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jueves, 6 de diciembre de 2012

Cuando "Medieval" es Sinónimo de “Fantasía”: Ladyhawke y otros experimentos parecidos



 Este diciembre ando en onda medieval. Hace poco veía “Ironclad” y  la semana pasada me tragué los 264 minutos de “Arn, El Templario”, una miniserie sueca. A pesar de que ambas historias tienen lugar en geografías reales y momentos históricos puntuales, el solo ver hombres  con cotas de mallas dándose espadazos y besando a damas de cabelleras rapuncelicas y mangas de pagoda ya me hacia esperar que por alguna torre aletearía un dragón o por alguna almena saltaría un brujo con espada flamígera en mano. ¿Será por el auge de la Alta Fantasía que equiparamos todo lo que tiene que ver con el Medievo con hechicerías, monstruos míticos,  y sucesos prodigiosos?

Es curioso porque la fantasía épica nunca tiene lugar espacio en nuestro planeta, y de las muchas sagas medievales que han llegado a la pantalla pocas incluyen elementos fantásticos. Aun así, la imaginación popular ve factores comunes entre género “sword and sorcery” y los sucesos que tuvieron lugar en ese espacio cronológico  post- Caída del Imperio Romano y pre-Guerra de los Cien Años.

Otra razón para fusionar ambos géneros (al menos en nuestra mente) es la fascinación moderna con  la literatura de “conspiración”  tipo Dan Brown que crea thrillers basados en intrigas medievales casi siempre emparentadas o con Los Cátaros,  Los Templarios o algún otro grupo díscolo de la época. He ahí otro motivo para creer que en los días de La Orden del Templo los hechiceros y  las criaturas fantásticas sobrenaturales deambulaban por  calles  y campiñas de una Europa de la que se tiene poco conocimiento.

(historiamundo.com)


 La  Edad de las Tinieblas es tan ignota históricamente hablando que se especula que pudo haber caído un asteroide en algún punto del planeta el siglo VI, lo que habría provocado la Caída del Imperio Romano y todos los desastres consiguientes. También se ha hablado de la erupción de un mega volcán que afectó por siglos el clima continental y que acabó  con criaturas que hoy son míticas pero que se extinguieron por aquel entonces.

 Sabemos que esos días oscurantistas se perdieron manuscritos de valor incalculable. Incluso, reinos como Jazaria nacieron y desaparecieron en esos días nebulosos. Poco ha de sorprender entonces que el mundo medieval sea terreno fértil para especulaciones sobre sucesos portentosos. Lo que si sorprende es la poca calidad de la ficción histórico-fantástica que tiene lugar en la verdadera Edad Media.

Aparte de obras derivadas de la Leyenda Artúrica, que nunca pasa de moda, no veo nada muy interesante o de calidad en ese grupo que también abarca variaciones sobre leyendas celtas como  La Trilogía de Seven Waters de Juliet Marillier. Esta última  esté bien escrita, pero resultó demasiado triste para mi gusto.  Hadas escocesas, templarios franceses y dragones vikingos son también tema para muchas series fantásticas que no logran atrapar mi interés. Mucho menos los cuentos de hadas y elfos de Karen Marie Moning que serán muy populares pero que para mi son un chic lit situada en espacios sobrenaturales.



Es por eso que me puse a pensar en qué obras de ficción se ha conseguido conjugar apropiadamente el universo histórico medieval y los elementos fantásticos. Solo acuden a mi memoria dos películas. Obvio que los ejemplos que voy a darles corresponden únicamente a mi siempre subjetivo gusto personal, por lo que me gustaría que ustedes aportaran ejemplos de fantasías medievales que les hayan gustado.

Haciendo memoria, recuerdo que por alguna razón el cine de los 80’s se volcó en temas medievales, sacando películas de algún  merito como la “Excalibur” de John Boorman y  otras que pudieron ser mejores como “El Nombre de la Rosa” o “Flesh and Blood”. También hubo su cuota de fantasía medieval como la curiosa “Willow”; “ Labrynth” en la que David Bowie interpretó su rol mas camp;   y la horrorosa “Leyenda” donde Tom Cruise hizo lo imposible, verse ridículo.

