Había pensado no
verla. Tantas reseñas contradictorias de parte de personas cuyo juicio valoro.
Unos la encontraban sublime, otros tediosa, y todos tenían razón. Para quienes hemos visto
tantas versiones del “Prometeo moderno” el que se alargue la historia del
cieguito y otras tramas puede resultar fastidioso, como el que el protagonista
sea un vil canalla sin cualidades redimibles. La solución de otros (entre los
que me cuento) cuando el relato alargaba o dejaba de impactar, era enfocarse en
el lujoso trasfondo, los colores, en suma la estética de Del Toro que nunca
defrauda.
El Monstruo en
la Piel de Elordi
Parte del rechazo
de la audiencia puede deberse a dos factores. El primero es lo archiconocido de
un relato que ha sido leído y visto en el escenario y las dos pantallas por más
de doscientos años. Aun quien no haya leído el ―bastante corto―libro,
han visto alguna variación del cuento de un soberbio estudiante de medicina,
empujado por el trauma de la muerte temprana de la madre, que pretende emular a
D-s y crear vida.
Todos sabemos que
el Barón Víctor Frankenstein, con la ayuda de su condiscípulo, roba cadáveres y
arma un hombre con partes de estos al que le da vida con choques eléctricos
provocados por una tormenta. El Monstruo (o La Criatura como se le nombra en el
libro) no satisface los sueños locos de su creador quien busca destruirlo. El Monstruo
escapa y mata a los seris queridos de Víctor para obligarlo a crearle una compañera.
Esta es más o menos la trama que por dos siglos ha atrapado la imaginación de
lectores, espectadores y, sobre todo, productores.
En esta
producción existen algunas variaciones e incluso se puede hablar de un final
agridulce que, si nos prometiera Don Memo una secuela, podríamos calificar de “feliz”.
En una variación del Monstruo enamorado, tenemos a la humana Elizabeth (Mia Goth)
enamorándose de la criatura, pero lo más importante es la humanización del Monstruo
que contrasta con la egolatría y falta de empatía de su fabricante.
Aunque es canon
que Víctor sea un hombre arrogante y egocéntrico que quiere demostrar que un
humano puede imitar a D-s, nunca este prototipo del científico loco fue tan
antipático y censurable como en esta magnífica interpretación de Oscar Isaac. Y
nunca El Monstruo fue más compasivo, atractivo y digno de lástima que en la
interpretación de Jacob Elordi.
Ahora nos damos
cuenta de lo buen actor que es el australiano y también humilde porque no es
común que un galán en carrera ascendiente acepte verse Monstruoso. Ha servido
que la altura real de Elordi (mide un 1,95 cm, 6, 5 pies) permita ver a La
Criatura como un gigante bondadoso aunque a ratos sea la bestia compuesta por
un científico irresponsable.
Víctor, Un
Padre Desnaturalizado
Es posible que
como el Monstruo sea la mejor persona de un cadre ocupado por padres crueles,
mujeres indecisas como Elizabeth, y un protagonista malvado, el público se
incomode ante una reversión de la dicotomía habitual en la cual Frankenstein se
arrepiente y El Monstruo muere por ser una aberración
Incluso Del Toro
ha prescindido de Henry, el condiscípulo de Víctor que se convierte en su
asistente. Ahora es transformado en el tío de Elizabeth (un gusto ver de nuevo
a Christoph Waltz), un comerciante de armas sifilítico que busca en el Monstruo
una manera de renacer. Pero nadie más siniestro que Víctor quien llega al punto
de mentir como un villano de vaudeville para ocultar sus falencias.
Si en el libro,
El Barón permite que se acuse injustamente a una criada de los crímenes del Monstruo
y se la ejecute, lo hace para proteger a su creación. Del Toro hace que Víctor acuse a su criatura
de haber matado al tío sifilítico, peor aún lo culpa de haber atacado a
Elizabeth. Es parte de sus celos que lo han hecho detestar a su engendro. Sus
mentiras son esfuerzos infantiles de verse bueno ante el mundo y es que este Víctor
es un niño que nunca ha madurado.
