Y llegamos a
febrero, el mes donde el invierno es más crudo y donde uno ve más televisión
que nunca. ¿Pero qué Reinos de Fábula hemos visitado en estos dos meses
invernales? Pues, hemos acompañado a
Sabrina que, en un reverso del cuento de Orfeo y Eurídice, bajó a los infiernos
y hemos sido testigos de una nueva y fracasada versión del cuento inmortal de
Bram Stoker.
Drácula 2020
Se cacareó mucho
sobre esta última adaptación. Se esperaba que, tal como lo hicieran con “Sherlock”,
el equipo Mark Gatiss& Steven Moffat nos trajera una nueva y audaz versión
de las aventuras del Conde Drácula. Efectivamente, la historia tiene vuelcos
sorpresivos, humor a raudales y muchos chistes de doble sentido. El cambio
principal es que van Helsing se convierte en una monja—un poco cínica—
llamada Hermana Agatha van Helsing y que termina siendo la heroína del cuento.
El danés Claes Bang
(“Borgen”) da vida a un vampiro medio sociópata (de la escuela de Hannibal
Lecter), muy sarcástico y entretenido. Como diríamos en Chile es “un poquito
porfiado de cara”, pero tiene buena figura y eso ayuda si va a salir ligerito
de ropa. A pesar de las veces que veamos a Draculín au naturelle, y a
diferencia de las versiones Langella y Oldman, no hay insinuaciones de que sea
capaz de tener sexo normal y su forma de expresar su pasión es a punta de
mordiscos. Por eso es por lo que la escena final me dejó marcando ocupado, pero
nada de SPOILERS.
“Drácula” consta
de tres capítulos, cada uno construido como si fuese un episodio completo. El
primero sigue las pautas de la novela. Jonathan Harker, tras huir del castillo
en los Cárpatos, ha sido rescatado por las monjas de un convento en las afueras
de Budapest. Ahí ha llegado Minna a buscarlo y eventualmente llega el Conde que
deja la mortandad entre las aterrorizadas monjas.
Casi todo el
cuento es un flashback de Harker relatándole a la Hermana Agatha lo ocurrido
desde su llegada al castillo de su cliente hasta que salta al Danubio desde las
almenas. Escenográficamente este es el capítulo más hermoso, con vistas al Castillo
de Bran y a una Budapest antigua.
A medida que el anciano
conde rejuvenece (gracias a la sangre de Harker) se vuelve más jocoso y a ratos
solo nos reímos, aunque las escenas de terror no escasean. Las novias de Drácula
en esta versión son monstruosas, el gore se manifiesta en monstruos,
ataques vampíricos y detalles como el que Harker, que es zombi, no sienta una
mosca que ha anidado en un ojo.
El segundo cuento
transcurre durante el viaje de la Deméter que esta vez no es un navío de
carga sino un barco de pasajeros. En primera clase, un distinguido Conde Drácula
hace amistad (y algo más) con sus compañeros de viaje—cada uno con
personalidad e historia propia— y los va eliminando de uno en uno como si
fuera un cuento de Agatha Christie.
El tercer
episodio es el más polémico puesto que traslada a Drácula al Londres de
nuestros días. El vampiro está fascinado con los inventos modernos
principalmente los artefactos domésticos que denomina “lujos”. Mayor
fascinación ejerce sobre él, Lucy Westenra, la hedonista y osada Party Girl que
se convierte en su penúltima novia. Lucy que, para demostrar su osadía, orina
en un tarro de basura (lo que hay que ver) no le teme a nada, ni siquiera a la
muerte. Eso deslumbra al Conde.
A pesar de todas
estas novedades, la serie ha tenido bajo rating, y mucha queja tanto de críticos como del público.
Mas allá de su final ininteligible e imposible, les molesta el traslado del
vampiro al mundo moderno. Sobre todo, he
oído protestas puristas de que “no sigue el libro”. Sorprende ese reproche,
teniendo en cuenta todas las aberrantes adaptaciones de clásicos que hemos
visto últimamente. Y no recuerdo esa incomodidad en las críticas de versiones
exitosas, pero que no se apegan al libro, como la del 76 y la de Coppola.
Es que estamos
acostumbrados a un vampiro siniestro tipo Lugosi o Sir Christopher Lee; o a un
archicriminal lleno de sex-appeal como lo encarnó Langella con cabellera al
viento y afrodisiaca mirada siciliana; o el torturado y romántico Drácula de
Gary Oldman. Pero este vampiro socarrón más
recuerda a George Hamilton en “Love at First Bite”. Ósea, es una parodia. Carece de la dignidad que
le otorgara Bram Stoker. Puedes cambiar la historia, pero no al personaje.