Tom Cruise y Mia Sara en "Legend" (movieburger.com.au)


De este mosaico de extravagancias se salva una película que con sus fallitas sigue agitando este corazón cursi y romántico en mi cincuentón pechito. Se trata de “Ladyhawke” (“Lady halcón”) supuestamente basada en una leyenda medieval, pero que en realidad nació de la fértil mente de Edward Khmara.

La acción tiene lugar a comienzos del Siglo XIII en la ciudad italiana de Aquila (si la misma que destruyó el terremoto). A pesar de estar filmada en Italia, por alguna razón, Khmara les da nombres franceses a todos sus personajes. Philippe Gastón, alias El Ratón”, es el ladronzuelo más experto del reino y por eso el enigmático caballero Etienne de Navarre (Rutger Hauer) necesita de sus servicios.

Navarre quiere que Philippe lo guie por las alcantarillas del castillo del Obispo de Aquila, a cuyo dueño el caballero desea matar. Philippe no tiene muchas ganas de meterse en esa empresa, sobre todo porque Navarre es un individuo bastante siniestro y extraño que de día se pasea con un halcón en el hombro y de noche se convierte en un lobo al que acompaña una etérea Michelle Pffeifer. Sin embargo, el raterillo  descubre el gran secreto tras Navarre después que ve al halcón convertirse en  su misteriosa acompañante. 

(ticotica.wordpress.com)


Cuando el halcón es herido por uno de los hombres del Obispo,  Navarre ordena a  Philippe llevarla donde el monje Imperious. Será éste quien cuente al “Ratón” la tragedia de Navarre. Enamorado de la bella heredera Isabeau d’Anjou, Etienne incurre en la ira de Obispo de cuya guardia, Navarre es el comandante. Cuando el Obispo se entera que Isabeau, a quien desea, y Navarre se han comprometido en secreto (en la Edad Media eso era equivalente a un matrimonio) el prelado  lanza una terrible maldición sobre los amantes. Durante el día, ella será halcón y, de noche, él se volverá lobo.


Para añadir mas sufrimiento, la maldición  permite que Navarre e Isabeau se vean en forma humana por una fracción de segundo cada amanecer y cada puesta de sol. El momento es tan efímero que la pareja no alcanza a tocarse. Phiippe comprende la ira y dolor de Navarre y su necesidad de matar al Obispo, pero también descubre, gracias a Imperius, que existe una posibilidad de destruir el hechizo sin derramar sangre. No les cuento más, porque, de veras, es un filme que hay que ver.



A pesar de algunas incongruencias, como la banda sonora que combina cacofónicamente piezas renacentistas con temas de The Alan Parsons Projects, o el acento de Matthew Broderick que a cada rato pasaba de británico a yanqui, es un filme notable, de lo mejor que se ha hecho en fantasías medievales. La atmosfera de época es ayudada por las locaciones italianas, el vestuario y un guión que no cae en chapucerías modernas ni desubica lo sobrenatural como ocurre en otros experimentos fílmicos parecidos.



Michelle Pfeiffer es una Isabeau exquisita que se desliga del cliché de damisela indefensa demostrando que es capaz de matar para proteger a su hombre, pero que no necesita ser guerrera marimacho ni mandarse discursos feministas. Rutger Hauer concilia admirablemente la ferocidad de un sanguinario licántropo con el padecimiento de un amor imposible. Es convincente en todo hasta en los celos que le bajan cuando descubre que Philippe  puede en las noches comunicarse, ver y tocar a una Isabeau-mujer.

(virtualhistory.com)


El toque humorístico que impone el personaje de M. Broderick no resulta  fuera de lugar. Sus diálogos (los mejores de la película) aportan un alivio a la insoportable tortura de no saber como terminará el desdichado romance de los protagonistas. Es increíble lo eróticos que resultan Isabeau y Navarre, a pesar de que nunca se les ve haciendo el amor. La tensión sexual emanada de esa imposibilidad de amarse, ni siquiera tocarse, opaca y apoca la supuesta incapacidad de Bella y Edward Cullen de consumar su pasión.