Hasta yo le veo
rasgos edípicos y una tremenda envidia por su pobre hermano que muere
apoyándolo. Lo que pasa es que no me creí el cuento del padre abusador . El Barón
padre (Charles Dance) no tenía razones para matar a su mujer y realmente se
sintió fracasado al no poder salvarla. Si se comportaba frio, exigente y golpeador
(no muy diferente a otros padres de entonces) era porque Víctor era un niño antipático.
Vemos al mismo Barón jugar y ser cariñoso con su hijo menor que es un niño más
afable y tratable.
Hay conciencia en
Víctor de que su hermano William y El Monstruo (sus rivales por el amor de
Elizabeth) son mejores personas que él. Es curioso como antes de que el Monstruo
atraiga el interés de la mujer amada, su creador ya está aburrido de su
juguete. Es como si no supiese para qué va a fabricar un robot humano, como si
en su empeño de rivalizar con D-s, Víctor se olvida de que quien crea vida está
obligado a protegerla y a educarla para vivir en sociedad.
Como muchos
padres jóvenes e irresponsables, el Barón Frankenstein se muestra impaciente
con “su hijo”, no sabe ni quiere enseñarle y acaba imitando a su odiado
progenitor, insultando y golpeando a la criatura. Todos estos detalles hacen a
la historia diferente al canon aunque no totalmente original, puesto que ya
otras versiones habían humanizado al Monstruo.
200 Años de
Frankenstein
En el bicentenario
de la publicación de Frankenstein escribí un par de artículos en los que
mencioné algunas adaptaciones. Ponerme a compararlas con esta última sería
un ejercicio incomodo que no viene al caso, pero me gustaría señalar cuales
influyeron en Don Memo y cuáles han sido precursoras de los cambios que esta Frankenstein
nos brinda.
Se sabe que hubo
dos versiones de Frankenstein en el cine silente (una hecha en Italia). Ambas
se han perdido, por lo que el primer filme en tocar la obra de Mary Shelley
debe ser considerado el esfuerzo de James Whale de 1931. El primer Monstruo
cinematográfico entonces fue un inglés de ascendencia india, llamado Arthur Pratt quien bajo el exótico
seudónimo de Boris Karloff, nos legaría una estética para siempre asociada con
la criatura como su altura considerable, su andar torpe, y las señales de
sutura en frente y cuerpo.
Hace un par de
meses, Gato Rafael tuvo la oportunidad de ver esta versión, hoy clásica, y no
le gustó, por las mismas razones que me hicieron considerarla inferior a su
secuela La novia de Frankenstein. En 1931, el impacto de la Depresión influía
en Hollywood. No se hacía nada muy caro, eso obligó a trasladar la trama (tal
como con el Drácula e Bela Lugosi) a tiempos modernos. No mejoró en nada
una producción donde los efectos especiales eran risibles, los interiores con
tapetes de fondo y montañas hechas de cartón eran bochornosos.
Incluso las
actuaciones eran exageradas. El cine hablado estaba en pañales y eso se notaba
en las actuaciones teatrales de Colin Clive “ It’s alive! It’s alive!”, o de John
Boles que siempre parecía dispuesto a entonar una canción (era conocida su buena
voz). En cuanto a Mae Marsh, ya parecía la querida de un gánster y no una futura
baronesa.
Tremenda
diferencia con La Novia de Frankenstein también dirigida por James
Whale, pero para 1935, Hollywood había madurado en términos de actuaciones,
decorado y libreto. Parte del encanto de este filme residía en que era
enmarcado por dos apariciones de la inglesa Elsa Lanchester. La primera es como
Mary Shelley que les cuenta a su esposo Percy y a su anfitrión Lord Byron la
continuación de la saga del Monstruo. La esposa de Sir Charles Laughton
reaparece al final del filme como la despeinada “novia” del título construida
para el Monstruo, pero que lo rechaza por feo.
Con este filme la
Universal se haría famosa en los 30 y 40 como fábrica de películas de terror. A
“La Novia” la seguirían El Hijo de Frankenstein (hijo de Victor y
Elizabeth, no del Monstruo) y El Fantasma de Frankenstein. Viendo la
popularidad del género, la Universal emparejó al Monstruo con otros
espantajos así nacían Frankenstein contra el Hombre Lobo , La Casa de
Frankenstein y La Casa de Drácula.
