Con ciertas dudas
voy a recomendar “The Terror: Infamy”, y únicamente porque la Segunda Temporada
de la serie de Sir Ridley Scott destaca por sus méritos en medio de la
mediocridad del material de época/histórico del 2019. Como cuento de terror,
asusta; como denuncia social retroactiva, informa y estremece; como una visión
atmosférica de Estados Unidos en 1942 es fidedigna y transporta. El problema es
cuando se unen esos tres factores. No hay pegamento que los sujete, la trama se
mueve o vertiginosamente o a paso de caracol, y los protagonistas no dan la
talla.
LO BUENO
El Kwaidan: El relato de terror es lo más efectivo
de la serie.Casi sin escenas de sangre (aunque una fantasma a la que la cara se le comienza
a desgarrar al punto que debe suturársela es bastante gory), ni
monstruos, la presencia de lo maligno es parte de la atmosfera.
“¿No sientes como que alguien nos observa siempre?” pregunta el protagonista. Es que Yuko es omnipresente, y por hermosa que sea la fantasmita, se sabe que cuando ella pasa, alguien pierde la cabeza, la vista o la vida. Y esa primera escena donde el espíritu en forma de viento irrumpe en un funeral, derriba un ataúd que expulsa a una muerta vestida de blanco como una novia, es tan bella como espeluznante.
Kiki
Sukesane: El
personaje de Yuko es el eje central de esta temporada, un peligroso espíritu
que provoca desgracia donde pisa. Kiki Sukesane se las arregla para hacerla
exquisita y amenazadora a la vez. Cuanto más frágil sea su aspecto de muñequita
japonesa, más terrible es ver que su envoltura humana se descascara, se le
tuercen los huesos, sangre mana de sus ojos.
Eso es maquillaje,
pero Kiki logra conmover, asustar, intrigar sin nunca provocar repulsión.
Estamos de su lado aun sin conocer sus motivos para desencadenar desastres.
Junto con George Takei, la japonesita es lo más elogiable en términos de
actuación en el reparto. Si algún día hacen otra versión de Shogun, me gustaría ver a
Sukesane como Lady Mariko (y a un Gran Danés de nariz quebrada como el
Anjin-San).
La Glacial Indiferencia: La gran promesa de esta temporada era la
exploración de un periodo de la historia estadounidense bastante oscuro y que
todavía se desconoce. Vemos como la población japonesa de una isla de la costa
californiana es expulsada de su hogar y luego encarcelada. Vemos como un puñado
de inocentes pescadores japoneses son acusados de espionaje y encerrados en una
cárcel en los páramos de Dakota del Sur, sin juicios, sin abogados, sin
atención médica.
A pesar de que
esa es la agresión peor, que, aunque les hablen con dureza no hemos viso
apremios físicos y que al único que han matado hasta ahora fue porque agredió a
un guardia y amenazó con un arma a los soldados que lo balacearon, estamos ante
un horrible caso de abuso y tortura mental de inocentes. Lo más horrible es la
indiferencia glacial conque los blancos se dirigen o tratan a los prisioneros.
Esa indiferencia
se manifiesta en su manera de ignorar sus preguntas más básicas como “¿Dónde
estamos?” La fría crueldad con que envían a los prisioneros-pescadores a pescar
en el hielo y luego que sobreviven, les exigen que pesquen también para ellos (los
guardias) tengan que comer da la impresión de que tampoco están muy contentos
de estar en ese desierto helado, pero eso no los hace empatizar con sus
cautivos.
Diferente es la
glacial indiferencia que el protagonista experimenta tras ser obligado a
instalarse con su familia en Los Ángeles. Nadie, con la excepción de su maestro
judío, está dispuesto a ayudar a Chester (Derek Nio) y a su familia.
Contrasta la
actitud del profesor con la de su vecina que rápidamente delata a Chester al
FBI, o las miradas de reproche que le dirigen a Chester sus compañeros
caucásicos cuando regresa a la universidad. ¿Cómo es posible que toda una
población viese indiferente que mujeres y niños fuesen encarcelados nada más
que por creer que podían ser espías?
Los Paralelos
con el Presente: La razón tiene que ver con un flagelo del presente, la xenofobia. La idea de
que hay razas inferiores y por ende peligrosas. Se entiende que tras el ataque
a Pearl Harbor y el conocimiento de las atrocidades que los japoneses estaban
cometiendo en el sudeste de Asia, se crease desconfianza, pero hay otro factor
en juego.
