En una serie
colmada de princesas badass, guerreras y hechiceras superpoderosas,
destaca Yennefer y no solo por su magia abre-portales. La insatisfacción que
siente al llegar a la cuarentena, la desilusión ante lo logrado, y el arrepentimiento
de lo que ha sacrificado, la hacen parecerse a muchas mujeres modernas. Además,
su búsqueda por curas mágicas para recuperar su útero la acerca a las denuncias
que Germaine Greer elevase en su Sex and Destiny, un libro clave del
postfeminismo ochentero.
Germaine Greer
y el Postfeminismo de los 80
Antes que todo
tengo que hablar de lo que es postfeminismo puesto que ha habido varias etapas
con ese nombre. En el momento actual vivimos tres maneras de ser feministas. La
más conocida es la Me Too, una combinación de guerra de los sexos Sesentera con
conceptos victorianos en los que la mujer es una víctima constante. Otra es el
muy legitimo feminismo del Tercer Mundo que se basa en que hay países donde las
mujeres siguen sometidas a prejuicios y opresiones que ya no existen en
Occidente.
En USA, las
feministas afroamericanas han abrazado esta vertiente infiriendo que ellas
siguen siendo discriminadas tanto por su condición femenina como por su color
de piel. A este grupo se han unido mujeres asiáticas, árabes y latinas en lo
que se conoce como “Feminismo de Color”.
A pesar de que
muchos de los radicalismos que vemos hoy en torno al feminismo derivan de la Tercera
Ola del movimiento, también hay en la abigarrada amalgama de opiniones que mal define
esta etapa, algunos puntos de vista que conforman mi credo feminista cifrado en
ideas Ochenteras. Me refiero a las opiniones expresadas por feministas como
Naomi Wolf, Camille Paglia (con cuentagotas) y Germaine Greer (a partir de Sex
and Destiny). Es precisamente este último libro el que influencia mi
perspectiva de Yennefer.
A mediados de Los
80, las mujeres estadounidenses nos detuvimos a reflexionar sobre los logros adquiridos.
Aunque conscientes de que todavía había vallas que sobrellevar, llegamos a la
conclusión de que al compararnos con nuestras abuelas y con nuestras congéneres
en el Tercer Mundo, debíamos sentirnos agradecidas y satisfechas. Sobre todo,
porque ya se veía que ciertas agendas feministas, en vez de ofrecer más oportunidades,
estaban cayendo en reglas absolutistas que mermaban nuestras opciones.
Como profesional
y activa participante en esta sociedad angloparlante, diversa y primermundista,
mi preocupación radicaba en si como mujer liberada yo debía ser sexualmente
promiscua; renegar de conceptos como ser
femenina y elegante; enfocarme en una carrera antes que en encontrar un compañero; tener hijos dentro de
una familia o para criarlos sola; rechazar mis valores culturales porque el
feminismo radical los consideraba patriarcales,; ver a los hombres no como
posibles compañeros sino como enemigos, etc.. Lo que entonces se llamó
postfeminismo nos ayudó a tomar decisiones a las que teníamos esas dudas solo
para que el tiempo volviese con extremismos que creíamos fenecidos.
Una gran duda
para las mujeres Ochenteras era el alcanzar ese ideal imposible de la mujer “que
lo tiene TODO”; la carrera perfecta, el cuerpo perfecto, el matrimonio y la
familia perfectos. Obvio que era un ideal inalcanzable y las mujeres buscaban
soluciones parciales. Postergar los hijos para una edad en la cual hubiesen
alcanzado el éxito o tratar embarazo y maternidad como si fuesen estados
“naturales” que en nada debían interrumpir u obstaculizar un estilo de vida “activo”.
Recuerdo haber
conocido mujeres que decían cosas para mi inconcebibles como “no puedo
ausentarme del trabajo así que he encontrado una buena sala cuna, trabajaré
hasta el parto y solo me tomaré tres días de descanso” o “me voy a casar con X
porque gana menos que yo y su trabajo es menos importante que el mío, así me aseguró
que se quede en casa cuidando de los chicos.”
El problema es
que ninguna planificación preveía inevitables obstáculos desde niños que nacían
enfermos y necesitaban de mayores cuidados, hasta la imposibilidad de gestar
hijos. En 1984, Germaine Greer publicó un libro (hoy casi censurado) titulado Sex
and Destiny: The Politics of Fertility. En él, la famosa feminista se
conmiseraba de como las mujeres en Occidente descubrían que su liberación
sexual les había costado una disminución de fertilidad fuese por abortos mal
hechos o controles de natalidad inadecuados.
De ahí pasaba a
un elogio de cómo se vivían el sexo y maternidad en culturas no occidentales. La
australiana, que estaba viviendo en Toscana en ese entonces, comentaba que el
ideal de belleza del campesinado italiano difería del occidental en que se
privilegiaba a la mujer de formas voluptuosas. La conclusión de Greer es que en
Occidente se había entablado una guerra en contra de los (útiles) valores
familiares puesto que el Primer Mundo no amaba sus hijos como los amaban los
pueblos mediterráneos o del Tercer Mundo.
