De verdugo de mujeres inocentes, el incubo literario pasó a ser una víctima que necesitaba ser
rescatada precisamente por una mujer de la que se enamoraba. El amor pasó a ser la falla trágica del héroe satánico y lo vemos en innumerables
ejemplos. El ultimo ha sido “Crimson Peak”, donde el amor que Edith inspira en
el caza fortunas con el que se ha casado trasciende incluso la muerte.
Esta es obviamente una fantasía femenina. Si el amante
demoniaco responde a un miedo atávico a una pesadilla digna del cuadro de
Fuseli, la idea de ser redentora/salvadora de tan poderoso monstruo es una
forma de defenderse del magnetismos satánicos y emerger del cuento como heroína
badass. Sobre todo cuando el incubo
está emparejado con una súcubo que en la mayoría de los casos lo domina.
El término “amante demoniaco” (Demon Lover) se fabrica en días de la primera literatura gótica,
pero ya antes circulaba la idea de seductores impíos: desde el Don Juan de Tirso de Molina a Lovelace, desde Fausto al Valmont
de Choderlos de Laclos. La diferencia con este último es que ya vemos en el
Vizconde tres puntos que lo acercan a
héroes como Sir Thomas: su amor sincero por La Presidenta de Tourvel, la
inferencia de que ha obrado mal por influencia de la Marquesa de Merteuil, y su redención final.
Si anteriormente el incubo era el azote de toda mujer
virtuosa, ahora pasaba a ser un individuo un poco perdido cuya maldad nacía de
su asociación con otra habitante del mundo gótico: la femme fatale. Tal como el incubo esta vampiresa desciende de un
precedente religioso-folclórico, de las terribles súcubos que asaltan en todas
las culturas a humanos dormilones y desprevenidos.
Confieso que me irrita un poco este triangulo porque por un lado
disminuye al héroe, por otro sitúa la culpa en una mujer que, en un mundo de
hombres, intenta ejercer su derecho la libertad sexual. Mas también es cierto
que gente como la Marquesa de Merteuil, la gran villana de Las Relaciones Peligrosas ,es irredimible hasta el punto de ser
repelente. Aun así, ella confiesa que su libertinaje nace de una necesidad de vengarse
de los hombres y se queja de que Valmont
puede abiertamente ser un canalla en cambio ella debe fingir virtud. O como lo
expresa Sarah-Michelle Geller en “Juegos
Sexuales” (para mí la mejor adaptación de la novela de Choderlos de Laclos) “I’m the Marcia Fucking Brady of the Upper
East Side and sometimes I want to kill myself”.
A diferencia de otras versiones que fieles al original hacen
que Tourvel, el gran amor de Valmont muera al saberlo difunto, “Juegos
Sexuales” deja que sea Anette (Reese Witherspoon) quien vengue al difunto satánico.
Tras seducirla ,Sebastian Valmont (Ryan Philippe) descubre que ama a Anette. Repudia la apuesta, repudia a Katherine
Merteuil (Geller) e intenta cambiar su estilo de vida, pero la venganza de la
súcubo despechada lleva a Sebastián a la muerte, precisamente intentando evitar
que Anette sea atropellada. Antes de morir, Valmont le ha enviado a su redentora
las pruebas de su libertinaje y de la hipocresía de su hermanastra. Anette las
usa para desenmascararla. Es un caso donde la redentora continúa su trabajo
yendo más allá de salvar al héroe satánico de sí mismo, al destruir a quien lo destruyó.
Vemos eso mismo en “Crimson Peak “(Spoilers para quien no la
haya visto) . Thomas (Tom Hiddleston) ha sido parte de un macabro complot que
involucra seducir y casarse con millonarias a las que luego asesina. Lo hace incitado
por Lucille (Jessica Chastain), su hermana-amante. El problema es que se enamora
de su última víctima (Mia Wasikowska) y
se rehúsa a escabecharla. La exasperada Lucille lo mata. Convertido en fantasma, Sir Thomas es
más útil que vivo. Y será él quien ayude a su viuda a vencer el mal que infecta
a Crimson Peak. Antes de huir, Edith acaba con su carrera de redención ultimando
a Lucille.