En Gran Bretaña,
al comienzo de la guerra, se arrestó a todos los fascistas importantes, y a
todos los alemanes e italianos (aun a los judíos y a los refugiados políticos)
y los pusieron en campos, la mayoría en la Isla de Man. 7,000 fueron enviados a
Canadá y 740 murieron cuando su barco (la Arandora Star) fue bombardeado.
En Estados Unidos
solo 11,000 alemanes (y la mayoría por ser miembros del Bund y otras
asociaciones abiertamente Nazis) fueron encarcelados. De la inmensa población italoamericana
solo 250 fueron a prisión. De hecho, compartieron campos con los japoneses. ¿Entonces
cómo se explica que todos los japoneses en suelo americano (más de 100.000
incluyendo mujeres, niños y ancianos) fuesen considerados un elemento
peligroso?
Esa desconfianza nacía
de un temor ancestral a lo que se llamaba “orientales” o más comúnmente “El
Peligro Amarillo” (The Yellow Peril).
Los japoneses y los chinos fueron tan pioneros en el Oeste como los
caucásicos. Ayudaron a construir el ferrocarril, pusieron tiendas y lavanderías
y los japoneses se volvieron pescadores como habían sido en su tierra, pero
nunca se les dejó ser parte de la sociedad blanca.
La idea preconcebida
era que estas personas eran todas criminales en potencia, vendedores de drogas,
secuestradores de jovencitas obligadas a prostituirse, miembros de sociedades
criminales. La ironía es que, aunque algo de eso era aplicable a los chinos,
los japoneses, hasta después de la Segunda Guerra Mundial, casi no eran
convictos de actos delictivos, era gente tranquila y de bien.
Sin embargo,
existía esta percepción, se les creía un grupo peligroso, salvaje y
delincuente, más o menos como muchos nos ven a los latinos. Existía también otro temor, los matrimonios
mixtos. Había una preocupación que hoy escucho de parte de gente anti-latina de
que al mezclarse ese elemento foráneo con la población “blanca” se cambiaría el
perfil racial de Estados Unidos.
Las imágenes que
nos ofrece la serie de gente empujada a subir en buses y a acabar en campos
(Roosevelt los llamó “de concentración”) en establos y otros edificios ruinosos
nos recuerdan a las que nos muestran las noticias sobre lo que ocurre en la
frontera México-Estados Unidos. Uno de los momentos más chocantes de la serie
es cuando el ejercito irrumpe en el orfanato donde trabaja Luz (Cristina Rodlo),
la novia de Chester, y se llevan a todos los niños japoneses, incluso a los bebés.
“Todo el que
tenga una gota de sangre japonesa debe ser internado” reza la nueva política.
Esto motiva a Luz que está embarazada, a trasladarse voluntariamente a Colinas
de Oro, el campo en Oregón donde están internados Chester y su familia.
Parece grotesco e
increíble ¿verdad? Tal como nos parece hoy grotesco ver criaturas separadas de
sus padres, viviendo en jaulas, o presentándose ante un juez que no habla su idioma,
sin interprete ni abogado. Lo terrible es que ambos escenarios corresponden a
la realidad.
En Manzanar, el
campo más grande de concentración de japoneses existía un espacio conocido como
“La Aldea de Los Niños”. Ahí fueron internados niños de tres orfanatos, dos de Los
Ángeles (Shonien y Maryknoll House) y uno de San Francisco (El Ejército de
Salvación).
Mas increíble aun, se envió a ese lugar a niños que ya habían sido adoptados por parejas caucásicas, separándolos de facto de sus padres, Muchos padres de crianza blancos tuvieron que entregar a los niños temerosos de la nueva ley que amenazaba con cárcel a quien “amparase a un japonés”.
Bebés huerfanos en The Children's Village |
Mas increíble aun, se envió a ese lugar a niños que ya habían sido adoptados por parejas caucásicas, separándolos de facto de sus padres, Muchos padres de crianza blancos tuvieron que entregar a los niños temerosos de la nueva ley que amenazaba con cárcel a quien “amparase a un japonés”.
