El lado tierno de la saga martiniana ¿Por qué somos troneros (y jaimeras)? (segunda parte)

Hablábamos recientemente de elementos en “Juego de Tronos” que nos han convertido en troneros de corazón. No podemos, al mencionar “corazón”, olvidarnos del romance, materia clave en la lista de virtudes de la obra de Martin. Sin embargo, el amor no es el único elemento “suavizante” de la historia. Si nos acostumbramos a tanta bestialidad es porque Martin la equilibra con toques tiernos, pasajes conmovedores y personajes dulces a pesar de su aspecto feroz como son los lobos huargos.

(fanpop.com)

Aunque Canción de Hielo y Fuego  está lejos de ser una historia de amor, Martin por aquí y aculla se las arregla para sutilmente hacer germinar la semilla del romance. Y hay pocos que se resistan a una historia de amor. ¿Por qué será?

Estaba recién viendo un clip del filme que la AFI (American Film Insitute) considera el mejor de todos los tiempos: “El Padrino” de Coppola. El clip es sobre la más trágica  historia de amor en el libro, el breve noviazgo y matrimonio de Michael Corleone con Apolonia. En el clip muestran como Michael durante su cortejo pre-nupcial pasea por las colinas sicilianas en compañía de su fidanzata, escoltado por mafiosos armados y casi una docena de matronas pueblerinas.  Apolonia se tuerce el pie y Michael se atreve a sujetarle el brazo. Esto levanta un murmullo de parte de de la corte de chaperonas. No es un murmullo desaprobador, sino risueño. Me quedé pensando qué pasaría por la cabeza de esas señoras que, como el coro griego, son testigos del más grande misterio, el inicio del amor.

Por algo algunas mujeres gustamos tanto de la literatura romántica, gozamos leyendo y viendo en pantalla la génesis y desarrollo de un romance, y hasta aceptamos pornografía disfrazada de cursis amoríos como les ocurre a las “sombrereras” (¿Se llamarán así las fans de las Shades de E.L. James?). De niñas amamos los cuentos de amor porque nos ofrecen una promesa futura. Algún día viviremos algo parecido. De adultas nos enfocamos en la comparación y la identificación. Reconocemos un buen amor y despreciamos romances que sabemos acabaran mal. “¿Por qué la prota es tan bruta y sigue con el jetón ese que le cuenta de que color son sus calzones a sus amigos, tal como hacía mi ex?” “¿Por qué Fulanita no se busca un hombre como mi Zutano que hasta lava el biberón del perro?”

¿Pero qué sucede cuando llegamos a la edad de las chaperonas del Padrino? Las que son matronas, esposas, madres, tal vez abuelas. Ellas ya vivieron  eso que presencian. Es su momento de recordar, de saber y callar que esa etapa tan bonita no dura y que el amor es mucho más, pero  también les baja la ternura el ver la ingenuidad de una pareja que cree ser la primera y la última en enamorase.

Es por eso que nos enternecen  las historias de amor, incluso las posibilidades románticas de la obra martiniana que ofrece todas las gamas de pasión. Hay quienes alucinan con los amores incestuosos de los Mellizos Lannister o los que todavía sienten que Loras y Renly fueron los grandes amantes de Poniente. Hay quienes sueñan que resucite Khal Drogo para recobrar a su Khaleesi, tal como yo quiero que el Perro renazca como el segundo marido de Sansa. Hay quienes alucinan imaginando un encuentro romántico entre Jaime y Sansa (¡Puaj!) y Dany y Jon. Hasta hay quien ve a Gendry y Arya convertidos en la pareja real  de Westeros.

(fanpop.com)

Aunque Martin, muy ladinamente, ha sabido fomentar todos los posibles “shipeos”, también hay una necesidad por parte del lector/espectador de ver algo tierno, dulce en medio de tanta masacre e intriga. Superficialmente, el universo Martiniano es un mundo sin ternura, donde niños y mujeres tienen que endurecerse física y emocionalmente. Mas es un grave error creer que Martin carece de compasión, la tiene incluso para sus personajes. Por algo sus protagonistas son las victimas típica del bullying escolar: el gordito cobarde, el bajito, la feíta, el minusválido, la huerfanita pobre, el ilegitimo, el que carga cicatrices evidentes o escondidas.

