miércoles, 6 de enero de 2016

¿Por qué no me molesta que Winds of Winter no llegue al mercado este otoño?


Quería evitar el tema, pero la batahola es tan fuerte que estoy obligada a enfrentarla.  Después  de “amenazarnos” con (por fin) dar fecha de aparición de su más que anhelada Vientos de invierno George R.R. Martin se ha puesto sus moños y anunciado que el libro terminará “cuando tenga que terminarse”. ¡He dicho y se callan! ¿Y a qué no se imaginan? En medio de la ira y estupor troneros,  yo debo ser la única a la que le  importa un bledo, de hecho me alegro.

Nunca me creí el cuento de que en otoño (primavera en el Hemisferio Norte) soplarían vientos invernales. Era un absurdo. ¿Cómo iba a opacar toda la faramalla arcangélica? No se puede echarles abajo el tinglado cuando Weiss&Benioff están tan contentos jugando al pillarse en ese laberinto que se han construido al rescribir lo que nunca debió ser rescrito. Un día de estos no van a poder salir de ese zarzal y ahí entra el dilema de ser George.

Entiendo que los que se creyeron que venía el bendito libro en camino, se sientan humillados y ofendidos. Pero esto no es más que otro escalón del tremendo monumento al troleo que comenzó a partir de la Tercera Temporada de”Juego de Tronos “. Si hay que enojarse con Martin es por una razón, haber cedido una obra inconclusa  a un medio tan mercantilizado que no supo tratarla con respeto. No le niego a Martin  el derecho de lucrar con su trabajo, pero cuando este ya estuviera acabado.

Sin la serie no existiría ese clamor por la continuación de la saga. Seamos sinceros. La primera generación de troneros que nació en el Siglo XX, no es la que más patalea ante el paso de tortuga del escritor de Nuevo México. Ellos ya superaron ese síndrome de abstinencia. Ellos se quedaron en el 2005, fecha (y aunque duela decirlo, es cierto) en que se acabó la saga. La “Danza de Dragones” fue solo lo que se le quedó en el tintero al gordito.












Es triste reconocerlo, pero cada obra literaria tiene un espíritu y un contexto histórico en el que es creada.  Una Canción de Hielo y Fuego es totalmente New Age, tiene toda esa ingenuidad “noventera” y “clintoniana”, tiene un espíritu que hoy calificaríamos de “retro”. Por eso Martin no la puede acabar porque no puede recuperar el zeitgeist que alimentó sus inicios. La saga se quedó atrás y ahora él está en un siglo XXI trabajando nuevos proyectos, mirando a su opus magna como Stephen King mirará a Carrie o a El resplandor, con cariño pero con cierta suficiencia de saber que eso es un “ayer”.

Aparte, tal como nos hemos indignado ante cambios inauditos en la adaptación, Martin  también se ha de sentir incomodo,  Le debe fastidiar tanto como a nosotros que sea a Sansa y no a Jayne Poole la que violan enfrente de Theon, o que quemen a Shireen fuera de contexto, que Los Arcángeles sean mas asesinos de lo que nunca será Ser George. El debe sufrir al ver que una tercera generación  ama la serie, pero desprecia los libros y ni se molesta al ver que a Brienne la describe como marimacho, a Jaime como un pusilánime y a Jon como un mamerto.

Otro punto que ayuda a cohibir la creatividad literaria de Martin es el dedo acusador de su fandom.  No solo reniegan de su lentitud, también lo culpan de cómo la serie traiciona al libro. Después de tanta reacción airada, tal vez hasta le tenga miedo a escribir una secuela que indigne más a los troneros de la segunda generación, los que leímos el libro a la par de la Primera Temporada y nos enamoramos de una obra precisamente por ese aire elegiaco y antiguo que Elio M. García y Linda Antonsson  denominaron “romántico.”

No sé si Martin podrá alguna vez acabar de cantar su Canción. Mi consejo sería que trabaje en las sombras, tranquilo, y que publique lo que ha de publicar por allá por el 2020, cuando ya la serie esté totalmente olvidada. A mí no me molestaría. Estoy segura que si estoy viva, y aun dueña de mi razón, me gustaría mucho leer la obra del maestro que seguramente servirá para exorcizar cualquier extravagancia de los Ds.

Pero hay diferencia entre decir que no me importa que Vientos de invierno no se publique este 2016 y “que me alegre” que no suceda. Lo segundo obedece al estupendo enredo que se ha hecho con la publicidad de la Sexta Temporada de la serie. Han dicho tanto, han ocultado tanto, mentido tanto  y soltado cada posibilidad que la serie se ve más que comestible, sabrosa.