Recuerdo la primera película “adulta (con sexo grafico, pero
no necesariamente pornográfico )que vi en mi vida. Tenía yo entonces doce años.
Era una de esas películas de
suspenso/terror de la Hammer, y se titulaba “La Condesa Drácula”. A pesar del
título, no había vampiros ya que la condesa era la infame Elizabeth Bathory. La
anciana (Ingrid Pitt) aristócrata húngara, tras golpear a una criada,
descubre los poderes rejuvenecedores de la sangre de virgen.
Un par de chicas
asesinadas y desangradas, y Elizabeth se quita medio siglo de arrugas. ¿Cómo
explicar su súbito rejuvenecimiento? Fácil. La Condesa tiene una hija, Ilona,
encerrada un convento. Elizabeth se hace pasar por Ilona y nadie sospecha nada.
Llega Imre (Sandor Eles), el prometido de Ilona (a la que de acuerdo a los
cánones de la poca, no ha visto en su perra vida). Queda encantado con la
vivaracha usurpadora y se plantan unos buenos revolcones en el establo.
Con el tiempo, y con la desaparición paulatina de vírgenes
en la aldea, Imre descubre quien es realmente su prometida, pero es demasiado
tarde, se ha convertido en su cómplice y está ligado a la Condesa Sangrienta.
La crisis estalla cuando Ilona (Lesley-Anne Down) abandona el convento y emprende
el camino de vuelta al hogar. Elizabeth manda secuestrarla ,y cuando se le acaba la
sangre, decide sacrificar a su propia hija. Imre conoce a la verdadera Ilona y
tiene una epifanía. Solo rescatándola podrá redimirse. Se descubren los crímenes
de la Bathory, histérica esta se abalanza sobre Ilona, puñal en mano. Imre se interpone
y pasa a ser otro más de esos héroes redimidos, pero muertos.
No es que la
literatura gótica prefiera a sus íncubos muertos. Así lo demuestra Charlotte
Bronte que en Jane Eyre recobra al
Demon Lover en todo su esplendor. Como buen héroe satánico, Edward Rochester es
impío, aristocrático y soberbio. Un ángel caído que se complace en humillar y manipular
a la institutriz de su hija bastarda. Su acto más deleznable es llevar a Jane
al altar, olvidando un pequeño detalle, revelarle que tiene esposa viva y pataleando
encerrada en la buhardilla.
Irónicamente, es La Loca del Desván la culpable de la maldad
de su marido. Digo irónicamente, porque Bertha es una enferma mental, pero
Rochester la acusa a ella y a su familia de haberle ocultado que la locura estaba
en los genes familiares. Por eso lo ha condenado a vivir atado a una demente.
Para aumentar el efecto nocivo de la pobre orate, la novela
lleva a Bertha a incendiar Thornfield Hall y a casi matar a su esposo cuando
Rochester intenta rescatarla. Pero el héroe satánico totalmente redimido
(aunque ciego y chamuscado) sobrevive y puede ser feliz junto a su ángel
redentor.
Casi un siglo más tarde, otra maestra del neo-gótico, Daphne
Du Maurier, retoma el tema en su oscura Rebecca.
Aquí el poder del mal está encarnado en la mujer del título, que aunque muerta sigue
haciendo daño. De nuevo tenemos una mansión donde pesan fantasmas y secretos.
De nuevo tenemos una ingenua que llega a Manderley como esposa, pero pronto se
da cuenta que es la muerte, y no el amor, lo que la espera ahí.
Para la narradora el ser la segunda Mrs. de Winter tiene un
precio: luchar contra el fantasma de un súcubo, ser perseguida y acosada por
una siniestra ama de llaves que mucho se parece a Lucille Sharpe y descubrir que
se ha casado con un hombre corrompido por una mala mujer y cuya única salida
fue convertirse en auto-viudo. Como en Jane Eyre, hay un incendio, Mrs.
Danvers, la siniestra ama de llaves desaparece y Max, exonerado, puede ser
feliz junto a su nueva esposa.