A pesar de que se
asocia a Boris Karloff con el aspecto físico del Monstruo, otros actores
(incluyendo a Bela Lugosi), le dieron vida a lo largo de sus cien años de
existencia en la pantalla. Uno que se haría famoso encarnando al Monstruo fue
Sir Christopher Lee cuando en 1957 la productora inglesa Hammeth tomó el manto
de la Universal convirtiéndose en una fábrica de filmes de terror.
La característica
de estas producciones, que iniciaron con La maldición de Frankenstein, fueron su elegancia. Todas, por primera vez, situaban la historia en el Siglo XIX (con
estupendo vestuario) consiguiendo la atmosfera gótica que originalmente había
planeado Mary Shelley.
A pesar del
excelente trabajo de la Universal y de la Hammer, el Monstruo era tan
reconocido que servía hasta para parodiarlo. Las comedias lo integraron como
relleno cómico desde que Abbot y Costello Meet Frankenstein (1948) hasta
alcanzar su máximo nivel con la excelente parodia de Mel Brooks Young
Frankenstein (1974).
El Monstruo recorrió
todos los géneros fuesen los filmes de monstruos japoneses (Frankenstein
contra Buntaro) o Westerns (Jesse James y la hija de Frankenstein);
aparecía en caricaturas como Los Picapiedra y Scooby Doo y para los 60 era parte de la cultura de “Explotación”
desde el porno hasta un Frankenstein afro-americano (Blackenstein).
Frankenstein y su
fusión con la comedia llegaban hasta México donde lo veíamos en compañía de
Chabelo y Capulina. El héroe enmascarado Santo luchaba contra el Monstruo que
hacia una aparición tipo cameo en Casino Royale, el primer filme de
James Bond , y hasta se convertía en uno de los Beatles en El Submarino
Amarillo. Tanta era su importancia
en el imaginario colectivo que en el clásico español El Espíritu de la
Colmena, una niñita protege a un fugitivo creyendo que se trata del Monstruo
de Frankenstein.
No nos olvidemos
de todos los derivados de Frankenstein que conservan la estética no así el
apellido del creador. Esos han sido los casos de Fred Munster en The
Munsters y Largo, el mayordomo de la Familia Addams. Mas cercano está el
genio de Tim Burton que no solo inventa un Frankenstein canino (Frankenweenie)
sino también al joven Manos de Tijeras, Edward Scissor Hands.
Con esta breve revista
de la influencia de la invención de Mary Shelley en las pantallas dejamos
constancia de que el tema ha sido utilizado hasta la náusea, pero la aportación
de la versión 2025 trae ciertas novedades, un Monstruo muy humano que hasta
puede enamorarse. ¿Vimos eso antes?
Monstruo
Humanizado, Monstruo Enamorado
La primera vez
que presenciamos este fenómeno fue en un
sitio inesperado. En 1968, la longeva telenovela de terror Sombras Tenebrosas decidió incluir entre sus estrambóticos personajes
a una especie de Monstruo de Frankenstein. Adam había sido creado para solucionar
el problema de colmillos de Barnabas, el vampiro-protagonista.
Siguiendo el
canon, Adam logra huir de donde lo tiene secuestrado Barnabas y conoce a
Carolyn Stofddard de quien se enamora. A pesar de que su relación es compleja―Adam
es ,en lenguaje de hoy, acosador y agresivo― Carolyn le toma cariño.
Después que él le salva la vida se vuelve su protectora y aunque le admite a Banabas
que “tal vez” también se ha enamorado del Monstruo, sabe que su relación es
imposible y se dedica a ayudarlo para conseguirle una compañera.
Un interesante
experimento de los 70s fue Frankenstein: The True Story que presentó
la televisión inglesa en 1972. Situada en el milieu escogido por Mary Shelley:
la Suiza napoleónica, presentaba como gancho a los dos niños bonitos del cine inglés:
Leonard Whiting y Michael Sarrazin como Víctor y La Criatura.
