Por largo tiempo me han oído rechinar los dientes contra
la manera en que “Juego de Tronos” ha retratado a Samwell Tarly. He llegado a
tachar a David Benioff y Daniel Weiss de
“gordofobos” por como han menoscabado al obeso Guardia de la Noche. Para ser
justos, me he equivocado. Solo ahora me
doy cuenta que los cambios arcangélicos han favorecido a la creación de John Bradley
y están más que justificados. Los Arcángeles han engrandecido a Sam, superando
a la invención de George R.R. Martin al
convertirlo en el protagonista de la más romántica historia de amor de la
serie.
No tengo que decirles que Sam Tarly es uno de mis favoritos de Una Canción de Hielo y Fuego. Me atrevo a aventurar que es un
predilecto de su autor quien además le ha otorgado algunos rasgos
autobiográficos. Por suerte para Ser George no le ha tocado vivir los martirios
que ha soportado el joven Tarly. Ya en Juego de Tronos, sabemos quién es Sam, de
dónde viene, cómo fue su vida antes de vestir el negro. Sabemos que fue su
propio padre quien lo exilió a Castle Black, y los motivos por los que Lord
Randyll Tarly se sintió defraudado con su hijo desde que Sam era un niño.
Obviamente, la serie no podía gastar tanto tiempo
contándonos las penurias que Sam sufrió por no ser el macho violento y
aguerrido que su padre deseaba, pero aunque breve, es muy impactante ese relato
que le hace a Jon sobre como lord Randyll coloca a su primogénito entre la
espada y la pared. Debe escoger entre la muerte o La Guardia Oscura.
Aunque me hubiese gustado ver esa escena del libro en la que
Fantasma adopta a Sam, era imposible recrearla sobre todo porque sabemos lo
difícil que ha sido para el equipo trabajar con animales. Como compensación,
Weiss&Benioff inventaron un vínculo entre lobo y Sam, ya que en dos ocasiones el huargo ha rescatado al joven
Tarly: la primera vez fue de los Caminantes Blancos, la segunda, de los “hermanos”
que pretendían violar a Eli.
George R. R. Martin quiso describir la evolución de un cobarde
nato hasta convertirlo en un héroe. Para eso era necesario mostrar a Sam como
un despojo humano. Más allá de su aspecto físico, Sam a su llegada al Castillo Negro,
es casi incapaz de comunicarse debido a su miedo omnipresente a todo. Apiadado
del gordito, Jon Snow lo toma bajo su protección y persuade a sus amigos de
seguir su ejemplo. Incluso usa a Fantasma para “convencer “a Rast de no
maltratar al joven Tarly. Será Jon quien le consiga “empleo” a Samwell con
Maestre Aemon.
Los Arcángeles tenían claro ese propósito del autor pero al
tratar de ponerlo en práctica se tropezaron con un problema. Un Sam balbuceante, llorón y con miedo a todo
funcionaba en el texto, pero en pantalla sería insufrible. Por eso lo hicieron
más articulado y menos lastimero. Prefirieron convertirlo en el sabelotodo del
grupo.
El Sam de las serie trasciende su tragedia hasta volverse un
personaje interesante y útil. Es el Hermione Granger del Castle Black. Sus
compañeros podrán reírse de su sapiencia, pero también se apoyan en los
conocimientos de quien se entera de todo a través de los libros. Tanto así que, Aemon no necesita del consejo de Jon para
transformar a Sam en ratón de la imponente biblioteca de La Guardia Oscura. Sam
además, habiendo trascendido sus resquemores iníciales comienza a evidenciar su
inteligencia de otras formas tales como explicarle a Jon que ponerlo al
servicio de Mormont es una manera de preparar al Bastardo para comandar La
Guardia de la Noche.
Weiss&Benioff nos
cuentan que Sam es inteligente, pero
también es un niño, un adolescente con todas las necesidades y dudas propias de
los púberes. Eso es evidente en esa conversación sobre el tema-obsesión de los
chicos, el sexo.
Mientras limpian el comedor, Sam interroga a Jon sobre su
vida sexual, Es una escena muy bien
hecha, porque evitan clichés. No son hombres que recuerdan que han cerrado la puerta
su sexualidad, son jovencitos llenos de curiosidad. Por fin descubrimos las razones de Jon para escoger el
celibato y ese final con la interrupción de Sir Alliser y su profecía siniestra
quita cualquier resabio de obscenidad al momento sin rebasar el toque de humor.
“¿No sabias donde ponerla?” pregunta Sam al oír que Jon rechazó los favores de
la voluptuosa Ros.
Es normal en el
retrato estereotípico de los obesos en la ficción juvenil que las gorditas sean
las primeras en perder la virtud, pero que sus contrapartes masculinas sean vírgenes
eternamente. Martin destruye ese estereotipo al permitir que Sam conozca el
amor gracias a una habitante del Pueblo Libre.
Curioso que tanto Jon como su Sancho Panza terminen en los
brazos de desinhibidas salvajes. Eso sin que Ygritte y Eli son muy diferentes.
Si la Besada por Fuego tenía personalidad para regalar, Alelí (O Gillyflower
como se la llama en inglés) es un ente pasivo que está ahí para cumplir un propósito.
De regreso al Torreón de Craster, Sam es obligado por las viudas de su
anfitrión a hacerse cargo de Eli y de su bebe recién nacido. Anteriormente, el tímido
Sam había hecho amistad con ella (a pesar de la prohibición de acercarse a las
mujeres de Craster) y había intentado socorrerla.
A pesar de que en su huida hacia El Muro, Sam y Eli vivan
muchas aventuras, ella no es un personaje que atrape. Solo la vemos a través de
los ojos de Samwell quien nos transmite que es bonita, valiente y buena. Esto último
se manifiesta, cuando ya en el Castillo Negro, Eli amamanta al hijo de Mance Ryder. En
agradecimiento, Jon le arrebata a su bebé para que Melisandre lo sacrifique y
le encarga a Eli al niño del Rey-Mas-Allá-Del-Muro. Sam y Eli (y bebe Ryder)
son empacados en un viaje en compañía del Maestre Aemon.
Eli llora la pérdida de su hijo. Sam se lamenta pero ninguno
se rebela ante la orden. Es en el viaje en la Cinnamon Wind, que Gilly se consuela. Tras la muerte del Maestre
Aemon le pone el nombre del difunto a su hijo adoptivo e intempestivamente hace
el amor con Sam.
Aunque Samwell ha quedado contento con la experiencia, se auto
reprocha el haber faltado sus votos y le explica Gilly que ellos no pueden ser
pareja. Para reparar su falta decide enviar a La Salvajita a su casa para que
los Tarly se encarguen de ella y del bebé. Muy diferente es el cuento que Los Arcángeles
escribieron para la adaptación televisiva. (Continuará)