Sin embargo, en la fantasía gótica moderna el héroe satánico
seguirá muerto... Revirtiendo a sus orígenes
los amantes demoniacos vuelven ser vampiros. Ya he hablado
en otro sitio del cambio de imagen total que el vampiro ha sufrido en el
género fantástico a partir de la segunda mitad del siglo XX, pero solo recién
vengo a darme cuenta que la beatificación de la etnia chupa-sangre va conectada
al proceso de salvación del incubo.
Siempre me ha fastidiado mucho el personaje de la súcubo. No me gusta la premisa ultramisógina de que todo canalla es así porque tiene unas Lady Macbeth detrás impulsándole a que lo sea.
ResponderEliminarEsta premisa, creo yo, debe mucho a la dicotomía medieval de la virgen y la prostituta, personificada en el cristianismo por María y Eva, pero seguro que en el judaísmo existe su equivalente. El personaje femenino se divide entre la mujer perfecta, virginal y pura dechado de todas las virtudes que redime al hombre pecador, o la prostituta libertina y malvada que utiliza su sexualidad para dominar al hombre. Conclusión: la única mujer válida es la recatada obediente y pura, que ha de tragar carros y carretas aguantando a los hombres para redimirlos de las malvadas súcubos que acechan en el mundo, porque por supuesto el hombre es inocente, una víctima de las mujeres lascivas, ante las cuales no es responsable de sus impulsos. Es más, el deber de la buena mujer es aguantarlos, porque sólo ELLA, ángel doméstico, puede llevarlo a la redención, y si lo abandona para vivir su propia vida será la responsable de su definitiva perdición en manos de la prostituta. Por concepciones como ésta, muchas esposas arruinan su vida aguantando a maridos borrachos, infieles o violentos, y hay mujeres musulmanas que siguen encerradas en casa y llevando velo cuando salen a la calle.
A mí me gusta, cuando está bien llevada, la figura del amante demoníaco redimido por amor, pero debo decir que me gusta mucho más cuando el escritor o la escritora es valiente y crea la figura del canalla que lo es por sí mismo, sin una súcubo detrás que supuestamente lo empuje a ser como es.
Uff nosotros inventamos el cuento con lo de Lilith y Eva, y para colmo, las dos son malas. Sí, mucho habla el libro de los Proverbios de que una mujer virtuosa vale más que los rubíes, pero hay mucho miedo ala mujer y al poder femenino en la Biblia y el Talmud. Porque al final el cuento de “Fue culpa de la mujer que me diste” es solo la excusa del cobarde, de un hombre que le teme a la mujer.
EliminarCuando Freud crea el término “Complejo Madonna-prostituta” se refiere al hombre que no puede desear a la mujer que respeta y que no puede respetar a la mujer que desea. Le teme a la primera, desprecia a la segunda. ¿Qué pasa cuando le teme a la segunda? ahí entra la imagen de la súcubo. Una que lo “obliga” a tener relaciones sexuales y a otras cosas.
A mi también me gusta el héroe redimido, pero encuentro que lo disminuye cuando culpa a otra mujer. Fíjate que hasta en las 50 sombras El Christian G. culpa de ser como es a su madre-prostituta y solo puede salvarlo una virgen sumisa.
Galdós hizo un trabajo magistral con esa dicotomía en Fortunata y Jacinta, donde, al final, ambas mujeres son víctimas del donjuanesco héroe. Pero hay un momento en que ambas (esposa y amante) se encuentran y casi s van a las manos. Y Fortunata le grita a la esposa “serás un ángel, pero los ángeles no tienen hijos” Aludiendo a la esterilidad de Jacinta y demostrando que se puede ser muy virtuosa, pero eso no la hace ni mas mujer ni mejor.
En Lo que el viento se llevó, pasa otra variación. Es Ashley Wilkes el que se debate entre ángel y demonio, y eso lo nota Rhett Butler quien dice que Ashley ama su esposa, pero desea a Scarlett. Y lo triste es que ella quiere su amor no su deseo, porque Scarlett es una súcubo muy divertida, una que le teme al sexo.