miércoles, 4 de septiembre de 2019

Lo Bueno y Lo Malo de la Segunda Temporada de "The Terror"



Con ciertas dudas voy a recomendar “The Terror: Infamy”, y únicamente porque la Segunda Temporada de la serie de Sir Ridley Scott destaca por sus méritos en medio de la mediocridad del material de época/histórico del 2019. Como cuento de terror, asusta; como denuncia social retroactiva, informa y estremece; como una visión atmosférica de Estados Unidos en 1942 es fidedigna y transporta. El problema es cuando se unen esos tres factores. No hay pegamento que los sujete, la trama se mueve o vertiginosamente o a paso de caracol, y los protagonistas no dan la talla.

LO BUENO
El Kwaidan: El relato de terror es lo más efectivo de la serie.Casi sin escenas de sangre (aunque una fantasma a la que la cara se le comienza a desgarrar al punto que debe suturársela es bastante gory), ni monstruos, la presencia de lo maligno es parte de la atmosfera.



“¿No sientes como que alguien nos observa siempre?” pregunta el protagonista. Es que Yuko es omnipresente, y por hermosa que sea la fantasmita, se sabe que cuando ella pasa, alguien pierde la cabeza, la vista o la vida. Y esa primera escena donde el espíritu en forma de viento irrumpe en un funeral, derriba un ataúd que expulsa a una muerta vestida de blanco como una novia, es tan bella como espeluznante.

Kiki Sukesane: El personaje de Yuko es el eje central de esta temporada, un peligroso espíritu que provoca desgracia donde pisa. Kiki Sukesane se las arregla para hacerla exquisita y amenazadora a la vez. Cuanto más frágil sea su aspecto de muñequita japonesa, más terrible es ver que su envoltura humana se descascara, se le tuercen los huesos, sangre mana de sus ojos.

Eso es maquillaje, pero Kiki logra conmover, asustar, intrigar sin nunca provocar repulsión. Estamos de su lado aun sin conocer sus motivos para desencadenar desastres. Junto con George Takei, la japonesita es lo más elogiable en términos de actuación en el reparto. Si algún día hacen otra versión de Shogun, me gustaría ver a Sukesane como Lady Mariko (y a un Gran Danés de nariz quebrada como el Anjin-San).

La Glacial Indiferencia: La gran promesa de esta temporada era la exploración de un periodo de la historia estadounidense bastante oscuro y que todavía se desconoce. Vemos como la población japonesa de una isla de la costa californiana es expulsada de su hogar y luego encarcelada. Vemos como un puñado de inocentes pescadores japoneses son acusados de espionaje y encerrados en una cárcel en los páramos de Dakota del Sur, sin juicios, sin abogados, sin atención médica.

A pesar de que esa es la agresión peor, que, aunque les hablen con dureza no hemos viso apremios físicos y que al único que han matado hasta ahora fue porque agredió a un guardia y amenazó con un arma a los soldados que lo balacearon, estamos ante un horrible caso de abuso y tortura mental de inocentes. Lo más horrible es la indiferencia glacial conque los blancos se dirigen o tratan a los prisioneros.

Esa indiferencia se manifiesta en su manera de ignorar sus preguntas más básicas como “¿Dónde estamos?” La fría crueldad con que envían a los prisioneros-pescadores a pescar en el hielo y luego que sobreviven, les exigen que pesquen también para ellos (los guardias) tengan que comer da la impresión de que tampoco están muy contentos de estar en ese desierto helado, pero eso no los hace empatizar con sus cautivos.

Diferente es la glacial indiferencia que el protagonista experimenta tras ser obligado a instalarse con su familia en Los Ángeles. Nadie, con la excepción de su maestro judío, está dispuesto a ayudar a Chester (Derek Nio) y a su familia.

Contrasta la actitud del profesor con la de su vecina que rápidamente delata a Chester al FBI, o las miradas de reproche que le dirigen a Chester sus compañeros caucásicos cuando regresa a la universidad. ¿Cómo es posible que toda una población viese indiferente que mujeres y niños fuesen encarcelados nada más que por creer que podían ser espías?

