martes, 7 de enero de 2020

The Witcher: Yennefer y el Postfeminismo de Los Ochenta



En una serie colmada de princesas badass, guerreras y hechiceras superpoderosas, destaca Yennefer y no solo por su magia abre-portales. La insatisfacción que siente al llegar a la cuarentena, la desilusión ante lo logrado, y el arrepentimiento de lo que ha sacrificado, la hacen parecerse a muchas mujeres modernas. Además, su búsqueda por curas mágicas para recuperar su útero la acerca a las denuncias que Germaine Greer elevase en su Sex and Destiny, un libro clave del postfeminismo ochentero.

Germaine Greer y el Postfeminismo de los 80
Antes que todo tengo que hablar de lo que es postfeminismo puesto que ha habido varias etapas con ese nombre. En el momento actual vivimos tres maneras de ser feministas. La más conocida es la Me Too, una combinación de guerra de los sexos Sesentera con conceptos victorianos en los que la mujer es una víctima constante. Otra es el muy legitimo feminismo del Tercer Mundo que se basa en que hay países donde las mujeres siguen sometidas a prejuicios y opresiones que ya no existen en Occidente.

En USA, las feministas afroamericanas han abrazado esta vertiente infiriendo que ellas siguen siendo discriminadas tanto por su condición femenina como por su color de piel. A este grupo se han unido mujeres asiáticas, árabes y latinas en lo que se conoce como “Feminismo de Color”.

A pesar de que muchos de los radicalismos que vemos hoy en torno al feminismo derivan de la Tercera Ola del movimiento, también hay en la abigarrada amalgama de opiniones que mal define esta etapa, algunos puntos de vista que conforman mi credo feminista cifrado en ideas Ochenteras. Me refiero a las opiniones expresadas por feministas como Naomi Wolf, Camille Paglia (con cuentagotas) y Germaine Greer (a partir de Sex and Destiny). Es precisamente este último libro el que influencia mi perspectiva de Yennefer.

A mediados de Los 80, las mujeres estadounidenses nos detuvimos a reflexionar sobre los logros adquiridos. Aunque conscientes de que todavía había vallas que sobrellevar, llegamos a la conclusión de que al compararnos con nuestras abuelas y con nuestras congéneres en el Tercer Mundo, debíamos sentirnos agradecidas y satisfechas. Sobre todo, porque ya se veía que ciertas agendas feministas, en vez de ofrecer más oportunidades, estaban cayendo en reglas absolutistas que mermaban nuestras opciones.

Como profesional y activa participante en esta sociedad angloparlante, diversa y primermundista, mi preocupación radicaba en si como mujer liberada yo debía ser sexualmente promiscua;  renegar de conceptos como ser femenina y elegante; enfocarme en una carrera antes que en  encontrar un compañero; tener hijos dentro de una familia o para criarlos sola; rechazar mis valores culturales porque el feminismo radical los consideraba patriarcales,; ver a los hombres no como posibles compañeros sino como enemigos, etc.. Lo que entonces se llamó postfeminismo nos ayudó a tomar decisiones a las que teníamos esas dudas solo para que el tiempo volviese con extremismos que creíamos fenecidos.

Una gran duda para las mujeres Ochenteras era el alcanzar ese ideal imposible de la mujer “que lo tiene TODO”; la carrera perfecta, el cuerpo perfecto, el matrimonio y la familia perfectos. Obvio que era un ideal inalcanzable y las mujeres buscaban soluciones parciales. Postergar los hijos para una edad en la cual hubiesen alcanzado el éxito o tratar embarazo y maternidad como si fuesen estados “naturales” que en nada debían interrumpir u obstaculizar un estilo de vida “activo”.

Recuerdo haber conocido mujeres que decían cosas para mi inconcebibles como “no puedo ausentarme del trabajo así que he encontrado una buena sala cuna, trabajaré hasta el parto y solo me tomaré tres días de descanso” o “me voy a casar con X porque gana menos que yo y su trabajo es menos importante que el mío, así me aseguró que se quede en casa cuidando de los chicos.”

El problema es que ninguna planificación preveía inevitables obstáculos desde niños que nacían enfermos y necesitaban de mayores cuidados, hasta la imposibilidad de gestar hijos. En 1984, Germaine Greer publicó un libro (hoy casi censurado) titulado Sex and Destiny: The Politics of Fertility. En él, la famosa feminista se conmiseraba de como las mujeres en Occidente descubrían que su liberación sexual les había costado una disminución de fertilidad fuese por abortos mal hechos o controles de natalidad inadecuados.

De ahí pasaba a un elogio de cómo se vivían el sexo y maternidad en culturas no occidentales. La australiana, que estaba viviendo en Toscana en ese entonces, comentaba que el ideal de belleza del campesinado italiano difería del occidental en que se privilegiaba a la mujer de formas voluptuosas. La conclusión de Greer es que en Occidente se había entablado una guerra en contra de los (útiles) valores familiares puesto que el Primer Mundo no amaba sus hijos como los amaban los pueblos mediterráneos o del Tercer Mundo.