Otro tremendo
absurdo, fue que los niños de matrimonio mixto también estaban obligados a ir
con el padre o madre japoneses a esos internamientos. Es lo que ocurre en el
filme “Come See the Paradise”.
Peor aún,
huerfanitos que parecían blancos y nadie sabía que tenían hasta solo un octavo
de sangre nipona, de pronto se encontraron tras alambre de púas solo porque el FBI
diligentemente había desenterrado sus árboles familiares. ¿Se imaginan si eso
ocurriera hoy con los latinos con la predominancia de matrimonios entre nosotros
y gente de otros grupos étnicos incluyendo caucásicos?
Bajo guardia armada huerfanitos japoneses son llevados a un campo. |
La Atmosfera
de Época: A
diferencia de muchas series que cubren los 40 (sobre todo las españolas) se han
recreado muy bien no solo los establos donde son internados los protagonistas
sino también el ambiente de la era. Tenemos música de Duke Ellington, Johnny
Mercer y Artie Shaw.
La ropa también
está perfecta. Las faldas tan cortas de Luz se deben a que su falta de vestuario
maternal acorta las que trajo cuando no tenía barriga. (Chester le tiene que regalar sus camisas y le
manda hacer un blusón maternal con un saco). Por otro lado, la escasez de tela
fue un fenómeno en todos los países en guerra.
Los cupones para géneros
eran escasos y para hacerse un vestido había que ahorrar meses de cupones, por
eso las faldas femeninas se hicieron cada vez más menguadas. Por último, parte
del uniforme de las “pachucas” californianas— contrastando con los
inmensos trajes de los “pachucos”—fueron unas futuristas minifaldas. Lo
mismo ocurrió con otra tribu urbana de entonces, Los “Zazous” que florecieron
durante la Ocupación de Francia.
Pachuca de Los Angeles con minifalda |
LO MALO
El Ritmo
Desigual: Aunque tal como la Primera Temporada, se
esperaba que esta comenzara lentamente y fuese adquiriendo velocidad a medida
que avanzaba, “The Terror: Infamy” tiene un desequilibrio en términos de dinamismo.
Se entrecruzan escenas muy lentas con otros sucesos tan acelerados que uno no
comprende lo que pasó. Lo del espía infiltrado en Dakota fue tan WTF que ni nos
preocupamos de si se ahogó, se congeló, o si regresó con bien a la prisión.
Enfrentandose a un espía |
Las escenas de
Chester y Luz (hasta el tercer episodio) son la parsimonia misma. A ella le dan
diálogos tan largos que devienen en monólogos soporíferos. Sin embargo, las
escenas de la súbita decisión de Chester de huir del campo, la forma en que lo
hizo, tal como el modo en que llegaron él y Luz a casa de su profesor, fueron
tan apresuradas e ininteligibles que restaron credibilidad a los hechos.
La Pareja
sin Química: Luz y Chester son la pareja menos
romántica que haya visto recientemente. Se la pasan en largos discursos que al
otro no parecen interesarle y ciertamente no nos interesan. Ambos están conscientes
de que cometieron un ‘terrible error” (tener sexo premarital). Al comienzo la
única solución viable es un aborto. Cuando Luz decide tener al bebé y darlo en adopción,
a Chester le baja un sentido de responsabilidad e impulsivamente le ofrece
matrimonio.
Luz inicialmente
lo rechaza, porque él no tiene nada que ofrecerle. Luego acepta huir con él, a
pesar de que eso los convierte a ambos en prófugos de la justicia. Finalmente
decide acompañarlo de regreso al campo, pero porque cree que ese será el
destino final de su hijo.
Me dio un poco de
lata que pusieran una pareja tan sin gracia. Sobre todo, si uno las compara con amores
interraciales más intensos en el mismo contexto como la ya mencionada “Come See
the Paradise” o en “If Tomorrow Comes”, una versión de Romeo y Julieta en días
de Pearl Harbor.
El Personaje
de Chester: No quiero
sonar como el recapper de The AV Club que parece odiar la serie, pero Chester
Nakayama es insufrible. Una mezcla de arrogante con pasivo, indeciso con
impulsivo, de egoísta con exagerado, que alterna entre actos irresponsable con
súbitos accesos de conciencia que lo hacen tomar decisiones erráticas y
peligrosas. Alexander Woo, el escritor, explica que trató la personalidad de Chester
como una mixtura de lo tradicional japones y la actitud de un chico americano
de entonces, pero el coctel le quedó amargo.