El otro filme que enlaza armónicamente lo prodigioso con  lo medieval es una película menor, no muy conocida ni muy apreciada (a juzgar por las escasas reseñas que he encontrado en Internet). Solo el privilegio de tener acceso al canal Europa me permitió conocer “Rencontre avec le dragon” (“The Red Knight” en inglés. “El Caballero Rojo” en español), hecha en Francia en el 2003.

El cuento gira en torno a una añejísima formula, ahora trasladada a la Europa medieval. Un joven impresionable e idealista por fin conoce al ídolo cuyas hazañas sueña con emular, pero descubre que éste tiene pies de barro. Aun así,  Guillaume de Montauban, alias “El Dragón Rojo” (Daniel Auteil), es además de un criminal endurecido, un ser con poderes sobrenaturales. En su juventud,  enfrentó el fuego del dragón que en vez de calcinarlo lo hizo  más inmune a las llamas que un Targaryen. Pero aun el haber visto criaturas fabulosas y tener poderes milagroso no evita que El  Caballero Rojo sea un cínico amargado y agobiado por sus pecados. El mayor de ellos es un crimen pasional que ocurrió cuando, tras seducirla, asesinó a la mujer de su mejor amigo.



Para el huérfano Félix  (Nicolas Nollet) es inaudito que una leyenda viviente a la que él reverencia pueda ser éste impío delincuente e insiste en acompañarlo. Pero Guillaume está involucrado en una empresa vil, se ha convertido en un vulgar caza recompensas. Hughes de Pertuys (Titoff) , el juglar favorito del Papa Inocente ha huido de la corte. El Pontífice ofrece una recompensa a quien le traiga al fugitivo y El Caballero Rojo se une a la pandilla de mercenarios en busca de Hughes.

Ahí comienza un “road movie”. Félix sigue a Montauban y se les van agregando miembros a la comitiva  como la abadesa Gisela von Bingen (Emanuelle Devos) que, a pesar de su avanzado embarazo, va también en busca de Hughes, padre de su hijo. Pero el más curioso de los compañeros de viajes es Raoul de Ventadour (Sergi López) un manso deficiente mental que en las noches se transforma en jabalí. Por boca de  Gisela, Felix descubre que Raoul es el amigo traicionado del Caballero Rojo, que debido al  dolor por la muerte de su mujer sufre de esa metamorfosis nocturna.  La difunta esposa de Raoul, Isabelle (Claude Perrón) se le aparece al ingenuo escudero en el bosque y lo insta a matar a Montauban antes que El Caballero Rojo mate al hombre-jabalí.

Hughes y Gisela se encuentran con el tiempo suficiente para que ella de a luz a su hijo, ya luego llegan los mercenarios a capturar a la pareja. Impresionado por el amor del poeta y la monja, Felix intenta rescatarlos, pero suceden varias desgracias que obligarán a Montauban a una última hazaña a favor de Las Fuerzas del Bien.

El filme ha recibido su porción de críticas negativas, algunas inmerecidas. Y por ahí ha salido el misógino, que ha acusado a Helene Angel, su directora, de no saber manejar la épica debido a su condición de mujer. Es una producción desigual, sobre todo en el argumento que presenta cierto desorden, pero con muchas posibilidades. Visualmente es impresionante, el manejo de colores es muy vibrante. Hay imágenes bastante perturbadoras como la del espíritu de Isabelle que se desliza por la floresta como un espectro de película japonesa.

Gisela y Montauban(toutlecine.com)


Algunas actuaciones valen destacarse. Daniel Auteil es un actor que infaliblemente me revienta, pero como El Caballero Rojo convence como alguien que vive atormentado por los remordimientos. Es increíble ver a Sergi López como el humilde y noble Raoul y compararlo con el siniestro Vidal de “El Laberinto del Fauno”. Emanuelle Devos también resalta como la audaz monjita que, sin embargo, es quien impone la voz de la sensatez en ese mundo masculino de violencia, infamia e incoherencia. En conjunto, la película es un experimento interesante que prueba que la épica fantástica también puede tener lugar en combinación con el pasado histórico.