El Gordo y El Bastardo (adalides.blogspot.com)

Aunque estos personajes sean victimas, y a ratos verdugos, Martin los saca de ese casillero para enaltecerlos, convertirlos en héroes y en portadores de las virtudes que admiramos. Por eso, puedo asegurar que tanto la ternura existe en ese universo como que su creador la considera un elemento cardinal. ¡Si hasta hay ternura entre la Madre de Dragones y su reptílica progenie!

A fines de los 80’s fui a ver “White Mischief” (protagonizada por nuestro amado suegro Charles Dance, alias Tywin Lannister) solo porque en la reseña de la New York Magazine, el critico había descrito que tenía lugar en “un espacio sin ternura”. En ese tiempo yo no podía imaginarme un mundo carente de ternura. No solo maestros, alumnos y mascotas  llenaban de cariño mis días, además algo en la atmosfera de USA desde mediados de los 80’s a mediados de los 90’s se caracterizaba por una calidez, una sensación de concordia y una exaltación a los valores domésticos que solo notaríamos cuando cesaron de existir.

Charles Dance y Greta Scacchi en un mundo sin ternura.

La sensación de vivir en un mundo protegido y acogedor se notaba aun en el idioma. Un adjetivo muy usado entonces era “nurturing”. Este adjetivo, que hoy está casi olvidado en el  discurso anglo-parlante, viene del latín “nutritus” ósea “nutrir”, pero su significado va asociado siempre a algo benéfico, tierno, y restaurador. Se hablaba de “nurturing relationships” como un ideal en que los miembros de una pareja se consentían mutuamente; “nurturing activities” eran las que nos auto-mimaban y cuando Michael J. Fox (en “Family Ties”) describía a su hermana como “a nurturing person” se refería a que Justine era altruista y afectuosa por naturaleza.

Hoy vivimos en un mundo tan ralo, tan poco solidario, tan egoísta que “nurturing” ha perdido significado e importancia. Desconfiamos de nosotros mismos y despreciamos lo que pueda pasar por tierno. Ya estamos como El Perro Clegane a mordiscos con la humanidad. En castellano tanto el sustantivo “ternura” como el verbo “enternecer” son usados con desdén y sarcasmo: decimos  “¡qué tierno!” “¡como me enternece!”  cuando hablamos del tonto, del débil, del ultra torpe. En otras épocas, ese concepto no era cursi ni invitaba al desprecio. Incluso en lenguas romances “ternura” y “amor” iban de la mano.

Los humanos somos tan hostiles cmo Sandor Clegane (fanpop.com)

Gracias a YouTube estoy creando una colección de música popular italiana de los primeros 60 años del Siglo XX. Noto que en más de la mitad de las baladas románticas se incluye el termino “tenerezza” que el diccionario italiano define con los sinónimos “affezione” y “amore”. En francés decimonónico (y en el inglés edwardiano) una “tendresse” era un idilio adolescente semi-platónico.

En inglés, “tender” o “tendernesss” no tienen esas connotaciones románticas. Se usa en lenguaje culinario para referirse a una carne blanda  o en términos médicos para referirse al sector anatómico que duele al tacto. Por lo tanto “tierno” en inglés proyecta una imagen de debilidad y vulnerabilidad. Sin embargo, adquiere un significado más poderoso cuando se aplica a aprecio y cuidados. “Tender care” trae a colación la imagen de la madre preocupada, la enfermera optima, la esposa devota. Es un término que rara vez se aplica a los hombres, pero en mi época se denominaba “tender lover” al amante preocupado de ofrecer cariño además de satisfacción sexual (otra maravilla que se quedó en el pasado).

Toda esta explicación etimológica sirve para recordarnos la importancia universal de la ternura. Podrá haber escasez de afecto en nuestro mundo, pero eso no nos impide desearlo y reconocerlo. Y en eso nos parecemos a los personajes  de Canción de Hielo y Fuego. Martin se esmera en mostrarnos que Cersei, una mujer que ama genuinamente a sus hijos, es incapaz de expresar ternura, y que alguien como Arya va camino a perder su capacidad de expresar y sentir afecto.  En el otro extremo, vemos que gente que nunca ha sabido lo que es recibir ternura igual la posee como Daenerys que se la transmite a su yegua y luego a sus dragones. Y que Samwell a pesar de la brutalidad del padre, elige ser sensible y compasivo como su madre.