Me muero por ver a los Greyjoy en su hábitat de Pyke; y a Sam en Colina de Cuervo. Quiero conocer a Lyanna en La Torre de la Alegría y volver a ver a Osha.   Quiero asistir  a ese conclave en el patio de Winterfell que interrumpirá WunWun. Quiero llorar al ver a Sansa reunirse con sus hermanos.  Quiero visitar La Ciudadela y quiero que me inviten a La Boda Negra de Lord Walder. Y por supuesto ver a Arya regresar a Poniente, ver resucitar a su madre y oír nuevamente los ladridos de Sandor Clegane.

Por eso no necesito que Ser George se esfuerce por mí, La Loca de La Casa ya está dándole vuelta a la manivela. Solo cuando acabe la temporada y en caso de que Los Arcángeles me defrauden (y esa posibilidad está eternamente abierta) rugiré por una secuela que me haga soñar de nuevo con la esperanza eterna de que a Sansa no la violarán, de que Shireen será sacrificada en aras de un bien mayor y que Ser Jaime y Lady Brienne recitarán sus votos ante la luz de Los Siete.


4 comentarios:

  1. Lo primero que se te viene a la cabeza es que este hombre es un vago que hace mil cosas antes de ponerse a escribir, pero luego pienso que en realidad no lo conozco de nada y no sería objetiva. No voy a negar que me ha dado mucha pena y ha sido difícil de tragar no tener el libro este año y posiblemente en la primera mitad de 2017 (ha mencionado que le quedan decenas de capítulos por escribir) pero una ya se va haciendo inmune.

    Este estado de pasotismo ilustrado que tengo puede deberse a que empecé a leer la saga en la 2ª temporada y no sería el mismo si por ejemplo fuese lectora desde el 2005 antes de publicarse Festín. Entonces si clamaría al cielo y con toda la razón del mundo.
    Venga George, seis años dan para mucho, hasta para terminar una carrera de medicina. Beethoven, terminó su 9ª en el mismo periodo de tiempo y sordo como una tapia. El listón está alto para los genios.

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    1. Como digo en la nota, creo que se le fue el tren, que ese romance quedó en el pasado y que le cuesta mucho volver a bailar a ese ritmo que ya no esta de moda en su cerebro. ¿Tiene una obligación con el público? Desde un punto moral si, pero su primera obligación es con su editorial y si ellos no lo presionan...

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  2. Yo creo que a más de uno habría que decirle que llegó la hora de buscarse otro interés literario, y dejar de sufrir por las idas y venidas de don George, al fin y al cabo estamos hablando de un libro y no de la vacuna contra el SIDA...
    Como bien dices, los lectores que siguen la saga desde los '90 ya estarán curados de espanto. Yo, que la empecé hace relativamente poco y de forma independiente a la serie, la tomo como una más de tantos libros que me interesan y por eso no entro en la histeria colectiva que he visto en muchos foros. Hay demasiada cosa digna de mérito como para tirarse de los pelos porque Martin no alcance a publicar antes de la serie.
    Lo de siempre, la serie irá por su camino y ya veremos qué nos trae. Mi interés en ese caso también ha descendido bastante. Ya no la veo con la calidad de antaño y eso hace que me de igual...
    Eventualmente leeremos Vientos y sabremos en qué quedó la cosa...
    Y sí, otra cuestión: compadezco a don Georgie enfrentando la realidad que muchos troneros aman en una serie cosas que él ni siquiera imaginó para sus personajes. Tampoco lo culpo por haber vendido los derechos: vaya uno a saber qué necesidades económicas tenía. La profesión de escritor (como la de cualquier artista, en general) debe ser lo bastante inestable como para no poder darse el lujo de dejar pasar una oportunidad así...

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    1. Es todo un enigma eso de los motivos de Ser George para vender la obra, pero más el de la HBO en comprarla. No recuerdo otro caso parecido, porque lo de Harry Potter no es ni cercano. Aparte de que era cine, aparte de que cada los primeros libros funcionaban casi como una historia separada del resto, era una saga abierta como “True Blood” algo que podría haber continuado para siempre. En cambio Una Canción es un mundo de cliffhangers y nudos de Meereen que ni Pod puede desenredar. Ponerse a adaptarla cuando le faltan tres mamotretos y ya se ve que el autor no está muy apurado en escribirlos es muy arriesgado

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