Hoy ese libro es
rechazado porque presenta un ataque a los intentos de Occidente por coartar la
explosión demográfica del Tercer Mundo, un proceso que Greer consideraba iba a
destruir el ultimo espacio donde la maternidad y la vida familiar se vivían de
manera óptima. Sin embargo, mientras veía la saga de Yennefer desarrollarse
linealmente en pantalla recordaba el libro de Greer y muchas cosas que oí, leí
y viví en esa etapa postfeminista (a propósito, postfeminismo también se aplica
a cambios en el movimiento en los 90 y hoy. Por una vez aplaudiría que
inventaran nombres).
Yennefer, La Que
Lo Quería Todo
Según tengo entendido,
en la serie solo el encuentro de Yennefer con Geralt de Rivia es canon. Aunque
basado en cosas que Sapkowski hace decir a la hechicera en sus libros, su
relato ha sido confeccionado por diversos guionistas y aprobado por Lauren S. Hirsch,
la mandamás en esta producción.
No es que en los
libros no exista esta obsesión de Yennefer con tener hijos. Solo que el modo en
que la serie lo desarrolla resulta más significativo y conmovedor. En el pasado,
Los Lectores también se han sentido intrigados ante esta fijación maternal de
la hechicera y han encontrado algunas respuestas para ella: a) Como muchas mujeres de “cierta edad”
Yennefer se siente dominada por el reloj biológico b) quiere conseguir lo
imposible, lo inalcanzable c) quiere demostrar que puede ser mejor madre que la
propia d) Sapkowski cree que todas las mujeres quieren hijos.
En la serie
Yennefer comienza como alguien que no tiene nada y es considerada “nada” tanto
por sus vecinos como por sus padres. Un día descubre que es capaz de abrir
portales mágicos. Así conoce a Istredd, este avisa a Tissaia que compra a la
jorobadita y la lleva a estudiar a Aretuza, una academia de magia.
Algo que no
entendí es por qué Yennefer siente rencor por Tissaia y le desagrada tanto
estar en Aretuza. Para Harry Potter la oportunidad de ir a Hogwarts y huir de
su horrible familia es causa de alegría. Con Yennefer pasa lo contrario, hasta
intentar suicidarse. Solo la salva el convertir su desesperación en ambición.
Para Yennefer la magia es la única manera de alcanzar lo que ambiciona. Como
Meñique, la jorobadita lo quiere “todo”.
Entremedio sigue
visitándose con Irdredd de quien se hace amante. Hay una escena en que ambos
están desnudos haciendo el amor. He llegado al punto que todo sexo gráfico y todo
desnudo me desagrada si no tiene propósito. Esta escena lo tiene a raudales
porque solo así vemos la joroba de la brujita. Aquí vemos que una mujer que no corresponde
a los cánones de belleza establecido puede también disfrutar del sexo, que su
deformidad facial y corporal no impiden a su amante gozar de su compañía.
Llega el momento
de la graduación y de que las alumnas más aventajadas consigan puestos
importantes, pero el físico le hace una mala jugada a Yennefer. Nunca podrá alcanzar
un puesto en una corte notable con esa chepa y esa cara chueca.
Ha llegado ese
momento por el que toda mujer moderna pasa en que debe ver sus prioridades y
examinar sus alternativas. Yennefer pudo huir con Istredd y formar una familia como
él le ofreció; pudo aceptar el puesto menor que le estaban ofreciendo; pudo
irse por el mundo y buscar empleo como bruja de pueblo como lo está haciendo
cuando la encuentra Geralt de Rivia en el quinto capítulo.
Sin embargo, Yennefer
rechaza todas esas posibilidades. Ella no quiere ser la ayudanta de un
mago-marido, no quiere empleos mediocres, ella lo quiere TODO y para eso debe
ser hermosa. De pronto su decisión pasa a ser la misma de la protagonista de
“Sin Tetas no Hay Paraíso”, y como Carmen, Yennefer llegará a arrepentirse de
su decisión.
Yo sé que en
libro la esterilidad brujil es para impedir que mujeres con poderes tan grandes
alumbren hijos aún más poderosos. También sé que, en el libro, Yennefer se
somete (con permiso de Tissaia) a varias cirugías para verse más guapa. En la
serie han hecho este proceso más dramático.
Yennefer obliga,
incluso extorsiona, a un mago para que moldee su cuerpo y su rostro. El mago le
suplica que lo piense, le recuerda el precio que debe pagar, su matriz. Yennefer
es implacable, hasta se niega a tomar un anestésico. Después de una dolorosísima
transformación, Yennefer esbelta, derecha y de curvas perfectas entra al salón
y se queda, con lo que considera el mejor empleo. ¡Toma Tissaia! Yennefer es
ahora dueña de su destino ¿pero valió la pena?
En el cuarto episodio,
vemos a Yennefer—todavía guapísima a los 45 años —sintiéndose un poco frustrada. Alcanzó sus metas, pero le falta algo. Como muchas, ha
encontrado que algunos sueños no traen ni satisfacción ni felicidad. Su
desilusión con el servicio de la realeza cristaliza en el empleo de
guardaespaldas de una odiosa e idiota reina cuyo marido la quiere muerta ya que
es incapaz de darle un hijo varón. La cúspide del descontento de la bruja es el
abandono de sus protegidas, madre e hija.