Hoy ese libro es rechazado porque presenta un ataque a los intentos de Occidente por coartar la explosión demográfica del Tercer Mundo, un proceso que Greer consideraba iba a destruir el ultimo espacio donde la maternidad y la vida familiar se vivían de manera óptima. Sin embargo, mientras veía la saga de Yennefer desarrollarse linealmente en pantalla recordaba el libro de Greer y muchas cosas que oí, leí y viví en esa etapa postfeminista (a propósito, postfeminismo también se aplica a cambios en el movimiento en los 90 y hoy. Por una vez aplaudiría que inventaran nombres).

Yennefer, La Que Lo Quería Todo
Según tengo entendido, en la serie solo el encuentro de Yennefer con Geralt de Rivia es canon. Aunque basado en cosas que Sapkowski hace decir a la hechicera en sus libros, su relato ha sido confeccionado por diversos guionistas y aprobado por Lauren S. Hirsch, la mandamás en esta producción.

No es que en los libros no exista esta obsesión de Yennefer con tener hijos. Solo que el modo en que la serie lo desarrolla resulta más significativo y conmovedor. En el pasado, Los Lectores también se han sentido intrigados ante esta fijación maternal de la hechicera y han encontrado algunas respuestas para ella:  a) Como muchas mujeres de “cierta edad” Yennefer se siente dominada por el reloj biológico b) quiere conseguir lo imposible, lo inalcanzable c) quiere demostrar que puede ser mejor madre que la propia d) Sapkowski cree que todas las mujeres quieren hijos.

En la serie Yennefer comienza como alguien que no tiene nada y es considerada “nada” tanto por sus vecinos como por sus padres. Un día descubre que es capaz de abrir portales mágicos. Así conoce a Istredd, este avisa a Tissaia que compra a la jorobadita y la lleva a estudiar a Aretuza, una academia de magia.

Algo que no entendí es por qué Yennefer siente rencor por Tissaia y le desagrada tanto estar en Aretuza. Para Harry Potter la oportunidad de ir a Hogwarts y huir de su horrible familia es causa de alegría. Con Yennefer pasa lo contrario, hasta intentar suicidarse. Solo la salva el convertir su desesperación en ambición. Para Yennefer la magia es la única manera de alcanzar lo que ambiciona. Como Meñique, la jorobadita lo quiere “todo”.

Entremedio sigue visitándose con Irdredd de quien se hace amante. Hay una escena en que ambos están desnudos haciendo el amor. He llegado al punto que todo sexo gráfico y todo desnudo me desagrada si no tiene propósito. Esta escena lo tiene a raudales porque solo así vemos la joroba de la brujita. Aquí vemos que una mujer que no corresponde a los cánones de belleza establecido puede también disfrutar del sexo, que su deformidad facial y corporal no impiden a su amante gozar de su compañía.

Llega el momento de la graduación y de que las alumnas más aventajadas consigan puestos importantes, pero el físico le hace una mala jugada a Yennefer. Nunca podrá alcanzar un puesto en una corte notable con esa chepa y esa cara chueca.

Ha llegado ese momento por el que toda mujer moderna pasa en que debe ver sus prioridades y examinar sus alternativas. Yennefer pudo huir con Istredd y formar una familia como él le ofreció; pudo aceptar el puesto menor que le estaban ofreciendo; pudo irse por el mundo y buscar empleo como bruja de pueblo como lo está haciendo cuando la encuentra Geralt de Rivia en el quinto capítulo.

Sin embargo, Yennefer rechaza todas esas posibilidades. Ella no quiere ser la ayudanta de un mago-marido, no quiere empleos mediocres, ella lo quiere TODO y para eso debe ser hermosa. De pronto su decisión pasa a ser la misma de la protagonista de “Sin Tetas no Hay Paraíso”, y como Carmen, Yennefer llegará a arrepentirse de su decisión.

Yo sé que en libro la esterilidad brujil es para impedir que mujeres con poderes tan grandes alumbren hijos aún más poderosos. También sé que, en el libro, Yennefer se somete (con permiso de Tissaia) a varias cirugías para verse más guapa. En la serie han hecho este proceso más dramático.

Yennefer obliga, incluso extorsiona, a un mago para que moldee su cuerpo y su rostro. El mago le suplica que lo piense, le recuerda el precio que debe pagar, su matriz. Yennefer es implacable, hasta se niega a tomar un anestésico. Después de una dolorosísima transformación, Yennefer esbelta, derecha y de curvas perfectas entra al salón y se queda, con lo que considera el mejor empleo. ¡Toma Tissaia! Yennefer es ahora dueña de su destino ¿pero valió la pena?


En el cuarto episodio, vemos a Yennefertodavía guapísima a los 45 años —sintiéndose un poco frustrada. Alcanzó sus metas, pero le falta algo. Como muchas, ha encontrado que algunos sueños no traen ni satisfacción ni felicidad. Su desilusión con el servicio de la realeza cristaliza en el empleo de guardaespaldas de una odiosa e idiota reina cuyo marido la quiere muerta ya que es incapaz de darle un hijo varón. La cúspide del descontento de la bruja es el abandono de sus protegidas, madre e hija.