Al final me quedo
con lo dicho por Jaime Fa de Lucas en Culturama que la
ha llamado “un pasatiempo” con “fragmentos aceptables”, pero que, en realidad es “una mediocridad dispersa” muy
alejada de la adaptación revolucionaria prometida,.
¿Has visto esta
nueva versión de Drácula? ¿Te gustó?
Sabrina, Reina
Infernal
La Segunda
Temporada deja a Sabrina en un serio brete. Tras pasarse un año en la Academia
de Artes Invisibles sin conseguir su propósito de derrocar al Señor Oscuro y a
su patriarcal director, Padre Blackwood, Sabrina adquiere sorpresivamente un
grado de omnipotencia que, a pesar de todo su fervor mesiánico, nada bueno
augura para la brujita. Todo acaba en tragedia. El Padre Blackwood se crea su
propio culto y, en onda Jim Jones, envenena a los feligreses. lo último que
supimos es que huyó con sus gemelos. Ambrose y Prudence lo andan buscando.
Entre Lilith y
las Spellman vencen al Dark Lord y fundan una iglesia que honra a Lilith (a ver
si les va mejor que en “True Blood”). El precio es que Nick Scratch acaba en
los infiernos y ahora le toca a Sabrina rescatarlo.
La Tercera Temporada
comienza con un descenso a los infiernos que difiere bastante de la catábasis de
los antiguos y más recuerda a la búsqueda del Mago de Oz (por algo un Tin Man atacó
a Harvey). A diferencia de Orfeo, Sabrina logra rescatar a su pareja (que sigue
siendo el envase en el que Satán está encarcelado), pero como Ishtar, debe
pagar un fuerte precio: aceptar convertirse en Reina de los Infiernos. Es su herencia,
ya que la brujita descubre que Lucifer es su verdadero padre.
La temporada ha
estado complicada con Prudence convertida en el Highlander venciendo a su padre
en las riberas del Loch Ness; con Sabrina recolectando almas de quienes las
vendieron a papi Satán; y con unos escarabajos diabólicos que han quitado la
salud a lo que resta del alumnado de la Academia.
Entretanto,
Sabrina ha tenido que luchar contra Calibán (su nuevo interés romántico) por el
trono y apoyarse en la pobre Lilith convertida en regente infernal. Nuevas mitologías
han entrado en juego como la necesidad de recobrar parafernalia bíblica y la inclusión
de los paganos con su afán de apresurar el regreso del Hombre Verde.
Un consenso entre
los fans es que uno de los problemas de esta temporada ha sido retornar “Las
Escalofriantes Aventuras de Sabrina” a su nicho de serie juvenil lo que no ha
sido una medida tan sensata como se esperaría. La música ha sido parte integral
de Sabrina desde el comienzo, pero esta temporada tenemos números musicales a
cada instante. Algunos cursilones como el himno de la Luna de la Liebre y otros
estridentes, como las composiciones de la banda de garaje integrada por la
pandilla mortal de Sabrina que por estruendosos deberían ser contratados por la
ciudad infernal de Pandemonio.
¿Luego, qué onda
es esa de Sabrina porrista? Soy de las que creen que la magia existe hasta en
lo más mundano, pero integrar un equipo de cheerleaders a los esfuerzos
brujiles de Sabrina fue como un poquito too much.
Lo que si nos ha quedado
claro es que Sabrina maneja sus poderes con la egolatría y torpeza de una
adolescente. Vaya que es buena para meter la pata la brujita, y no aprende. Además,
como le gritó Nick “todo tiene que girar en torno de ti” y eso que Sabrina intenta
ocultar su narcisismo con lo que la tía Zelda denomina aptamente “complejo de salvadora”.
Es tal el consenso de que ese complejo afecta a Sabrina que ya los críticos la
comparan con la Madre de Dragones.
Por otro lado,
ese ánimo de retornar al estilo juvenil ha funcionado mejor en uno de los más
discutidos aspectos de la serie, la sexualidad adolescente o tal vez la falta
de ella. En otras temporadas hubo quejas por las orgias de la Academia y de cómo
presentaba una imagen de colegiales más calientes y fornicadores que los de “Elite”.
Ahora con esta
tendencia de los paganos de sacrificar vírgenes hemos reparado en la cantidad
de inexpertos (sexualmente hablando) que abundan en Greendale comenzando por
Sabrina. Aunque la vemos encamada, y en paños menores, con Nick, la brujita asegura
a sus tías “no pasó nada y no hablaré más del tema”. Mas tarde cuando confronta
al novio por su infidelidad, Nick le chilla que ella no sabe ofrecerle consuelo
sexual.