Lo que hacía
diferente este cuento de otros relatos es que La Criatura era tan hermosa y
simpática que no inspiraba ni la repulsión ni el rechazo de su creador. Por el
contrario, el Barón decidía educar “a su hijo” y presentarlo en sociedad. Un
pequeño problema. Creado con restos de cadáveres, el Monstruo comenzaba a
podrirse y a caerse a pedazos. Horrorizado, intentaba suicidarse, pero era
rescatado por el canónico ciego. Tras provocar la muerte de Agatha (Jane
Seymour), la nieta del ciego, el Monstruo obligaba a Víctor a revivirla, pero
el resultado ya venía mentalmente desequilibrado y la pobre criatura debía hacerla
perder (literalmente ) la cabeza.
Adam y el Frankenstein
sex symbol fueron meros detalles en la larga trayectoria de un
estereotipo que aunque provocaba lástima seguía siendo nefasto precisamente por
ser un freak subhumano. Aunque fue un fracaso de taquilla el filme que mejor capturó las posibilidades
heroicas del Monstruo es mi favorito de este subgénero. Me refiero a The
Bride (1985).
Teniendo como protagonistas
a dos ídolos del momento: el cantante Sting y Jennifer Beales, la historia
conserva el escenario y época de la novela. El Barón Charles Frankenstein, impío
y polémico por sus ideas y experimentos, construye un ser viviente con pedazos
de cadáveres. El resultado sale tan desmañado que el Barón proyecta crearle una compañera,
Eva, para ver si espabila. Cuando esta
lo rechaza, el Monstruo desilusionado huye.
En un bosque, El Monstruo
se encuentra con un enano, Rinaldo, que se hace su amigo. Es un encuentro casi
tan significativo como el de Tyrion Lannister y Bronn. Juntos viajan y Rinaldo
le da un nombre a la criatura: Víctor “el victorioso”. Entretanto, El Barón ha
educado a Eva tanto en modales como en ciencias y artes. La chica aparte de ser
bellísima, resulta ser más erudita que su maestro. El Barón la presenta en sociedad
y se enamora de ella, pero Eva es un espíritu independiente. Ignorando su
origen, cuestiona a su mentor y descontenta con las respuestas inicia un
romance con un oficial al que conoce en un baile.
Entretanto,
Rinaldo y Víctor se han convertido en las estrellas de un circo de Budapest.
Quieren ahorrar dinero para un viaje soñado a Venecia. Solo que Rinaldo muere
trágicamente y el desdichado Víctor retorna al castillo. Llega justo a tiempo.
Eva enfrenta al Barón, descubre que ella no es un ser humano y que Frankenstein
tiene designios oscuros para su futuro. A punto de ser ultrajada por su creador,
Eva es rescatada por Víctor.
Después de lanzar
al científico loco por las almenas, Víctor pretende marcharse nuevamente en
busca de su destino cuando Eva lo detiene. Ha descubierto que los humanos solo
presentan problemas, ella también es un monstruo y será mejor unir fuerzas. Víctor
y Eva se marchan a Venecia juntos, a ser felices como pareja. Reitero nunca he
entendido porque este filme no gustó, hasta escribir sobre el me conmueve.
Desde entonces, la
humanización del Monstruo ha continuado de buena y mala manera a través de las
adaptaciones y reversiones del libro de Mary Shelley en este cuarto de siglo
21. La más memorable ha sido la estupenda interpretación de Rory Kinnear en la
muy estupenda Penny Dreadful. Sin embargo el año pasado, Netflix y la televisión
turca nos brindaron la emotiva Yaratilan (La Criatura).
Increíble como se
ha podido trasladar el texto de Shelley a un contexto del Imperio Otomano de
comienzos del Siglo XX. En un pueblo del interior de la hoy Turquía, Ziya sueña con estudiar
medicina, pero como el Barón de Frankenstein quiere ir más allá y conquistar la
muerte que lo privó de su madre. Un día deja a su familia y a Asiye, su hermana
adoptiva con la que está comprometido, para ir a Constantinopla a estudiar
medicina.
