a la protagonista y se convierte en un personaje omnipresente de la novela victoriana. Satánicos serán Heathclieff y Rochester, pero el seductor letal demoníaco por excelencia es el protagonista de una novella de Oscar Wilde donde nuevamente se cruza al terreno fantástico. Y ya saben quién es, uno que seduce gracias al truco mágico de permanecer eternamente joven y hermoso.


Pero Doryan Gray tiene la capacidad de redimirse o de demostrar algún remordimiento. Sucede que paralelamente al auge de este incubo literario, los héroes byronianos están salvando su alma gracias al amor de una buena mujer. En El Retrato de Doryan Gray, Oscar Wilde hace mencion a Gladys como fuerza redentora capaz de neutralizar la maldad de su protagonista. Eso ya venía de  la era romántica donde Don Juan Tenorio alcanza el perdón de sus pecados gracias a la intervención de Doña Inés. (Cont.)