Los Paralelos con el Presente:   La razón tiene que ver con un flagelo del presente, la xenofobia. La idea de que hay razas inferiores y por ende peligrosas. Se entiende que tras el ataque a Pearl Harbor y el conocimiento de las atrocidades que los japoneses estaban cometiendo en el sudeste de Asia, se crease desconfianza, pero hay otro factor en juego.

En Gran Bretaña, al comienzo de la guerra, se arrestó a todos los fascistas importantes, y a todos los alemanes e italianos (aun a los judíos y a los refugiados políticos) y los pusieron en campos, la mayoría en la Isla de Man. 7,000 fueron enviados a Canadá y 740 murieron cuando su barco (la Arandora Star) fue bombardeado.

En Estados Unidos solo 11,000 alemanes (y la mayoría por ser miembros del Bund y otras asociaciones abiertamente Nazis) fueron encarcelados. De la inmensa población italoamericana solo 250 fueron a prisión. De hecho, compartieron campos con los japoneses. ¿Entonces cómo se explica que todos los japoneses en suelo americano (más de 100.000 incluyendo mujeres, niños y ancianos) fuesen considerados un elemento peligroso?

Esa desconfianza nacía de un temor ancestral a lo que se llamaba “orientales” o más comúnmente “El Peligro Amarillo” (The Yellow Peril).  Los japoneses y los chinos fueron tan pioneros en el Oeste como los caucásicos. Ayudaron a construir el ferrocarril, pusieron tiendas y lavanderías y los japoneses se volvieron pescadores como habían sido en su tierra, pero nunca se les dejó ser parte de la sociedad blanca.

La idea preconcebida era que estas personas eran todas criminales en potencia, vendedores de drogas, secuestradores de jovencitas obligadas a prostituirse, miembros de sociedades criminales. La ironía es que, aunque algo de eso era aplicable a los chinos, los japoneses, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, casi no eran convictos de actos delictivos, era gente tranquila y de bien.

Sin embargo, existía esta percepción, se les creía un grupo peligroso, salvaje y delincuente, más o menos como muchos nos ven a los latinos.  Existía también otro temor, los matrimonios mixtos. Había una preocupación que hoy escucho de parte de gente anti-latina de que al mezclarse ese elemento foráneo con la población “blanca” se cambiaría el perfil racial de Estados Unidos.

Las imágenes que nos ofrece la serie de gente empujada a subir en buses y a acabar en campos (Roosevelt los llamó “de concentración”) en establos y otros edificios ruinosos nos recuerdan a las que nos muestran las noticias sobre lo que ocurre en la frontera México-Estados Unidos. Uno de los momentos más chocantes de la serie es cuando el ejercito irrumpe en el orfanato donde trabaja Luz (Cristina Rodlo), la novia de Chester, y se llevan a todos los niños japoneses, incluso a los bebés.

“Todo el que tenga una gota de sangre japonesa debe ser internado” reza la nueva política. Esto motiva a Luz que está embarazada, a trasladarse voluntariamente a Colinas de Oro, el campo en Oregón donde están internados Chester y su familia.

Parece grotesco e increíble ¿verdad? Tal como nos parece hoy grotesco ver criaturas separadas de sus padres, viviendo en jaulas, o presentándose ante un juez que no habla su idioma, sin interprete ni abogado. Lo terrible es que ambos escenarios corresponden a la realidad.
Pequeño indocumentado se pesenta ante el juez.

En Manzanar, el campo más grande de concentración de japoneses existía un espacio conocido como “La Aldea de Los Niños”. Ahí fueron internados niños de tres orfanatos, dos de Los Ángeles (Shonien y Maryknoll House) y uno de San Francisco (El Ejército de Salvación).  
Bebés huerfanos en The Children's Village

Mas increíble aun, se envió a ese lugar a niños que ya habían sido adoptados por parejas caucásicas, separándolos de facto de sus padres, Muchos padres de crianza blancos tuvieron que entregar a los niños temerosos de la nueva ley que amenazaba con cárcel a quien “amparase a un japonés”.