Ante el cadáver de la beba, Yennefer filosofa que para una hembra es bueno morir antes que llevar una vida sin alternativas. Fue la primera vez que sentí un mensaje contemporáneo de “victimismo femenino” en un cuento donde las hechiceras son más fuertes que los reyes y donde las princesas descubren que el poderío reside en su voz no en espadas ni en modelos masculinos.

A la princesita muerta le esperaba una vida de privilegios y opciones impensadas para una porqueriza jorobada. Pero la misma Yennefer ha adquirido facultades, cumplido expectativas y contemplado perspectivas que no le son posibles a muchos hombres. No puede culpar a un esquema social por sus frustraciones o remordimientos personales.

En Búsqueda del Útero Perdido
En el quinto capítulo encontramos a Yennefer convertida en bruja y mandamás de un pueblo donde no se toleran la de su calaña. La hechicera sigue ambicionando más, y ahora se trata de apoderarse de la omnipotencia de un genio. Para salvarla, Geralt de Rivia pide un último deseo que acaba con la bruja montada en su musculosa anatomía. De ahí que comencé a no sentir simpatía por Yennefer, o al menos a no entenderla.

Es más que el hecho de que Cavill y Chotra (y muy lindos ambos) tienen menos química sexual que Abbot y Costello. Es más que en su próximo encuentro vomiten diálogos tan clichés que pareciera que el guionista (son diferentes libretistas para cada episodio) estuviera copiando a Corín Tellado, es que no sé lo que Yennefer quiere o lo que busca y me disgusta su manera de hacerlo.

Al final del episodio 6, Gerald se da cuenta que Yennefer se ha unido a la caza del dragón porque cree que eso ayudará a su fertilidad. Para el Witcher es inconcebible que la bruja quiera un bebé e incluso opina que ella no será una buena madre. Yennefer le responde “quiero ser importante para alguien”. Esto nos remite al capítulo cuarto. Ahí la reina a la que la hechicera servía comenta que no es importante para su marido, pero para su bebé “soy la persona más importante del mundo”. 

A pesar de que no considero que sea la mejor razón para embarazarse, ahí comprendo la soledad y la desilusión de Yennefer, lo que habría que saber es cual nace de la otra. Lo triste es que Yennefer al final del episodio descubre que el amor que siente por Gerald de Rivia es producto de magia. Eso la enfurece, supongo que porque la hace sentir más inútil y fracasada.

Como ocurre con muchas mujeres a cierta edad cuando enfrentamos la interrogante de qué hicimos mal, qué conseguimos lograr y cuál debería ser nuestra próxima prioridad, Yennefer decide regresar a sus orígenes.  Primero, va en busca de Istredd, a quien una vez despreciara. El arqueólogo ahora trabaja para Nilfgaard y ya no la necesita. Con el rabo entre las piernas, Yennefer enfila camino hacia Aretuza.

En su alma mater están preparando una guerra en contra de Nilfgaard, pero a Yennefer le importa más soliviantar los ánimos del alumnado en contra de Tissaia. En vez de advertir a las chicas de no cometer sus mismos errores, acusa a la academia y al consejo de brujos de esterilizar a las estudiantes graduadas sin su conocimiento.

Una estudiante parece expresar el sentir de sus compañeras cuando desafía los consejos de la bruja fracasada, argumentando que a Yennefer le haya ido mal no significa que eso ocurra con todas. Es cierto, solo Yennefer está descontenta y eso tiene que ver con las decisiones que tomó.

A pesar de que la maternidad y la fertilidad son temas importantes de “The Witcher”, en la serie no hay paragones de amor maternal. La reina del capítulo cuarto entrega a su bebé al asesino para salvarse ella, Calanthe era una madre odiosa; la madre de Geralt lo abandonó. Aunque es evidente que Tissaia quiere a Yennefer como su hija no se lo ha demostrado. Es solo cuando implora su ayuda que Yennefer acepta entrarle a la guerra mágica.

En la fantasía moderna se han creado dos tipos de heroínas, las guerreras y las brujas. Al compararlas, la segunda pierde. Incluso autores fuera del género como Hilary Mantel, y Michael Hirst en “Vikingos” han privilegiado a la guerrera por sobre mujeres "magicas"y madres. En el sexto episodio vemos a Yennefer enarbolar una espada. Hasta en eso la han hecho excepcional, aunque en el campo de batalla, el fuerte de la hechicera son las retiradas estratégicas.

Pero a pesar de todos sus dones, y de haber vivido experiencias negadas aun a las mujeres del Siglo XXI, Yennefer se siente defraudada, infecunda, inquieta e infeliz. ¿Pudo haberse evitado ese estado tan desolado? ¿Qué opciones debió haber escogido?  ¿Cuál es la moraleja de su historia?