(crazygallery.info)

No creo exagerar al decir que el personaje más compasivo y tierno de la obra es Brienne de Tarth. En su última entrevista, su intérprete confirma la vulnerabilidad femenina de La Doncella, su respeto y anhelo por la maternidad. En suma ella es “nurturing”.  Por eso no me sorprende que la emparejen con quien pareciera ser incapaz de un gesto tierno o de una palabra dulce. No necesitamos afirmar nuestra lealtad al León Lannister, pero nieguen que no es difícil defender a Jaimito cuando nos recuerdan que dejó invalido a Bran, que planeó dejar manca a Arya, y que amenaza con lanzar a un bebé con una catapulta. ¿Ósea, como sentir apego por alguien incapaz de compadecerse de la fragilidad de un niño?

(fanforum.com)

La respuesta yace en dos preguntas ¿Quién le ha brindado ternura al Matarreyes en su vida? Ciertamente no Tywin, que según chismes de Weiss&Benioff, a golpes” curó” a su heredero de la dislexia. Joanna es un fantasma que desapareció demasiado pronto de la vida de sus hijos. Y Cersei…ya ni hablemos. ¿Entonces de dónde podía brotar la ternura del Matarreyes? Sam la heredó de su madre y hermanas. Los Stark crecieron viendo padres enamorados que se auto-consentían y mimaban a sus hijos. ¿Pero Jaime? Ese niño no ha recibido dulzura ni gentileza en sus treinta y dos años, pero las sabe reconoce cuando Brienne lo rescata del baño. Y tal como se sorprendió al notar (durante La Danza de Espadas) que una chica podía ser mas fuerte que él, también se sorprende al descubrir que la fortachona puede ser suave y gentil.

(unleashthefanboy.com)

La segunda pregunta es ¿qué niños se han relacionado con Jaime? ¿Qué impresión tiene él de los niños? Si  no le brindaron afecto en su niñez ¿por qué ha de ser afectuoso o delicado con los críos? Uno de los mayores crímenes que Cersei cometió con su gemelo fue negarle un acercamiento a sus propios hijos. Por eso Jaime cree que los niños son fisgones irritantes como Bran, marimachos imprudentes como Arya o aberraciones en miniatura como su gemelita que a los cuatro años ya quería jugar a los caballitos.

Sin embargo, hay un niño que al  nunca crecer  provoca un amago de ternura en Jaime y ese es Tyrion. Si hay una escena donde se me humedecen los ojos es en Tormenta de Espadas es cuando El Matarreyes está a punto de confesar su gran pecado al Gnomo. Martin nos lo describe arrodillándose y besando ambas mejillas del hermano menor. En esos besos hay más ternura que en todos los prodigados a Cersei.

Hay otra escena también muy conmovedora, creo que es en Festín, en que por primera vez Jaime intenta acercarse a Tommen. Después de tratar de defenderlo de la ira “cersiana”, Jaime aconseja al reyecito retraerse en su  interior para no permitir que el mundo exterior lo hiera. La primera vez que leí esa escena, me indigné: “¿Eso es todo lo que puedes ofrecer? ¡Es tu hijo, tarado, defiéndelo, protégelo!” Pero más tarde caí en que eso realmente es todo lo que puede ofrecer Jaime. Es la única lección existencial que puede legarle a su hijo. Ahí me di cuenta de la pobreza espiritual del pobre Matarreyes y nada pudo detener mis lagrimones. ¡Poechito mío!

los dos "objetos de ternura" de Jaime Lannister (gameofthrones.wikia.com)

Terminé este ensayo catártico completamente clara en lo que realmente me engatusa de esta obra, que aspectos son capaces de conmoverme hasta el llanto, que posibilidades futuras me hacen esperar con ansia la próxima entrega de serie y saga, y que factores me hacen vivir en el pellejo tanto de La Doncella como del Matarreyes. Es ese punto de identificación cuando ya te pierdes entre las páginas de un libro y dejas de ser tú, lo que realmente demuestra que estás enganchado en una historia.