Otro tremendo absurdo, fue que los niños de matrimonio mixto también estaban obligados a ir con el padre o madre japoneses a esos internamientos. Es lo que ocurre en el filme “Come See the Paradise”.

Peor aún, huerfanitos que parecían blancos y nadie sabía que tenían hasta solo un octavo de sangre nipona, de pronto se encontraron tras alambre de púas solo porque el FBI diligentemente había desenterrado sus árboles familiares. ¿Se imaginan si eso ocurriera hoy con los latinos con la predominancia de matrimonios entre nosotros y gente de otros grupos étnicos incluyendo caucásicos?
Bajo guardia armada huerfanitos japoneses son llevados a un campo.

La Atmosfera de Época: A diferencia de muchas series que cubren los 40 (sobre todo las españolas) se han recreado muy bien no solo los establos donde son internados los protagonistas sino también el ambiente de la era. Tenemos música de Duke Ellington, Johnny Mercer y Artie Shaw.

La ropa también está perfecta. Las faldas tan cortas de Luz se deben a que su falta de vestuario maternal acorta las que trajo cuando no tenía barriga.  (Chester le tiene que regalar sus camisas y le manda hacer un blusón maternal con un saco). Por otro lado, la escasez de tela fue un fenómeno en todos los países en guerra.

Los cupones para géneros eran escasos y para hacerse un vestido había que ahorrar meses de cupones, por eso las faldas femeninas se hicieron cada vez más menguadas. Por último, parte del uniforme de las “pachucas” californianas contrastando con los inmensos trajes de los “pachucos”fueron unas futuristas minifaldas. Lo mismo ocurrió con otra tribu urbana de entonces, Los “Zazous” que florecieron durante la Ocupación de Francia.
Pachuca de Los Angeles con minifalda


LO MALO
El Ritmo Desigual:  Aunque tal como la Primera Temporada, se esperaba que esta comenzara lentamente y fuese adquiriendo velocidad a medida que avanzaba, “The Terror: Infamy” tiene un desequilibrio en términos de dinamismo. Se entrecruzan escenas muy lentas con otros sucesos tan acelerados que uno no comprende lo que pasó. Lo del espía infiltrado en Dakota fue tan WTF que ni nos preocupamos de si se ahogó, se congeló, o si regresó con bien a la prisión.
Enfrentandose a un espía

Las escenas de Chester y Luz (hasta el tercer episodio) son la parsimonia misma. A ella le dan diálogos tan largos que devienen en monólogos soporíferos. Sin embargo, las escenas de la súbita decisión de Chester de huir del campo, la forma en que lo hizo, tal como el modo en que llegaron él y Luz a casa de su profesor, fueron tan apresuradas e ininteligibles que restaron credibilidad a los hechos.

La Pareja sin Química: Luz y Chester son la pareja menos romántica que haya visto recientemente. Se la pasan en largos discursos que al otro no parecen interesarle y ciertamente no nos interesan. Ambos están conscientes de que cometieron un ‘terrible error” (tener sexo premarital). Al comienzo la única solución viable es un aborto. Cuando Luz decide tener al bebé y darlo en adopción, a Chester le baja un sentido de responsabilidad e impulsivamente le ofrece matrimonio.

Luz inicialmente lo rechaza, porque él no tiene nada que ofrecerle. Luego acepta huir con él, a pesar de que eso los convierte a ambos en prófugos de la justicia. Finalmente decide acompañarlo de regreso al campo, pero porque cree que ese será el destino final de su hijo.

Me dio un poco de lata que pusieran una pareja tan sin gracia. Sobre todo, si uno las compara con amores interraciales más intensos en el mismo contexto como la ya mencionada “Come See the Paradise” o en “If Tomorrow Comes”, una versión de Romeo y Julieta en días de Pearl Harbor.

El Personaje de Chester: No quiero sonar como el recapper de The AV Club que parece odiar la serie, pero Chester Nakayama es insufrible. Una mezcla de arrogante con pasivo, indeciso con impulsivo, de egoísta con exagerado, que alterna entre actos irresponsable con súbitos accesos de conciencia que lo hacen tomar decisiones erráticas y peligrosas. Alexander Woo, el escritor, explica que trató la personalidad de Chester como una mixtura de lo tradicional japones y la actitud de un chico americano de entonces, pero el coctel le quedó amargo.