Quizás un actor más
competente hubiese podido hacernos a Chester interesante o añadirle más complejidad,
pero Derek Nio no da la talla y le falta experiencia. Aparte que (soy una gata
seriefila muy frívola) ¿por qué escogieron un actor tan feíto y poco
carismático? Hay japoneses guapísimos (yo tenía un vecino…ayy) pero este ni
siquiera está como para darse un taquito de ojo.
El Terror
al “Gran Salvador Blanco”: Cuando a comienzos de los 90 comenzaron a
aparecer libros y filmes sobre “Los Justos” (así les llamamos a los que salvaron
judíos durante el Holocausto), y sobre todo después de “La Lista de Schindler”
hubo una reacción contraria en la misma comunidad judía. Unos lo vieron con
escepticismo (Como mi Ma que decía que, si fuera verdad “que tantos nos dieron
un vaso de agua a los judíos, nos hubiéramos ahogado en un mar”).
Otros argumentaban
que mostrar a un puñado de rescatistas minimiza y trivializa la tragedia del
Holocausto haciendo creer que tuvimos muchas manos que nos extendieron ayuda.
Bendita cada mano, pero por cada Schindler hubo cientos de batallones de la SS
y sonderkommandos, etc.
Un caso similar ocurre
con blancos “buenos” en filmes sobre esclavos u otras formas de racismo contra
la población de color de USA. Para definir este combatido cliché, la cultura afroamericana
ha creado un término The Great White Savior (el gran salvador blanco).
En esa categoría caen
desde (hasta ayer) admirados iconos como Atticus Finch en To Kill a
Mockingbird hasta personajes contemporáneos como Viggo Mortensen en “The
Green Book”. Oigo comentarios de parte
de la inteligencia afroamericana que no prevalecerían esos clichés si hubiese más
filmes hechos por negros, para negros y donde los negros se salvasen a sí
mismos y a su comunidad.
Pues parece que
algo de esa actitud se les ha pegado a los productores de esta serie, porque no
hay ni un blanco bueno. El profesor de Henry, aparte de solo tener dos escenas,
resultó ser un incompetente. ¿Sera cierto que NADIE levantó la voz para
protestar el injusto encarcelamiento? ¿No hubo salvadores blancos?
A pesar de que en
los campos la medicina, y todo tipo de asistencia estaba en manos de
profesionales nipones, hubo blancos que si lograron entrar como fue el caso de
sacerdotes y pastores protestantes puesto que había muchos japoneses que eran
cristianos. Llegaron los cuáqueros que fue el grupo que más militó a favor de
los internados y el fotógrafo Ansel Adams quien hizo una crónica-denuncia del
internamiento.
Aunque la Cruz Roja tenía prohibido entrar, eso no evitó que sus representantes se presentasen periódicamente en las entradas de los campos. No serian “salvadores” pero demuestran que no había una total indiferencia en el mundo no japones.
Internados en Manzanar. Fotografía de Ansel Adams |
Aunque la Cruz Roja tenía prohibido entrar, eso no evitó que sus representantes se presentasen periódicamente en las entradas de los campos. No serian “salvadores” pero demuestran que no había una total indiferencia en el mundo no japones.
Otra cosa, la
serie nos muestra a los jóvenes japoneses manifestando desprecio por los
estadounidenses y sobre todo por la idea de unirse a su ejército. Chester se
enlista solo para huir del bakemono, del espíritu que lo tortura.
Eso no es cierto.
Todas las memorias y criónicas de la época hacen hincapié en el deseo de los
internados de probar su patriotismo. Lo atestiguan los kilos de medallas
ganadas por soldados Nisei. Se sabe de qué aun en los campos había cursos de” Americanización”
solicitados y dados por los mismos japoneses. ¿Entonces por qué excluir esta
verdad que motivaría un periodo de asimilación en la comunidad japonesa de la posguerra?
Jovencitas Nisei en uniforme de la Fuerza Aerea de los Estados Unidos |
Como ven “The
Terror: Infamy” es imperdible, pero incluso en su más aplaudido merito, la
lección histórica, cae en exageraciones y falsificaciones de una realidad ya en
si trágica y vergonzosa.
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