Ante el cadáver de
la beba, Yennefer filosofa que para una hembra es bueno morir antes que llevar
una vida sin alternativas. Fue la primera vez que sentí un mensaje
contemporáneo de “victimismo femenino” en un cuento donde las hechiceras son más
fuertes que los reyes y donde las princesas descubren que el poderío reside en
su voz no en espadas ni en modelos masculinos.
A la princesita
muerta le esperaba una vida de privilegios y opciones impensadas para una
porqueriza jorobada. Pero la misma Yennefer ha adquirido facultades, cumplido
expectativas y contemplado perspectivas que no le son posibles a muchos
hombres. No puede culpar a un esquema social por sus frustraciones o
remordimientos personales.
En Búsqueda
del Útero Perdido
En el quinto capítulo
encontramos a Yennefer convertida en bruja y mandamás de un pueblo donde no se
toleran la de su calaña. La hechicera sigue ambicionando más, y ahora se trata
de apoderarse de la omnipotencia de un genio. Para salvarla, Geralt de Rivia
pide un último deseo que acaba con la bruja montada en su musculosa anatomía.
De ahí que comencé a no sentir simpatía por Yennefer, o al menos a no
entenderla.
Es más que el
hecho de que Cavill y Chotra (y muy lindos ambos) tienen menos química sexual
que Abbot y Costello. Es más que en su próximo encuentro vomiten diálogos tan clichés
que pareciera que el guionista (son diferentes libretistas para cada episodio)
estuviera copiando a Corín Tellado, es que no sé lo que Yennefer quiere o lo
que busca y me disgusta su manera de hacerlo.
Al final del
episodio 6, Gerald se da cuenta que Yennefer se ha unido a la caza del dragón
porque cree que eso ayudará a su fertilidad. Para el Witcher es inconcebible
que la bruja quiera un bebé e incluso opina que ella no será una buena madre.
Yennefer le responde “quiero ser importante para alguien”. Esto nos remite al capítulo
cuarto. Ahí la reina a la que la hechicera servía comenta que no es importante
para su marido, pero para su bebé “soy la persona más importante del
mundo”.
A pesar de que no
considero que sea la mejor razón para embarazarse, ahí comprendo la soledad y
la desilusión de Yennefer, lo que habría que saber es cual nace de la otra. Lo
triste es que Yennefer al final del episodio descubre que el amor que siente
por Gerald de Rivia es producto de magia. Eso la enfurece, supongo que porque
la hace sentir más inútil y fracasada.
Como ocurre con
muchas mujeres a cierta edad cuando enfrentamos la interrogante de qué hicimos
mal, qué conseguimos lograr y cuál debería ser nuestra próxima prioridad,
Yennefer decide regresar a sus orígenes. Primero, va en busca de Istredd, a quien una
vez despreciara. El arqueólogo ahora trabaja para Nilfgaard y ya no la
necesita. Con el rabo entre las piernas, Yennefer enfila camino hacia Aretuza.
En su alma mater
están preparando una guerra en contra de Nilfgaard, pero a Yennefer le importa
más soliviantar los ánimos del alumnado en contra de Tissaia. En vez de
advertir a las chicas de no cometer sus mismos errores, acusa a la academia y
al consejo de brujos de esterilizar a las estudiantes graduadas sin su
conocimiento.
Una estudiante
parece expresar el sentir de sus compañeras cuando desafía los consejos de la
bruja fracasada, argumentando que a Yennefer le haya ido mal no significa que
eso ocurra con todas. Es cierto, solo Yennefer está descontenta y eso tiene que
ver con las decisiones que tomó.
A pesar de que la
maternidad y la fertilidad son temas importantes de “The Witcher”, en la serie no
hay paragones de amor maternal. La reina del capítulo cuarto entrega a su bebé
al asesino para salvarse ella, Calanthe era una madre odiosa; la madre de
Geralt lo abandonó. Aunque es evidente que Tissaia quiere a Yennefer como su
hija no se lo ha demostrado. Es solo cuando implora su ayuda que Yennefer
acepta entrarle a la guerra mágica.
En la fantasía
moderna se han creado dos tipos de heroínas, las guerreras y las brujas. Al compararlas,
la segunda pierde. Incluso autores fuera del género como Hilary Mantel, y
Michael Hirst en “Vikingos” han privilegiado a la guerrera por sobre mujeres "magicas"y madres. En el sexto
episodio vemos a Yennefer enarbolar una espada. Hasta en eso la han hecho
excepcional, aunque en el campo de batalla, el fuerte de la hechicera son las
retiradas estratégicas.
Pero a pesar de
todos sus dones, y de haber vivido experiencias negadas aun a las mujeres del
Siglo XXI, Yennefer se siente defraudada, infecunda, inquieta e infeliz. ¿Pudo haberse
evitado ese estado tan desolado? ¿Qué opciones debió haber escogido? ¿Cuál es la moraleja de su historia?