Quizás un actor más competente hubiese podido hacernos a Chester interesante o añadirle más complejidad, pero Derek Nio no da la talla y le falta experiencia. Aparte que (soy una gata seriefila muy frívola) ¿por qué escogieron un actor tan feíto y poco carismático? Hay japoneses guapísimos (yo tenía un vecino…ayy) pero este ni siquiera está como para darse un taquito de ojo.

El Terror al “Gran Salvador Blanco:  Cuando a comienzos de los 90 comenzaron a aparecer libros y filmes sobre “Los Justos” (así les llamamos a los que salvaron judíos durante el Holocausto), y sobre todo después de “La Lista de Schindler” hubo una reacción contraria en la misma comunidad judía. Unos lo vieron con escepticismo (Como mi Ma que decía que, si fuera verdad “que tantos nos dieron un vaso de agua a los judíos, nos hubiéramos ahogado en un mar”).  

Otros argumentaban que mostrar a un puñado de rescatistas minimiza y trivializa la tragedia del Holocausto haciendo creer que tuvimos muchas manos que nos extendieron ayuda. Bendita cada mano, pero por cada Schindler hubo cientos de batallones de la SS y sonderkommandos, etc.

Un caso similar ocurre con blancos “buenos” en filmes sobre esclavos u otras formas de racismo contra la población de color de USA. Para definir este combatido cliché, la cultura afroamericana ha creado un término The Great White Savior (el gran salvador blanco).

En esa categoría caen desde (hasta ayer) admirados iconos como Atticus Finch en To Kill a Mockingbird hasta personajes contemporáneos como Viggo Mortensen en “The Green Book”.  Oigo comentarios de parte de la inteligencia afroamericana que no prevalecerían esos clichés si hubiese más filmes hechos por negros, para negros y donde los negros se salvasen a sí mismos y a su comunidad.

Pues parece que algo de esa actitud se les ha pegado a los productores de esta serie, porque no hay ni un blanco bueno. El profesor de Henry, aparte de solo tener dos escenas, resultó ser un incompetente. ¿Sera cierto que NADIE levantó la voz para protestar el injusto encarcelamiento? ¿No hubo salvadores blancos?

A pesar de que en los campos la medicina, y todo tipo de asistencia estaba en manos de profesionales nipones, hubo blancos que si lograron entrar como fue el caso de sacerdotes y pastores protestantes puesto que había muchos japoneses que eran cristianos. Llegaron los cuáqueros que fue el grupo que más militó a favor de los internados y el fotógrafo Ansel Adams quien hizo una crónica-denuncia del internamiento. 
Internados en Manzanar. Fotografía de Ansel Adams

Aunque la Cruz Roja tenía prohibido entrar, eso no evitó que sus representantes se presentasen periódicamente en las entradas de los campos. No serian “salvadores” pero demuestran que no había una total indiferencia en el mundo no japones.

Otra cosa, la serie nos muestra a los jóvenes japoneses manifestando desprecio por los estadounidenses y sobre todo por la idea de unirse a su ejército. Chester se enlista solo para huir del bakemono, del espíritu que lo tortura.

Eso no es cierto. Todas las memorias y criónicas de la época hacen hincapié en el deseo de los internados de probar su patriotismo. Lo atestiguan los kilos de medallas ganadas por soldados Nisei. Se sabe de qué aun en los campos había cursos de” Americanización” solicitados y dados por los mismos japoneses. ¿Entonces por qué excluir esta verdad que motivaría un periodo de asimilación en la comunidad japonesa de la posguerra?
Jovencitas Nisei en uniforme de la Fuerza Aerea de los Estados Unidos

Como ven “The Terror: Infamy” es imperdible, pero incluso en su más aplaudido merito, la lección histórica,  cae en exageraciones y falsificaciones de una realidad ya en si trágica y vergonzosa.

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