La tía Hilda ya
no califica para sacrificios, tras una temporada de “hacer cosita” con el
Doctor Cerbero, este ha quedado tan satisfecho con esta gordita que descuella
en la cama como en la cocina, que ya le ha presentado un anillo de compromiso. Solo
que en esta temporada Hildy se vuelve literalmente “una devoradora de hombres”.
La que anda por ahí muy confundida y no solo por su falta de experiencia sexual
es la pobre y virginal Miss Wardwell a la que Lilith le devolvió el cuerpo (con
himen intacto), pero no la memoria.
Y la virginidad
no es prerrogativa del sexo femenino. Como ha descubierto Robin Goodfellow,
Theo/Susie también es un/una/une/unx “vestal”. Por último, Harvey es tan virgen
como sus amigas y aunque Roz parece más experimentada, igual como hija de un clérigo
no puede pasar la noche afuera. En su intento de acercar la serie a un público juvenil,
“Sabrina” toma un cariz más responsable al mostrar a jóvenes que no tienen sus
apetitos como prioridades.
Eso no quiere decir
que la serie abogue por la castidad. De pansexual, Ambrose ha pasado a hetero
en relación exclusiva, pero fogosa con Prudence. Tendremos beso lésbico de Tía
Zelda con una Mambo vudú, y Nick traumatizado, tras ser violado por el suegro,
entra en tríos bisexuales para explorar su lado masoquista, toda cortesía del
burdel privado del incorregible Dorian Gray.
Hubo un solo
punto en que me incomodé con Aguirre-Sacasa y es en la representación negativa
de los paganos. Vale lo hecho con los satánicos, por más que estos chillen. A
lo largo de la historia, y en la crónica roja del pasado y presente, muchos cultos
que se autodefinen como “satánicos” han sido declarados culpables de crímenes y
otros delitos. Diferente es el caso de los paganos que hoy son un grupo
marginal, a lo más excéntrico, pero inofensivo.
“Paganos” es como
las religiones monoteístas calificaron a las politeístas. Eso quiere decir que
hoy en día se puede calificar como paganos los seguidores de religiones de la India
y del Lejano Oriente, el animismo de nativos americanos y de cultos africanos al
igual que a los wiccanos, neo druidas u otros grupos que salieron a la luz en
el crepúsculo de la New Age del Siglo XX.
Paganos modernos |
A Aguirre-Sacasa
le gusta combinar mitologías y a sus paganos los tiene entonando oraciones en gaélico
y celebrando Ostara, pero entre sus huestes se cuentan Pan, Circe y una
gorgona. Mas encima, los paganos de Sabrina son malos pésimos, dados a
sacrificar vírgenes, a petrificar a sus enemigos y a transformarlos en animales.
La subtrama pagana
se vuelve una combinación de Percy Jackson con “The Wicker Man”. Los paganos de hoy en día no sacrifican ni un
escarabajo, y en general son medioambientalistas así que no hay necesidad de
hacerles mala prensa e invitar a que caigan sobre ellos haters sedientos
de sangre, que tanto abundan en este mundo.
Otro error de
esta temporada ha sido la presentación de las brujas no-alineadas. En medio de
una crisis, en que la parroquia de la Iglesia de la Noche ha sido casi
aniquilada por las iras conjuntas del Dark Lord y del Padre Blackwood, y que
enfrentan un ataque pagano, la única solución parece ser recurrir a hechiceras
marginales que no son parte de ningún coven (no me gusta la palabra “aquelarre”).
En ingles las llaman hedge witches que en realidad es un término para
“practicantes solitarias”, curanderas, herbolarias, comadronas rurales, etc..
Hedge witches según "The Chilling Adventures of Sabrina" |
La serie, en
cambio, trae (con excepción de Mambo Marie) brujas de cuentos, medio
monstruosas y llenas de rencor porque cabales establecidos como la Iglesia de
la Noche las desprecian y no las admiten en sus filas. Por el contrario, en la realidad,
las solitary practicioners han optado por no ser parte de gremios o
círculos mágicos precisamente para evitar las luchas de poder, las intrigas y politiquerías
que caracterizan a los covens.
Tampoco creo que Mambo Marie califique como Hedge
Witch siendo una sacerdotisa vudú que opera dentro de un culto y aunque
practica un catolicismo sincretista también cree y adora antiguas deidades
africanas. “She is Catholic!” exclama asqueada, Tía Zelda.
Mambo Marie |
Por último, ese
hechizo de separación que Prudence aconseja practicar a Sabrina es inútil, no
sirve. Tal como no hay magia que te obligue a querer o ser amada por nadie,
tampoco hay hechizos que te saquen a alguien de la cabeza o del corazón.
¿Qué te ha
parecido esta tercera temporada de “El Mundo Oscuro de Sabrina”?
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