Una vez allá se
encuentra con varios problemas. El mayor lo presentan los catedráticos fundamentalistas
que rechazan ideas modernas. Ziya conoce al profesor Ishan, un sabio que ha
sido expulsado del cuerpo docente por haber traído ideas revolucionarias de Paris.
Ziya se da cuenta que solo este excéntrico maestro puede ayudarlo en su idea de
resucitar a los muertos. A punta de chantajes lo obliga a secundarlo en la
construcción de un autómata.
A medida que el experimento
avanza, aumentan los reparos morales del maestro, mientras que el obsesionado Ziya
va perdiendo los suyos. En una ocasión en que Ziya ha ido a buscar sangre para
su creación, hay una tormenta eléctrica, la casa del profesor se incendia y él
muere. Desolado, Ziya lo revive, pero ahora su maestro ha quedado desfigurado
por el fuego y el trauma lo confunde de tal manera que huye.
El resto de la
serie sigue al nuevo “Monstruo” por diferentes lugares de Turquía. Se une a una
compañía de teatro rodante y finalmente se establece en un pueblo del Cáucaso
donde es protegido por una joven madre soltera. Pasa el tiempo y la pareja se
enamora. Cuando ella es asesinada, Ishan parte en busca de Ziya para que la
resucite.
El Toque Del
Toro
Con lo narrado se
hace evidente que la humanización del Monstruo no es novedad. Lo que sí es
original es el Toque Del Toro más que radica en lo visual que es donde siempre
ha demostrado una superioridad sobre otros directores del género. Don Memo es
también un hombre modesto y sincero que reconoce con humildad las influencias y
Frankenstein tiene una deuda con obra ajena y con la propia.
Ya he hablado de
la evolución de la descripción del Monstruo y de como de ser un ente malévolo
al que hay que perseguir con antorchas puede trocarse en un ser pensante que
inspire compasión, cariño, incluso amor. En eso es un hermano de la criatura
que es hallada en el Amazonas y que se convierte en pareja de la mudita de The
Shape in the Water.
Hay una escena en
Frankenstein en que Oscar Isaacs golpea a su creación antes de que este
evolucione mentalmente que me recordó un momento en la mencionada película en
que Michael Shannon abusa física y verbalmente de la criatura que tiene
encadenada. También este Frankenstein nos recuerda en la atmosfera y la escenografía, incluso el
decorado, a la desolada Crimson Peak y es lo que la define como “Gótico
del Toro.”
El FBI en contra del Monstruo del Amazonas
Frankenstein es
una gran obra, pero sus mayores atributos son los visuales. Hay momentos en que
el espectador se centra en el trasfondo, en los colores y en las imágenes. Si
en Crimson Peak predominaba el carmesí del título, aquí es el verde , sobre
todo en la ropa de Elizabeth. Un verde que demuestra su vitalidad, su pasión
por la naturaleza, incluso su poder mágico que la acerca al Monstruo.

Don Memo ha
citado como su gran inspiración el Frankenstein de Sir Kenneth Branagh
(1997) y yo le agregaría el Drácula de Coppola. Curiosamente a pesar de
ser una obra hecha con mucho amor, el
Frankenstein de Branagh pasó sin pena ni gloria. Ni su gran reparto (Sir
Kenneth como Víctor, Helena-Bonham Carter como Elizabeth y Robert De Niro como
el Monstruo) logró opacar la huella dejada por la película de Coppola.
Dotada de un
soberbio reparto (Sir Gary Oldman, Sir Anthony Hopkins y una exquisita
Winona Ryder), el Drácula de Coppola atrapó la imaginación popular con sus
imágenes esplendorosas e impresionantes colores. Además su trama era más
dramática y romántica que el Frankenstein de Branagh. Coppola se atrevió a
llevar al extremo lo que Bram Stoker apenas balbucea en su libro, la tensión
sexual entre Minna y el Conde.
Precisamente esas
cualidades que hacen inolvidable a Drácula, hacen inolvidable el Frankenstein
de Guillermo del Toro. Solo espero que los premios no lo olviden. Al menos,
desde ya hay varias nominaciones para Los Globos de Oro.



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